La soledad del entrenador
Hay decisiones que, por más que uno intente entenderlas desde la lógica del deporte profesional, siguen resultando incomprensibles. La reciente destitución de Francis Tomé, el ... entrenador que llevó al Club Baloncesto Estepona hasta la élite del baloncesto femenino español, es una de ellas.
Conviene recordar -porque la memoria en el deporte suele ser más corta de lo que debería- que, hace tan solo unos meses, este club con Francis en el banquillo no solo logró un ascenso. Logró el ascenso: el que convirtió al Estepona en el primer equipo de la provincia de Málaga en jugar en la Liga Femenina Endesa, la máxima categoría del baloncesto femenino nacional. Un hito histórico para el club y para todo el baloncesto malagueño, alcanzado con trabajo, convicción y una dirección técnica impecable.
Ese logro, sin embargo, parece haber perdido valor en cuestión de semanas. Tras solo nueve jornadas disputadas -dos victorias y siete derrotas- el equipo ya se había medido al Spar Girona de Euroliga y, además, las cuatro derrotas que precipitaron su salida llegaron precisamente ante Perfumerías Avenida, Casademont Zaragoza, Valencia Basket y Lointek Gernika Bizkaia: dos equipos de Euroliga y dos de Eurocup. Es decir, Francis había dirigido ya al equipo frente a los tres representantes españoles en Euroliga y a tres de Eurocup, nada menos, alcanzando en varios de esos partidos un nivel de juego notable en el tramo más exigente del calendario.
Y lo más paradójico es que el cese llega justo cuando comienza la fase de la competición frente a rivales del nivel real del Estepona, el tramo donde se decide verdaderamente la ansiada permanencia. Una fase que, como suele ocurrir en estos casos, coincidirá además con posibles nuevas incorporaciones a la plantilla.
A ello se suma un elemento tan conocido como incómodo: el mercado, siempre atento al olor del problema. Cuando detecta dudas, se agita; ofrece nombres, presiona desde la sombra y genera ese ruido que empuja a algunos directivos a reaccionar por impulso. No es nuevo: es la dinámica de un ecosistema donde muchos trabajan para provocar cambios y pocos para sostener procesos.
El deporte profesional tiene su ley, la del resultado inmediato. Todos lo sabemos. También que el entrenador es, demasiadas veces, la moneda de cambio más fácil. Pero que sea habitual y también legítimo no la convierte en una decisión justa ni sensata.
Lo grave no es solo la destitución, sino el mensaje: que cuatro noches adversas pueden pesar más que un ascenso histórico, más que una trayectoria, más que la construcción paciente de un equipo que se estrena en una categoría feroz. Que el contexto no importa. Que el proceso solo vale en la inmediatez del último resultado .
Sin embargo, quienes conocen este deporte saben que la permanencia no nace de la ansiedad, sino de la estabilidad. Requiere tiempo, correcciones, confianza y una línea clara. Francis lo hizo: guió al primer equipo malagueño que pisa la élite femenina y lo acompañó en su debut con serenidad, criterio y sentido común.
Por eso cuesta entender que, justo cuando llegaba el tramo más accesible de la competición -el momento de medir de verdad el nivel del equipo- se opte por romper el proceso. No se puede pedir identidad de equipo de Liga Endesa sin conceder tiempo para construirla.
Tal vez lo que más duele es esa soledad tan propia del banquillo: la certeza de que todo un trabajo, incluso uno histórico, que el valor de un entrenador puede reducirse solo al juicio simplista de cuatro resultados.
Francis seguirá entrenando. Quienes trabajan bien siempre encuentran camino. En el deporte, como en la vida, cuando la precipitación sustituye a la confianza, pierde el entrenador... Pero, a corto o a largo, también pierde el equipo.
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