La fábrica de tabaco, una vieja aspiración malagueña
El 29 de julio de 1923 se inauguraron las obras de la fábrica de tabaco de Huelin, convertida hoy en un complejo con diferentes usos
VÍCTOR HEREDIA
MÁLAGA
Jueves, 1 de agosto 2019, 00:34
El tabaco fue introducido en Europa por los españoles en el siglo XVI. Inicialmente fue muy valorado por sus presuntas propiedades medicinales, pero ... muy pronto su consumo se extendió como un hábito social. Primero en polvo o en pipa, y más tarde en forma de cigarros y cigarrillos, los europeos le cogieron gusto al tabaco. En España se crearon las fábricas de Sevilla y de Cádiz, y a partir de 1801 se fundaron otras en Alicante, La Coruña, Madrid, Santander, Gijón y Valencia. A los especialistas se les pasó por alto que entre esa primera generación de factorías tabaqueras también hubo una ubicada en Málaga, aunque con una corta vida productiva.
El Palacio de la Aduana, diseñado por Manuel Martín Rodríguez a finales del siglo XVIII, quedó terminado en 1829 después de casi cuatro décadas de obras. Inmediatamente el grandioso edificio fue destinado a fábrica de tabaco, en la que se elaboraban cigarros mixtos y comunes. Carlos Gutiérrez de Pablo ha calculado que en la factoría malagueña pudieron trabajar al menos 230 mujeres, aunque en el momento de su desmantelamiento solo constaban 43 operarias. La manufactura de la Aduana apenas funcionó durante un quinquenio, ya que una real orden de 20 de agosto de 1834 dispuso su cierre y el traslado de la maquinaria y del personal a una nueva fábrica situada en Santander.
Esa primera factoría dejó en la capital malagueña el regusto amargo de una oportunidad perdida. El crecimiento industrial de la ciudad en las décadas centrales del siglo XIX permitió que la demanda de reponer aquella fábrica quedara casi en el olvido, pero la crisis económica de fin de siglo y la apertura de nuevos centros tabaqueros en San Sebastián y Logroño por parte de la Compañía Arrendataria de Tabacos (CAT) estimuló de nuevo la demanda local de una fábrica de tabaco. El alcalde Salvador Solier consiguió que su amigo el presidente del Consejo de Ministros, Antonio Cánovas del Castillo, firmara el 23 de abril de 1896 un acuerdo para establecer una en La Malagueta. El 31 de julio de ese mismo se realizó el deslinde de los terrenos donde debía emplazarse la tan deseada industria, llamada a crear numerosos puestos de trabajo, pero el proyecto nunca se convirtió en realidad, quizás por el asesinato de Cánovas un año más tarde.
La espinita de la fábrica de tabaco seguía clavada en la conciencia de la ciudad a principios del siglo XX. El incremento de la demanda llevó a la CAT a plantear la modernización de las factorías existentes y la construcción de otra nueva, que iba a ser ubicada en Tarragona. La intervención del ministro de Hacienda, el malagueño Bergamín, consiguió que la empresa aceptara hacer otra en Málaga. Un real decreto de 23 de mayo de 1922 aprobaba la creación de las dos nuevas fábricas.
Una vez redactados los correspondientes proyectos, el 2 de julio de 1923 se colocó la primera piedra de la fábrica tarraconense. Varias semanas más tarde, el 29 de julio, se procedió a la inauguración de las obras de la industria malagueña. El acto tuvo lugar en la Hacienda de San Rafael, junto al barrio de Huelin y contó con la asistencia de las autoridades civiles y militares, el obispo y el director de la Compañía, Francisco Bustos. El presupuesto inicial superaba los diez millones de pesetas y la construcción estaba a cargo del contratista Antonio Baena Gómez.
La preocupación entre las autoridades locales cundió cuando las obras quedaron paralizadas y existían fundados rumores de que se había desistido de implantar la producción en Málaga. Así fue, y aunque el complejo fabril quedó terminado, en 1929 empezó a funcionar como centro de fermentación para atender la necesidad de procesar la creciente producción nacional de hojas de tabaco. Se formaron comisiones que marcharon a Madrid para gestionar ante el gobierno la apertura de la fábrica como tal, pero no consiguieron nada.
Hubo que esperar casi medio siglo para que las magníficas instalaciones de Huelin sirvieran efectivamente para la producción de cigarros a partir de 1977. Pero la trayectoria de la segunda fábrica de tabaco malagueña fue también breve y se prolongó durante apenas un cuarto de siglo. Su historia ha sido estudiada por Concepción Campos en su libro Las cigarreras malagueñas. En 2001 Altadis, heredera de Tabacalera, decidió el cierre de la factoría, pese a que era la más productiva de la empresa. En el recinto se han instalado posteriormente oficinas municipales, el Museo Automovilístico y de la Moda, la Colección del Museo Ruso y el Polo Digital. Pero el sueño malagueño de tener una industria tabaquera se convirtió en humo.
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