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:: BORJA OLAIZOLA
Jueves, 14 de octubre 2010, 05:27
Se llama Aurora Díaz, tiene 50 años y una simple frase en defensa de su marido, pronunciada anteayer en el palco de autoridades del desfile del Día de la Hispanidad, la ha convertido en una de las protagonistas indiscutibles de la política nacional. La escena tiene mucho de esperpento: tribuna reservada a los presidentes de las comunidades autónomas en los prolegómenos del desfile militar. El matrimonio Revilla-Díaz se sienta junto a otras autoridades hasta que, momentos antes del inicio del acto, el presidente cántabro abandona el palco para saludar al Rey. Sabido es que tiene un más que notable tirón popular, así que entre el público que presencia el desfile se oyen algunos gritos de «¡Revilla, Revilla!». En la tribuna se instala la perplejidad cuando uno de los invitados, el consejero de Transportes e Infraestructuras de la Comunidad de Madrid, José Ignacio Echeverría, hace un comentario en estos términos:
-«Hay que ver lo que es el mundo, cualquiera se hace famoso con una anchoa y un taxi».
La mujer de Revilla, que está sentada delante de Echeverría, se da la vuelta y le responde:
-«Oiga, no es por eso, sino por ser honrado y buen gestor».
El consejero madrileño intenta quitar hierro al asunto. «Oiga, señora, no se pique usted», le dice, a lo que ella responde: «No me pico, él ha ido en taxi toda la vida, pero si es presidente se nota más».
Según la única versión que hasta ahora ha trascendido, que es la de la mujer de Revilla, la conversación terminó en ese punto. Cuando el presidente cántabro regresó a la tribuna, el consejero de Esperanza Aguirre se había mudado de asiento para alejarse de la pareja. Con su desparpajo habitual, Revilla comentó lo que había ocurrido en la tribuna con un corrillo de periodistas al término del acto institucional y dijo que estaba muy orgulloso de la actitud de su mujer. Los abucheos al presidente Zapatero durante el desfile se llevaron los grandes titulares de la jornada, pero la parte más sabrosa del menú estaba en ese rifirrafe entre un consejero aparentemente incapaz de contener su impertinencia y una 'primera dama' autonómica resuelta y leal a su marido.
En casa de ella
Aurora Díaz irrumpió en la vida de Miguel Ángel Revilla por la tronera de la política. Leonesa de nacimiento, entró a trabajar en la sede santanderina del Partido Regionalista Cántabro (PRC) y allí conoció al que unos años después se convertiría en su marido. Tienen una hija de 11 años, Lara, y viven en el piso que Aurora tiene en la localidad de El Astillero, un municipio de 18.000 habitantes situado a 7 kilómetros de Santander. Se trata de una vivienda sin pretensiones, en cuyo vecindario pueden encontrarse parados, empleados de las empresas cercanas e incluso inmigrantes rumanos.
La diferencia de edad entre ambos (Revilla tiene 67 años, 17 más que ella) hace que algunas lenguas atribuyan a su mujer una gran influencia en la toma de decisiones. Sabido es que en terrenos tan resbaladizos resulta imposible extraer conclusiones cartesianas, así que lo único que se puede aventurar con certeza es que Aurora ha asumido con todas las consecuencias el papel de 'primera dama' de la comunidad que le ha tocado representar. «Es la 'primera dama' más 'primera dama' que ha tenido Cantabria desde que se puso en marcha la autonomía», dice un atento observador de la política regional.
Aurora Díaz sigue trabajando en la sede del PRC, donde desempeña el cargo de coordinadora en Santander. Su fidelidad a su marido, y por extensión a su 'jefe', le lleva a sacarle la cara siempre que tiene oportunidad. «Lo que ocurrió el martes en Madrid no es más que una extensión de lo que a nivel local suele hacer cuando ve que su marido puede estar en apuros», observa el mismo conocedor de la realidad cántabra.
Revilla, por lo que se ve, sí tiene quien le defienda, aunque no da la impresión de que al presidente cántabro le falten precisamente argumentos. El mismo martes comentaba el suceso en estos términos: «A mí no se me ocurre tener un invitado en Cantabria en el palco de autoridades, y hacer un comentario de ese tipo. Además, ese señor no me conoce de nada».
El episodio no pasará a los anales del Día de la Hispanidad, pero sí arroja algo de luz sobre la cara oculta de una clase política cada vez más cuestionada. A la brava Aurora le llovían ayer las felicitaciones en los foros de Internet, mientras su marido se disponía a enviar su currículo al consejero madrileño para demostrarle que sabe de algo más que de anchoas.
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