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JUAN CANO
Jueves, 29 de agosto 2013, 14:42
No recuerda su cara. Solo sus brazos alrededor del cuerpo y una voz cálida que intentaba tranquilizarla. «Es mi ángel», dice Nicole Zanlith, la menor de 15 años que ha perdido la visión del ojo derecho tras recibir un botellazo en la cara en los alrededores de la discoteca Olivia Valere, en Marbella. Una chica a la que no conocía de nada la auxilió tras la agresión. Fue la única. «Uno de los porteros le gritó que no me atendiese porque se iba a meter en problemas, pero no le hizo caso. Le pedí por favor que no me dejara sola; ella me contestó que no me preocupara, que se iba a quedar conmigo. Me tenía abrazada todo el tiempo. Su cabeza estaba sobre la mía. Le decía: 'No te puedo ver, pero te lo agradezco muchísimo'».
Nicole cuenta desde la cama del hospital donde permanece ingresada lo que sucedió la madrugada del domingo al lunes pasado, cuando acudió a Marbella para asistir a una actuación del dj Bob Sinclair. Salió de su domicilio, en Mijas, y cogió un taxi. «No le dije nada a mi padre. Él creía que me iba a quedar en casa de mi amiga». Según relata, las dos estuvieron toda la noche en la discoteca, donde se encontraron a un chico al que conoce desde hace años. «Todo estaba yendo superbien, hasta que salimos del local», añade.
Fueron a la parada de taxi para volver a casa. Esperaron un rato y, como no venía ninguno, la amiga de Nicole lo pidió por teléfono. Al cabo de unos minutos llegó uno. Cuando las dos chicas se disponían a subir, apareció un joven y dijo que era suyo. «De repente, se acercaron cinco más y empezaron a gritar a mi amigo. Yo no entendía lo que decían, hablaban en alguna lengua árabe. Entonces, lo cogieron del cuello y empezaron a empujarlo. Yo no quería que le pegaran y me metí en medio», explica.
La menor cayó al suelo. Volvió a levantarse, salió tras ellos, como se aprecia en el vídeo grabado con un móvil por una testigo, y volvieron a tirarla. «Cuando me iba a levantar, uno de ellos le quitó a otro una botella de vodka, de tres litros de la mano y me la estrelló en la cara. Se rompió en mil pedazos. Sentí mucho dolor. Me asusté y empecé a gritar. Nunca había visto tanta sangre», recuerda.
Ahí se dio cuenta de que no podía ver con el ojo derecho. Aun así, pudo observar cómo el grupo se iba a por su amigo y, según afirma, comenzaron a pegarle en el suelo. «También le golpearon con una botella, pero no se rompió como la mía. Le dieron una paliza y salieron corriendo. Él empezó a convulsionar. Casi se traga la lengua», continúa la joven. «Mi amiga intentó separar. Estaba muy nerviosa. Yo tampoco habría podido hacer nada si la veo a ella llena de sangre».
Empezó a agolparse cada vez más gente alrededor, pero solo se acercó a ayudarla una chica, su «ángel», insiste. «Se rompió la camisa y me la puso sobre la cara para intentar taponar las heridas y evitar que me desangrara, porque tenía seis cortes muy profundos. Si no llega a ser por ella, ahora mismo yo estaría muerta», explica, con un hilo de voz. Dice que le gustaría volver a verla para «darle las gracias».
Una espera «eterna»
La primera llamada al sistema de emergencias 112 está registrada a las 7.24 horas. El 061 recibió el aviso a las 7.27 y envió una ambulancia que llegó al lugar entre las 7.50 y las 8.00 horas, según fuentes del servicio sanitario. «La ambulancia tardó mucho», afirma Nicole, a la que se le hizo «eterna» la espera: «La chica pedía que alguien me llevase, pero los taxistas que había allí se negaron porque les iba manchar el coche de sangre».
Su padre, que la acompaña en el hospital durante la entrevista, interviene indignado: «No entiendo cómo la gente puede actuar así, solo porque podía ensuciar su vehículo... Preferiría comprarle al taxista un coche antes de que mi hija pierda un ojo». Michael Zanlith ha llegado a ofrecer una recompensa de dos mil euros por alguna pista fiable que conduzca al agresor. La policía ha identificado como presunto autor del botellazo a un menor, sobre el que hay una orden de detención, como ayer adelantó SUR. Aun así, el padre sigue buscando testigos que ayuden a arrojar luz sobre los hechos.
Nicole ingresó en el Hospital Costa del Sol antes de las nueve de la mañana, pero las fatalidades se seguían acumulando. No pudieron operarla hasta las dos de la tarde, cuando localizaron a sus padres para que firmaran la autorización. «Perdí mi móvil y mi amiga se quedó sin batería, así que no conseguíamos contactar con ellos. Yo solo quería que me operaran para intentar recuperar mi ojo». Tras dos intervenciones quirúrgicas, sigue sin ver. «El lunes me llevan a unos especialistas a Barcelona, aunque aún no saben qué posibilidades hay de que mejore», confiesa, esperanzada.
Su habitación siempre está llena de amigos y compañeros de instituto, además de sus padres y su hermana, que no se separan de su lado. Nicole acaba de terminar la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y, como cualquier chica de su edad, tiene la cabeza llena de planes de futuro. Hija de padre danés y madre colombiana, tiene familia en Inglaterra, donde le gustaría continuar sus estudios para ser diseñadora de moda. Quiere poner tierra de por medio cuando antes. Y olvidar esta pesadilla.
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