Los García Paine acogen a una familia de siete ucranianos
La casa familiar se ha convertido en el refugio de Olga, Nadiya y Valentina, quienes huyeron por la frontera con Rumanía con sus cuatro hijos
Cruzaron la frontera de Ucrania con Rumanía hace cosa de un mes, escapando desde el centro del país casi con lo puesto: Olga junto a ... sus dos pequeños, su madre Valentina, y su cuñada Nadiya, también con sus dos hijos. En total, siete personas para tan sólo tres asientos de autobús en el que recorrerían unos 3.000 kilómetros, 30 horas de trayecto para llegar hasta Valencia y ponerse a salvo.
Una vez en España, la familia de Olga no encontró lugar donde quedarse y una llamada fortuita les consiguió casa en Málaga, concretamente en la casa familiar de los García Paine: «Fue un amigo nuestro quien nos llama para preguntarnos si nosotros podríamos acoger a estas siete personas. Dijimos que sí sin dudarlo y teníamos cuatro horas para prepararlo todo mientras venían desde Valencia», recuerda Antonio García Paine, uno de los 10 hermanos que conforman esta familia solidaria. Sin embargo, cuando llegaron a Málaga no terminó su pesadilla, y es que dos de los pequeños llegaron muy enfermos de varicela, infección que se complicó hasta acabar en el Materno Infantil: «La verdad es que entre revisiones médicas y la hospitalización ahora es cuando empezamos a tener normalidad y ellos pueden ir adaptándose», relata Mercedes García Paine, quien en la actualidad se encuentra al frente de la Delegación Territorial de Educación y Deporte en Málaga.
Lo curioso de esta historia, además, de que estos refugiados ucranianos han encontrado asilo sin tener que separarse, es que todos los García Paine, incluso contando con el abuelo de la familia, Manuel García, se han puesto de acuerdo para atender todas sus necesidades y en poco tiempo han logrado «registrarlos en la Policía bajo nuestra tutela, sacar sus números de la Seguridad Social y escolarizar a los pequeños, que empiezan las clases después de Semana Santa». Además, cada miembro de la familia tiene una tarea específica, algo que asignaron desde un primer momento para que todos colaborasen en la acogida: unos les acompañan a hacer la compra, otros pasean o les llevan a las revisiones médicas. Cuenta Mercedes García Paine que para su manutención han decidido poner «un fondo común», y aunque cada uno «aporta lo que puede», la implicación por parte de toda la familia es total.
«Málaga es muy acogedora»
Por suerte, todo comienza a estabilizarse en la vida de Olga, Nadiya y Valentina, quienes sonríen con esperanza mientras cuentan cómo está siendo su primer mes en la ciudad: «Málaga es muy bonita, muy acogedora, aunque emocionalmente es difícil porque no llegan buenas noticias desde Ucrania. Ahora en la parte central, de donde somos nosotros, hay más ataques y cuesta asumirlo», explica Olga visiblemente emocionada. Allí, estas mujeres y niños han dejado atrás toda su vida, pero sobre todo a sus familias, a sus maridos y hermanos que actualmente están alistados en el frente, donde trabajan como protección civil: «Yo vivía en la ciudad y mi cuñada en el pueblo con mi hermano. Ahora se han juntado, aunque no cogen armas. Hace 11 días, a 30 kilómetros de donde vivimos, hubo muchos bombardeos y estamos preocupados porque en cualquier momento puede caer una bomba en nuestra casa», cuenta Olga en su lengua materna, y gracias a Osana, una ucraniana residente en Málaga donde trabaja como traductora, los García Paine pueden comunicarse con ellos con mayor fluidez.
Sin embargo, se han dado cuenta de que el idioma no es una barrera, tampoco les separa ni aleja, sino que sus esfuerzos por entenderse hablando un poco de inglés o utilizando el traductor de Google les está convirtiendo en una familia mucho más extensa: «Yo les abrazo mucho, sobre todo a la abuela, a Valentina, y la beso. Porque ya son como de nuestra familia. Estamos muy implicados con ellos porque es muy duro pensar que puede que haya una vez que llamen a sus maridos y que no les cojan el teléfono», cuenta Ana García Paine, una de las hermanas de la familia.
Lo cierto es que cuentan que no saben cuánto durará este acogimiento, «si seis meses, un año o dos», pero tienen claro que durante el tiempo que estén en Málaga «esta será su casa y se marcharán cuando puedan hacerlo y estén seguros». Mientras tanto, las madres de la familia aprenderán español y buscarán un empleo para rehacer su vida.
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