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Juan Cano
Martes, 22 de marzo 2016, 02:52
Samuel cree que todo ha sido un sueño. Más bien una pesadilla de la que aún está despertando. En la unidad de cuidados críticos (UCI) del Hospital Carlos Haya, donde permanece encamado, no está el delantero que perdió el partido contra El Palo en el campo de San Ignacio, sino un chaval de 24 años que el domingo por la noche le ganó a la muerte, y que ahora sonríe a la vida.
El desfile, ayer, fue constante. Directivos del Alhaurín de la Torre B, conjunto en el que milita, del que es capitán, y en el que creció como futbolista; compañeros de equipo, entrenadores de ahora y de antaño... Y, sobre todo, su familia, los padres y sus dos hermanos, que no se despegan de él ni un instante. Samuel les dice a todos con una sonrisa que desea calzarse ya las botas y volver a entrenar, que el club lo necesita, que hay que sumar puntos. Y que a lo mejor, piensa él, está disponible para el partido del próximo fin de semana.
Porque en la cabeza de Samuel, el joven que el domingo recibió dos puñaladas aún vestido de corto sobre el césped artificial del San Ignacio, siempre está el balón. «Es un enamorado del fútbol», dice alguien que lo conoce bien. Y lo fue desde pequeño. Echó los dientes en las categorías inferiores del Alhaurín del Torre, donde jugó hasta juveniles. Tras pasar una temporada por otro equipo, volvió hace dos años a su club de toda la vida y ejerció como segundo entrenador de los benjamines. También fue monitor de los niños del Lauro, el otro conjunto del municipio alhaurino. Aunque se gana la vida con empleos temporales como socorrista o en la obra, suele apuntarse a todos los cursos de formación que puede para construir su futuro mientras, cada fin de semana, recorre los campos de la región para disfrutar de su verdadera pasión, el fútbol.
Samuel, un joven que destaca sobre todo por su fortaleza física, es el capitán del B, el equipo que milita en la Tercera Andaluza. Es un delantero atípico, para empezar porque luce el dorsal 4, más propio de un central. Y es porque a veces, cuando al entrenador le hace falta o ve durante el partido que el equipo lo necesita, también juega en el centro de la zaga. «Es guerrillero, el clásico delantero incómodo para las defensas, y muy polivalente», dice un amigo con el que ha compartido vestuario, y que a continuación añade: «También es una persona muy sana y alegre, deportista, buen amigo y también buen compañero». Un tipo querido dentro y fuera del terreno de juego.
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