De la devoción a la jarana
Miles de personas se echan a la calle para disfrutar del día grande de la feria. Los romeros veneraron al Patrón y La Represa colgó el cartel de lleno total
CRISTINA GONZÁLEZ
Viernes, 12 de junio 2009, 04:11
Mediodía. Las manecillas del reloj marcan las doce y media. En la plaza de la Iglesia de la Encarnación por no caber no caben ... ni las propias mujeres que van ataviadas con mantillas y que conforman la comitiva. Toca abrir paso. Los cohetes anuncian la salida de San Bernabé, rodeado de decenas de hermanos romeros de uniforme: camisa blanca, pantalón negro y medalla con cordón rojo al cuello. Comienzan los aplausos y los vítores. El Patrón vuelve a recorrer las callejuelas para encontrarse con los marbelleros. Hay ganas de feria.
Así comenzó ayer a escribirse el día grande de la feria de 2009, al menos sus horas más multitudinarias. La procesión cívico-religiosa había abierto boca a primera hora de la mañana. Le siguió la entrega de medallas a los marbelleros de honor por parte de la Asociación de Vecinos Huerto Porral, que recayeron en el párroco Francisco Echamendi, la Hermandad de los Romeros de San Bernabé y la alcaldesa, Ángeles Muñoz, entre otros. Y una misa fue el preludio a la salida en volandas del Patrón del corazón de la iglesia. Por delante, cerca de dos horas de desfile por las callejuelas del casco antiguo repletas de público, de lugareños y turistas a partes iguales.
Música y color
La Banda Municipal de Música y la Agrupación Musical La Pollinica marcaron los compases de la procesión, que tuvo su nota de color con la presencia de alumnas de las academias de baile vestidas de flamenca. Fueron las más fotografiadas por el gentío que se agolpó en los rincones con más solera. Uno de ellos, la plaza Puente Ronda, fue el sitio elegido para entonar el himno del Patrón, coreado en una sola voz por los hermanos romeros.
Finalizada la procesión la feria, ahora ya convertida en jarana, se trasladó al parque de La Represa, que colgó el cartel de lleno. No cabía ni un alfiler junto a las barras, en las que se sirvieron bebidas y comidas sin descanso hasta última hora de la tarde. Muchas mujeres ataviadas de faralaes asomaron por el recinto, recuperando una tradición que llegó a darse casi por perdida hace algunos años. De lunares o sin ellos, lo que quedó claro es que la crisis no puede con la feria. Y quedan tres días.
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