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Vicente Martínez Pujalte muestra a los fotógrafos su declaración de bienes y rentas, tras ser acusado de «uso indebido» de su condición de diputado.
Pujalte, el defensa leñero

Pujalte, el defensa leñero

El único diputado expulsado del Congreso adora el dominó, lee todo sobre el Papa, fue vicepresidente del Levante y perdió dos dedos tirando una traca. Ahora se ha sabido que cobra 5.000 euros al mes por asesorar a una constructora

Fernando miñana

Domingo, 3 de mayo 2015, 00:20

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Vicente Martínez Pujalte (Murcia, 1956) es una de esas personas sepultadas por su caricatura. El ciudadano medio asocia su nombre al del político lenguaraz, al del tipo que lucía un bigotillo a lo Martínez El facha mítico personaje de la revista El Jueves y a su risa fácil. Pocos conocen su fino olfato en asuntos económicos, pero a la mayoría le suenan sus escándalos, sus arrebatos parlamentarios y su perfil más díscolo.

Estos días acaba de regresar al escaparate de la actualidad española por los honorarios que ha percibido, 5.000 euros al mes, por darle consejos de vez en cuando a una empresa vallisoletana, Collosa, beneficiada con unos parques eólicos en Castilla y León. El PSOE e IU piden que el Congreso investigue a Pujalte «por el uso indebido de su condición de diputado» para cobrar de esta constructora. Él esgrime que todos sus ingresos, tanto los cerca de 76.000 euros que percibe por su cargo político, como los que ingresa como economista y administrador de Sirga XXI Consultores, están autorizados por la Comisión de Incompatibilidades. Y que la ética no la regula el código penal.

Pujalte ni pestañea. A sus 59 años tiene tantas cicatrices políticas que no se asusta fácilmente. En su historial figura el deshonor de ser el único diputado que ha sido expulsado del hemiciclo. Y ha estado en primera línea de grandes fuegos como el 11-M o Gescartera. La imagen que proyecta es la de un político resabiado que se permite, incluso, presumir de amistad con gente como Carlos Fabra (en la cárcel por delitos fiscales), Jaume Matas (en prisión por tráfico de influencias) o Rodrigo Rato (con varias causas abiertas). Del primero dijo, sin balbucear, que por lo que había leído «simplemente era un tema de tráfico de influencias».

El portavoz de Economía del PP fue expulsado del Congreso el 11 de mayo de 2006, durante un intenso debate en el que se encendió con gritos e insultos. Después de dos advertencias, a la tercera, el presidente de la Cámara, entonces Manuel Marín, le ordenó abandonar la sala. Pujalte, desafiante, le retó a que llamase a la Policía. Hasta que su colega Eduardo Zaplana siempre se ha dicho que en realidad su libro, titulado El acierto de España, lo escribió Pujalte, le hizo una indicación y aceptó irse. Eso sí, antes dedicó una reverencia burlesca a Marín y la bancada socialista. Un año después increpó a Laia Cañigueral (ERC). «Esta pequeña no me da lecciones de democracia», soltó. Marín volvió a llamarle al orden y después de dos advertencias le recordó lo que supondría la tercera. «Es lamentable esta forma de conducirse, todas las semanas y todos los días, faltando al respeto a sus colegas», exclamó el presidente del Congreso de los Diputados.

Martínez Pujalte nació en Murcia, pero se convirtió en doctor en Ciencias Económicas en la Universidad de Valencia, donde luego estuvo como profesor ocho años. En esta ciudad creció como político y entró, en 1985, como técnico en la Cámara de Comercio (ahora es funcionario excedente).

Simpático y corrosivo

Las malas lenguas cuentan que, harto de ser señalado como murciano, se le ocurrió que podía remarcar su valencianía convirtiéndose en directivo y accionista del Levante, club en el que llegó a ser, incluso, vicepresidente. «Todo un logro para un hombre que no sabía ni quiénes eran muchos de los jugadores», se ríe ahora un antiguo compañero de Pujalte, que lo mismo se encendía unos puros de palmo en el palco que en el tendido de la plaza de toros. Aunque más que su paso por el Levante, la marca de su valencianía la lleva en la mano derecha, en la que le faltan dos falanges desde que se entretuvo demasiado con una traca.

Una de sus señas de identidad fue el fino bigote que se dejó crecer cuando, de joven, quería parecer más mayor y que, antes de su boda, se afeitó para aparentar menos edad. Después de salirse del Opus Dei, se casó en 2012 con Isabel Borrego, doce años más joven y secretaria de Estado de Turismo. Y por ella se mudó a Palma. Pujalte es un católico convencido que ha leído más de 60 publicaciones sobre Benedicto XVI y que ahora se apasiona con Francisco.

En el PP valenciano le recuerdan como «muy simpático, muy suyo y bastante corrosivo» y no olvidan su entusiasmo en los partidos de políticos contra periodistas que organizaba Zaplana hace años. Pujalte, que nunca ha renegado de su fama de defensa leñero, era tan impetuoso que en un lance se rompió el menisco. También le encanta jugar al dominó y ahora, en la partida política, intenta no comerse el seis doble.

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