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Gonzalo de Castro asegura que el teatro es su «proteína». :: SUR
ENTREVISTA

Gonzalo de Castro, actor y protagonista de 'Glengarry Glen Ross': «En este trabajo estás siempre muy solo»

«Hoy se ha impuesto la máxima: 'quítate tú para ponerme yo'», dice el popular intérprete, que este fin de semana actúa en el Cánovas

REGINA SOTORRÍO rsotorrio@diariosur.es

Jueves, 8 de abril 2010, 10:44

Atiende al teléfono mientras se toma un zumo de tomate en la cafetería del aeropuerto. Es un lugar que conoce bien y en el que se siente cómodo. «Me relajo mucho», dice. Es casi el único momento del día en el que puede hacerlo. Después, llegará el movimiento de cámaras, los focos, los guiones de un lado a otro, los ensayos... y ¡acción! Esta semana, a Gonzalo de Castro le toca cruzar el país: de Madrid a Asturias para grabar nuevos capítulos de su serie 'Doctor Mateo' y, de allí, a Málaga para subirse a las tablas del Teatro Cánovas con la obra 'Glengarry Glen Ross', una cruda visión de la competitividad y la lucha por el éxito a cualquier precio en el mundo laboral. «El teatro me da esa proteína que necesito para aguantar la televisión», confiesa.

-Creo que le pillo en el aeropuerto, ¿pasa mucho tiempo en ellos?

-Bastante, pero me gustan mucho.

-¿Le gustan?

-Sí, me gusta el tránsito de un sitio a otro, ese tiempo detenido que hay.

-¿Son horas muertas o ha aprendido a sacarles partido?

-Les saco partido. La gente que está en los aeropuertos, por regla general, tiene una postura de espera, están esperando que suceda algo. Yo, realmente, me relajo mucho, leo mi libro, la prensa...

-Entre el rodaje de la serie y la gira de teatro, dormirá poco...

-Duermo poco siempre. Desde luego, en la serie hay que madrugar mucho y, francamente, no me cuesta. Y el teatro implica que los fines de semana tampoco puedo descansar como quisiera. Pero soy feliz.

-Todo sea por estar en el teatro...

-Todo sea por estar en el teatro, efectivamente. Esto ha sido un empeño mío, tomé la decisión de embarcarme en esta aventura sabiendo que iba a ser duro... pero no me podía perder a Roma, mi personaje.

-'Glengarry Glen Ross' se escribió a principio de los 80, pero bien podría haber sido redactada ayer...

-Sí, es una función con una vigencia extraordinaria sobre cinco trabajadores del sector inmobiliario que son sometidos a una prueba humillante, lo que desata una auténtica tormenta sobre cómo se comporta cada uno respecto a los demás. Es una obra magnífica que viene a reflejar lo que es el mundo del trabajo en condiciones extremas.

-¿Se ha impuesto la máxima de «el éxito a cualquier precio»?

-Creo que la máxima de hoy es otra: «quítate tú para ponerme yo» y el «todo vale». Y, por supuesto, el éxito como bandera, el éxito como frontera, el éxito como final del túnel... es de terror. Y todo ese mensaje está trufado con una dramaturgia extraordinaria y con la suerte de tener a unos compañeros de elenco con los que estoy en una nube. Es importante el término compañeros porque en el teatro, como en la vida, a veces no se encuentran. Y nos lo pasamos teta.

-Dice que es difícil encontrar compañeros en teatro...

-Compañeros en el término más romántico, en el sentido de gente con la que uno se encuentra cómodo, personas que te respetan y cuentan contigo... Todo lo contrario de lo que contamos en la función. La obra cuenta que cuando a un hombre se le acorrala es capaz de hacer cualquier bajeza. Los términos solidaridad y respeto al otro no existen. Es primero yo, después yo y luego yo. Y eso hoy en día abunda. Es repugnante verlo.

-¿Abunda también en su profesión?

-El mundo del espectáculo también tiene sus tinieblas, como todo. En este mundo del cine, del teatro y la la televisión, donde se mueven intereses, dinero... también hay. Con esto no quiero decir que seamos unos siniestros, pero también existen puñaladas por ahí. Ojalá que a mí no me toquen y que yo nunca las dé.

-Usted no ha sentido esa competitividad de la que se habla en la obra...

-Yo he sentido una competitividad sana y deportiva. Está muy bien que haya papeles que uno tiene que pelear, o papeles que te dan porque entienden que tu persona lo puede defender bien, o que de repente le den el papel que tú querías a otro, pero ese otro es mejor que tú... Y yo eso sí lo he sentido y creo que es normal. Lo que no es normal es el despacheo, la llamada telefónica, el mariconeo de última hora... (risas).

El precio del éxito

-El éxito, al fin y al cabo, tiene un precio, ¿cuál ha sido el suyo?

-Me siento afortunado y me parece genial que me pasen las cosas que me pasan. Prefiero el término popularidad, me siento un hombre querido y respetado. Pero el precio es alto, sí. En el fondo estás muy solo siempre. Estás solo en los aeropuertos, es tu vida y tu trabajo. Yo me he casado con mi profesión, y eso significa que renuncias a muchas cosas.

-Una curiosidad. Ahora que está sentado en una cafetería del aeropuerto, ¿no se siente observado?

-Sí, pero a mí eso no me importa. Mientras la gente sea educada... yo tampoco soy un cretino (risas). Lo que pasa es que de esos hay poquitos, la gente confunde el personaje con la persona y se creen con el derecho de saludarte como si fueses su primo con un golpe en la espalda...

-¿Esperan que usted les haga reír?

-¡Sí! Están siempre dispuestos a que tú les hagas el chiste, te hagas la foto sonriendo... El otro día llegó una señora con un bebé de dos meses que parecía un flan caliente y me dijo 'coge el niño y hazte una foto'. ¿Perdona? Como supuestamente tú cenas con ellos todos los domingos... y tienes que ser igual de gracioso que eras en 'Siete vidas', si no eres un gilipollas. Pero como soy ya perro viejo, en algunas cosas enseño los dientes, no me corto un pelo.

-¿Le ha costado deshacerse del rol de Gonzalo de 'Siete vidas'?

-Eso está más que enterrado, lo digo con todo el cariño a ese personaje. 'Siete vidas' me colocó en el lugar en el que hoy estoy disfrutando, sería cretino por mi parte decir que no.

-Son dos series de televisión en papeles principales y dos éxitos de audiencia. No es muy frecuente...

-La verdad es que no. (Risas) No sé por qué, pero creo que la gente me quiere bien, los personajes que hago son muy humanos y generan empatía con el público. Las productoras están encantadas conmigo (risas).

-¿Intentará que el personaje de Mateo no dure tanto como el de Gonzalo en 'Siete vidas'?

-Una temporadita más se hará. Pero no me gustaría que se alargara tanto, porque el teatro es importante para mí y el cine me está tentando. Este verano, cuando deje a Mateo me voy al cine.

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