Richard Wagner: invitación al éxtasis
La Orquesta Filarmónica de Málaga repasa los días 4 y 5 de diciembre las óperas del compositor alemán
MARIO VIRGILIO MONTAÑEZ
Sábado, 28 de noviembre 2009, 03:34
La cita es en el Teatro Cervantes los días 4 y 5 de diciembre. La Orquesta Filarmónica de Málaga dirigida por José de Eusebio. En el programa, en la primera parte, suites orquestales, más un preludio y una danza, de Albéniz para cerrar el año del centenario de la muerte del brillantísimo compositor del que este concierto permite comprobar cómo no sólo fue excelente en la música para piano. En la segunda parte, piezas extraídas de óperas de Richard Wagner. Wagner, que arrastra todavía la mala fama de ser amado por los nazis (su música sirvió de fondo a episodios abominables), merece una audición atenta, una oportunidad para descubrir, desdeñando el mito, una obra de arte absoluta.
De Wagner se ofrecen la obertura de 'Los Maestros Cantores de Nüremberg', el Preludio y Muerte de Isolda (lo que conocemos como 'Preludio y Muerte de Amor') de 'Tristán e Isolda', el preludio de 'Parsifal' y la obertura de 'Tannhäuser'. Se trata de una música que deja sin aliento, que en la primera audición deja un recuerdo imborrable, de haber accedido a un arte que es mayor que la vida.
Arte suntuoso
La obertura de 'Los Maestros Cantores.' mereció de Friedrich Nietzsche un juicio entusiasta y extenso del que aquí sólo ofrecemos una cucharada: «Es un arte suntuoso, sobrecargado, grave y tardío, el cual tiene el orgullo de presuponer que, para comprenderlo, continúan estando vivos dos siglos de música. ¡Honra a los alemanes el que semejante orgullo no se haya equivocado en sus cálculos! ¡Qué savias y qué fuerzas, qué estaciones y qué climas andan aquí mezclados! (.) Esta especie de música es la que mejor expresa lo que yo pienso de los alemanes: son de antes de ayer y de pasado mañana, aún no tienen hoy».
De aire tradicional frente a las audacias del resto de la obra de Wagner, esta obertura de aire voluntariamente anticuado, constituye un curioso intento de recrear la música del Renacimiento a través de los medios y la visión del Romanticismo.
Pero si hay algo que en este concierto incita a no perdérselo, es el 'Preludio y Muerte' de 'Tristán e Isolda'. Es una música que llegó a obsesionar a Salvador Dalí: no sólo suena en 'Un perro andaluz', sino que dejó mandado, y así se cumplió, que sonara de forma insistente en su propia capilla ardiente. El deseo y la muerte, ejes de la ópera, se combinan en esta pieza maravillosa y enigmática, en la que las melodías avanzan y retroceden, combinando los temas principales de la ópera, como un oleaje sonoro, en el que el deseo se desliza hacia el silencio para volver a levantarse con mayor energía, en un crescendo ininterrumpido, hasta llegar a una conclusión en la que el éxtasis sonoro cobra casi materialidad física.
Una escena sublime
La escena de la muerte de Isolda, agregada a la obertura en un conjunto indisoluble, no es bellísima, no es maravillosa: es sublime hasta las lágrimas. Ángel Fernández Mayo llegó a resumir con exactitud la pieza: «Un soplo prodigioso guía la música sin la menor vacilación hacia las cósmicas oleadas del sonido que se trasciende en metafísica». En el concierto se interpreta en versión puramente orquestal. Busquen alguna grabación con la intervención de la cantante. Si dan con la de las mezzosopranos Waltraud Meier, Christa Ludwig o la soprano Jessye Norman, lo agradecerán de por vida.
Al salir del estreno de 'Parsifal', Gustav Mahler escribió una carta a un amigo en la que resumía su impresión: «Cuando, incapaz de decir palabra, salí del Festspielhaus, supe que se me había revelado lo más grande, lo más doliente, y que lo llevaría conmigo, inviolado, toda mi vida». El preludio, que se basa en el principio wagneriano de la melodía infinita, basta para inducir las palabras de Mahler.
Finalmente, la vibrante obertura de 'Tannhäuser' comienza con las trompas entonando el tema del coro de peregrinos para ir enriqueciéndose paulatinamente hasta estallar en el tema exultante de la bacanal, pleno de aires triunfales y exaltación de los sentidos.
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