Hosteleros del Centro se resisten a perder la estela de la feria de día

La feria no pasó ayer por el centro de la ciudad. Nada hacía pensar que Marbella estaba de fiesta recorriendo las angostas calles del casco antiguo y sus plazas, en otro tiempo abarrotadas de gente. Después de tantos años siendo el corazón de la Feria de San Bernarbé , el comentario de las pocas personas que se acercaron a los bares y restaurantes de la zona es que estaba «demasiado desangelada». Clientes habituales y extranjeros, como cualquier otro día, se congregaron en torno a los establecimientos con más solera del centro marbellí, muchos de ellos contentos de tomar una copa y comer sin el bullicio de la feria. Los vecinos respiraban aliviados de no tener que «plastificar las esquinas» para evitar que se convirtieran en orinales de macrobotellones. Los comerciantes, promotores del cambio de ubicación de la feria de día al parque de la Represa cerraron a la misma hora y volvieron a abrir por la tarde, sin miedo a los daños que provocan las multitudes alentadas por el Cartojal.

Pero tanto ellos, como los propietarios de los locales , -sobre todo, estos últimos- echaron de menos no haber podido adornar las calles y plazas del Centro para no perder definitivamente la estela de la feria de día. Algunos, como Ildefonso Guerrero, dueño del bar más antiguo de Marbella, El Estrecho, y presidente de la Asociación del Casco Antiguo, decidieron adornar su establecimiento con farolillos «para dar ambiente». Otros como Rafael Ruano, propietario del Bar Ceuta, se quejaban de que el Ayuntamiento no dejara decorar también las calles, de que no pasearan caballos, de la falta de música. En la plaza de José Palomo, una de las más concurridas en años anteriores, faltaba la alegría de la feria.

En ese primer día el Centro no sólo respiró tranquilidad; también un poco de nostalgia.