Pedro Sánchez pierde crédito interno en el PSOE
La barones lamentan que el líder del partido vaya «a lo suyo», las elecciones generales, y haya descuidado las autonómicas y locales
paula de las heras
Domingo, 7 de diciembre 2014, 13:44
El liderazgo de Pedro Sánchez, elegido hace tan sólo cuatro meses y medio secretario general del PSOE, no pisa en suelo firme. Aunque no esperan ... una recuperación milagrosa, en la dirección del partido aseguran que las cosas van bien, blanden encuestas que lo sitúan como el dirigente político mejor valorado del momento mejor que Pablo Iglesias, subrayan y defienden que su gran fortaleza reside en que «es percibido como un cambio» en un momento en que los españoles «no apoyan cambios radicales». Sin embargo, de puertas adentro, la preocupación e incluso el enojo cunde entre muchos de los que lo encumbraron al cargo para frenar a Eduardo Madina, cuando apenas era un desconocido para el gran público.
La primera en marcar distancias fue precisamente quien más tuvo que ver en su victoria, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. Fue su malestar con el diputado vizcaíno, al que no perdonó que forzara el primer proceso de primarias a la secretaría general y truncara así sus altísimas posibilidades de ser coronada por aclamación, lo que le llevó a mover toda su influencia, que es mucha, a favor de Sánchez. Antes de que se cumplieran los cien días de su designación ya dio muestras de una considerable decepción. Ahora evita mojarse por él como candidato a la Presidencia del Gobierno en las primarias convocadas para el 29 de julio y ni siquiera descarta de plano optar a ocupar su puesto en algún momento.
Susana Díaz consulta con los poderes del partido
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Susana Díaz ha empezado a erigirse, de nuevo, en receptora de todos los temores del PSOE por los movimientos de Pedro Sánchez, aunque de momento sólo recaba información. La presidenta de Andalucía ha evacuado consultas en las últimas semanas con el grueso de los poderes del partido, desde líderes territoriales a figuras sin cargo pero todavía con mucha influencia. Algunos han pasado por Sevilla, con otros ha hablado por teléfono. Ella trata de coser las heridas. Ella sí «cuida». Incluso ha recompuesto su relación con Eduardo Madina, que esta semana estuvo en la capital andaluza, y del que ahora «habla muy bien», según fuentes del partido.
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Nadie contempla, por el momento, un movimiento para descabalgar a Sánchez del poder. Sería, dice la mayoría, pegarse un tiro después de haber apostado por el actual secretario general para disparar la última bala. Pero hay quien asegura que a Díaz ya se le han presentado voluntarios para liderar la revuelta en caso de pinchazo electoral y señalan al actual portavoz parlamentario de los socialistas andaluces, Mario Jiménez, y a la exministra Carme Chacón, que forma parte de la actual dirección del partido como secretaria de Relaciones Internacionales.
La sorpresa inicial ante resbalones como la apuesta por los funerales de Estado para las víctimas de la violencia machista o la desaparición del Ministerio de Defensa ha dado paso a una inquietud más profunda y a una cierta sensación de falta de consistencia y de habilidad para transmitir que el PSOE tiene un proyecto bien armado. Pero curiosamente fue una decisión, para muchos bien tomada, pero muy mal ejecutada, lo que más evidente ha hecho el malestar interno: el voto a favor de la iniciativa de IU para deshacer la reforma del artículo 135 de la Constitución pactada en agosto de 2011 por José Luis Rodríguez Zapatero con Mariano Rajoy en un intento de evitar el rescate.
Los socialistas ya habían acordado en su Conferencia Política, con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente, completar el compromiso establecido entonces con los acreedores externos eso de dar prioridad al pago de la deuda con un blindaje constitucional de la educación, la sanidad y las pensiones. Pero lo que reprochan muchos a Sánchez es que comprara el discurso de IU y de Podemos, según el cual, fue la «traición» de Zapatero y su abrazo al principio de estabilidad presupuestaria lo que ha permitido a Rajoy recortar el Estado del bienestar.
Así sumó el joven líder socialista un nuevo miembro a su club de agraviados. Zapatero, que en junio ante el congreso extraordinario, dejó en la estacada a Madina para respaldar a Sánchez, respondió con su «mejor sonrisa». En público. En privado, ha manifestado su disgusto a aquel que ha querido escucharle. Y no es el único que está que bufa por un motivo u otro. «Pedro y César (Luena) son una fábrica de hacer enemigos. Buscan pocas complicidades, cometen errores sonoros...», dice un veterano con olfato político.
En la ejecutiva socialista restan importancia a estos resquemores. Aducen que poco importa el malestar de Zapatero por al asunto del artículo 135, bien reflejado por su exministro Miguel Sebastián, durante años muy afín a Sánchez, por cierto, en un artículo en el que bramó contra los «eslóganes políticos» y la falta de «rigor». O la desconfianza de Felipe González, al que se dejó en entredicho con el Código Ético que convierte en inadmisible que un exjefe de Gobierno cobre su asignación pública y también retribuciones por pertenencia, por ejemplo, a un consejo de administración. O el recelo del exvicesecretario general del PSOE, José Blanco, al que se puso en la picota al anunciar que se estudiaría la ayuda que recibió en su día para pagar la defensa del caso Campeón, finalmente archivado. Poco importa todo eso, dicen en la dirección socialista, si el mensaje que llega a los ciudadanos es el de que no hay vértigo al cambio y a la admisión de los errores.
Personalismo excesivo
El problema es que los partidos necesitan cohesión interna para ser eficaces. Y algunos, incluso entre los más afines a Sánchez, reconocen que las cuestiones orgánicas no marchan como deberían. Son muchos los que dicen no se sentirse «cuidados» por el líder. Entre los barones, empieza a calar la sensación de que va demasiado «a lo suyo», creen que se ha olvidado de que antes de nada hay que ganar unas elecciones municipales y autonómicas, y que para él lo único que existe es su candidatura a las generales. «Para nosotros es muy importante que a él le vaya bien; si él tira, yo tiro dice un candidato autonómico, pero no podemos hacer como si no hubiera nada más».
El caso es que los socialistas están muy inquietos ante lo que puede ocurrir en los comicios de mayo. En las reuniones de la ejecutiva ya se ha oído que «las municipales tienen que ser una plataforma; como no nos vaya bien, vamos a la irrelevancia». El miedo a la descomposición absoluta es real.
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