
Secciones
Servicios
Destacamos
BARQUERITO
Viernes, 1 de junio 2012, 03:29
La corrida de José Escolar tuvo no poco de ruleta rusa. La bala envenenada fue un quinto toro cornalón. No todos los cornalones lo son de la misma manera. Éste, corto de tronco, zancudo y sacudido, lo parecía más de lo normal justamente por eso. De carácter violento, indispuesto después de pelearse con genio en una primera vara, más entregado en una segunda y a cabezazos en una tercera de la que salió suelto, escamado, desparramando la mirada y poniéndose por delante o revolviéndose celoso.
En el canon clásico de Saltillo esa belleza singular que no es común en los toros degollados pero el encaje de cabeza, cuello y tronco era muy armonioso. El más fino de cabos de los seis de envío. Tan lustroso que la pinta cárdena parecía niquelada.
'Corredor', número 39. Más astifino imposible. Vuelto de cuerna, casi remangado. Salió, además, galopando. La presencia primera fue como la de una aparición. Así que después de tanta bonanza se hizo doblemente sórdido y duro el trago de acíbar del quinto. Se fue a buscar al toro Fernando Robleño a tablas de sol y a contraquerencia pegó el toro un arreón de bólido. Pareció no venir a engaño. Robleño se dobló con él en breve faena de castigo poderosa: certeros los toques a los costados.
Soberbio oficio
Después del castigo, el toro sacaba la antena antes de entrar en suerte. Robleño le aguantó sin miedo, cambió de espada sin que nadie se diera ni cuenta y en la suerte contraria y muy pegado a tablas enterró una estocada de soberbio oficio. Levantaron al toro. Hubo que descabellar. A la primera.
El toro que se jugó después, montado, largo y bien armado, de buen porte, fue, después del gran cuarto, el de mejor son. Aunque es torero de escuela y con oficio, no terminó José María Lázaro de cogerle el aire al toro. Sí en una primera tanda sin cata previa, en distancia, paralelo a tablas, con la diestra, ligada.
López Chaves no pareció estar a punto para la ocasión: ni para San Isidro ni para una corrida como la de Escolar que de antemano se anunciaba como dura de roer. Se atragantó con su primer toro, que se venía al pasito y le tomó el número de matrícula enseguida, y no llegó a acoplarse ni a decidirse con el hermoso cuarto. A los dos los toreó de salida de capa con enjundia, a suerte cargada y sin ceder terreno.
Lo más emocionante lo hizo Fernando Robleño con el segundo de la tarde. Veleto, descarado y cornipaso, escarbador, de muy desigual ritmo y rarísimo estilo. Pero estaba el descaro seguro de Robleño, torero de corazón. Y cabeza: su serenidad, su paciencia y su ciencia; su técnica para enganchar por delante y esperar tapado la vuelta del toro y bajarle los humos. O desmoralizarlo, que fue lo que pasó. Y una estocada excelente que tiró sin puntilla a ese primer 'Palomito' de lote.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.