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Han pasado 54 años. Pero hay tragedias que el calendario nunca borra. Por más hojas que se arranquen. Por mucho que una implore a su memoria que sea benevolente. «Cuando recibes un golpe tan traumático siendo niña eso no se olvida. Se graba a fuego» . Tanto, que medio siglo después Dolores Marfil confiesa que no ha sido capaz de regresar al lugar donde se desató el caos aquel 18 de octubre de 1968: el Paseo del Limonar 22. Por entonces, sede del Colegio de las Hermanas Carmelitas. Le planteamos hacer las fotos de este reportaje allí, pero nos ruega que busquemos otro escenario. «No he tenido fuerzas de volver. No he podido. Una vez pasé con mi hija en coche y cerré los ojos», revela dejando patente cómo aquel suceso -ya historia de la crónica más negra de Málaga- marcó y sigue marcando su vida.
Pocos malagueños lo recuerdan, pero aquel 18 de octubre de 1968 murieron tres niñas y una veintena resultaron heridas. A una de ellas hubo que ... amputarle una pierna. Toda una herida para la ciudad. Ocurrió en plena madrugada. Mientras la mayoría dormía plácidamente en sus camas, en la primera planta. Apenas pasaba media hora de las doce cuando el edificio se derrumbó. En cuestión de minutos todo quedó reducido a amasijos de hierro, cables y hormigón. Por entonces, Dolores (que hoy tiene 61) solo era una cría de 7 años. Una niña miedosa que cada noche -cuando las monjas no la veían- iba en busca de su hermana mayor, Isabel, que dormía en la habitación de al lado. Ese día, sin embargo, aún no lo había hecho. Cuenta que estaba tumbada cuando comenzó a notar «un hilo de arena» cayéndole del techo sobre la frente. A continuación, oyó un crujido. Sintió un fuerte temblor y su cama se inclinó. El resto de sus recuerdos de ese día son confusos. Se le agolpan como una sucesión desordenada de diapositivas con las que lleva ya conviviendo «demasiados años».
Dolores Marfil. Víctima del derrumbamiento de las Carmelitas
De repente abrió los ojos, aturdida, y se vio enterrada bajo escombros. Asustada, desde su inocencia de niña, afirma que creía que las amenazas de aquellas monjas que la cuidaban se habían cumplido. «Lloraba cada día, porque echaba de menos a mis padres. Me decían que si seguía así iría al infierno. Al ver tanto humo blanco pensé que había llegado la hora y que ese era mi castigo. Que era el infierno», sentencia. Como pudo, logró levantarse y acercarse a una ventana tras la que oía sirenas, gritos, llantos… Allí, por suerte, le esperaban varios bomberos del equipo de salvamento.
La estampa quedó inmortalizada para la posteridad en la foto que acompañó la crónica de sucesos de SUR de la edición del 18 de octubre de 1968, en la que el rescate de Dolores fue protagonista. Su cama fue la única que no cayó a la planta de abajo, junto a la cuna de una pequeña de unos 3 años «que había quedado literalmente colgada de un trozo de suelo adosado a la pared que providencialmente no había caído arrastrada con el resto de la habitación», indica la noticia publicada en SUR.
'Trágico suceso en el Limonar' rezaba el titular de portada en un pequeño faldón, dado que el derrumbe se produjo a las 00.30 y obligó a improvisar y cambiar la portada a toda prisa para poder mandar la impresión a rotativa a tiempo. Como recoge la noticia, en el momento de los hechos el centro acogía a 104 menores de entre 3 y 10 años de edad, muchas de ellas huérfanas. Todas de modesta condición, enviadas allí por el Tribunal Tutelar de Menores o por la Junta Protectora. El nerviosismo y la confusión también se extendió entre las religiosas, hasta el extremo de que la madre superiora que padecía una enfermedad crónica de tipo hepático, tuvo que ser internada en la clínica del Limonar.
