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M. SÁIZ-PARDO
Domingo, 17 de julio 2011, 03:24
Raimundo López-Peñalver era uno de los pocos españoles que seguía en la excolonia en enero de 1976. Él, a diferencia de los miles de españoles retornados a territorio nacional en la denominada 'operación Golondrina' a finales de 1975, se había quedado en el Sáhara Occidental. Allí tenía todavía su trabajo, como empleado de la compañía de fosfatos Fos Bucraa. Para entonces, esa compañía, nacionalizada por Marruecos el 1 de enero de 1976, se había convertido en objetivo de ataques por parte del Frente Polisario, según reconocen las asociaciones prosaharauis, que hablan de «objetivo militar» contra la «invasión colonial».
López-Peñalver era uno de los técnicos que se ocupaba de supervisar la cinta transportadora de casi cien kilómetros de longitud que llevaba los fosfatos de los yacimientos al mar y que era blanco prioritario de los sabotajes.
El 10 de enero de 1976 escuchó una explosión en la estación cinco de la cinta. De hecho, una mina había alcanzado a un camión de la compañía y había herido a tres trabajadores.
López-Peñalver no se lo pensó y fue al rescate de sus compañeros. Sin embargo, nunca llegó. En su apresurada vuelta a la estación cinco pisó con su todoterreno una mina. El artefacto alcanzó de lleno el vehículo, matando a su ocupante de inmediato, y provocó graves heridas a su acompañante, que años después murió por las lesiones.
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