«Los trabajos de desescombro para la localización de las niñas que se hallaban bajo ellos constituyeron una auténtica obra de titanes. La labor del servicio de Bomberos fue heroica. La oscuridad de la noche dificultaba la labor de salvamento que se inició con la ayuda de linternas. Posteriormente, y salvando grandes dificultades, se logró hacer llegar dos vehículos del Servicio contra Incendios cuyos faros a toda luz iluminaron fantasmagóricamente la trágica escena», relata la información de SUR. Diarios nacionales como ABC o La Vanguardia también se hicieron eco de lo sucedido en Málaga.
Según dichas crónicas, fueron los vecinos del Limonar de casas colindantes al colegio los primeros en advertir la tragedia y lanzarse, en plena madrugada, a iniciar las tareas de salvamento. Ellos mismos dieron aviso a los bomberos, casas de socorro y hospitales en aquellos primeros momentos de incertidumbre y desconcierto en los que se desconocía el alcance del siniestro. ¿Su detonante? Como se afirma en las noticias de entonces, una excavación practicada para la construcción de un nuevo edificio que, al parecer, habría dejado el dormitorio prácticamente sin sujeción alguna. El juez de instrucción ordenó la apertura del expediente oportuno, como tituló la edición de SUR del día después, el 19 de octubre de 1968. En prevención de nuevos derrumbamientos, unas ochenta niñas que dormían en zonas aledañas fueron desalojadas y trasladadas al comedor, «que ofrecía mayor seguridad».
Aquella noche de octubre reinó el caos, del que fueron testigos todos los equipos movilizados al lugar de los hechos a socorrer a las víctimas. «Rápidamente acudieron los bomberos y varias ambulancias para recoger a las niñas que eran extraídas tras una labor verdaderamente angustiosa, puesto que la masa de escombros y muebles era enorme. Por todos lados se oían sollozos y gritos, hasta el extremo de que los que estaban realizando las tareas de rescate no sabían a donde acudir» informó SUR. A la clínica del Limonar fueron llevadas 12 niñas, a la casa de socorro del Hospital Noble 10 y dos al Hospital Civil.
Dolores Marfil acabó en el Noble. Ingresó con diagnóstico de conmoción cerebral y, según asegura, estuvo ahí «unas semanas». Aunque admite que sus recuerdos tras el siniestro son confusos. «Solo me acuerdo de que me vendaron la cabeza y de que estaba muy feliz porque venían a visitarnos al hospital y nos traían regalos», rememora. Peor suerte corrió su hermana Isabel, que entonces tenía 10 años. Su cama sí se desplomó por completo a la planta baja en el momento del derrumbe. «Seis meses estuvo en el hospital con problemas de espalda», añade Dolores. De madre marroquí y padre malagueño, ambas nacieron en Casablanca pero llegaron a Pedregalejo muy pequeñas, donde se criaron. Sus circunstancias familiares -eran 9 hermanos- hicieron que acabaran en las Carmelitas, donde permanecieron unos tres años internas. Hasta que aquel 18 de octubre puso patas arriba sus vidas.
Escucha aquí en audio la narración de los hechos en boca de Dolores, una de sus protagonistas
Las Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús son una congregación con presencia en toda España y en países como Mozambique, Cuba o Venezuela. En Málaga realizan su labor desde el Paseo de El Limonar, 22. El edificio original que sufrió el derrumbe data de 1891, cuando fue bendecido por el entonces obispo, el beato Marcelo Spínola. Tras el siniestro, a finales de los años 60 tuvo que ser derribado, momento en el que se aprovechó para construir una capilla así como un colegio más moderno. En 1919 llegó a las instalaciones la religiosa valenciana Asunción Soler (natural de Quart de Poblet, 1882), con el objetivo de revitalizar la Congregación de las Carmelitas de San Juan de Dios, que desde finales del siglo XIX gestionaba en esos terrenos un colegio para niñas huérfanas. En mayo de 1924, junto a ellas, Soler impulsó la citada Congregación de Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús. El colegio siguió su labor educativa tras la Guerra Civil, cuando llegó a contar con unas 300 alumnas internas. A partir de los 80, la extensión de los colegios públicos modificó la institución docente, que se convirtió en el primer colegio mixto de Málaga de los privados: el Colegio Madre Asunción, como se le conoce actualmente.
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