La increíble historia del topo de Mijas
Manuel Cortés Quero (1906-1991) había sido el último alcalde republicano de Mijas entre marzo y noviembre de 1936. Cuando las tropas nacionales avanzaban hacia ... la capital, decidió echarse al monte con su mujer y su hija recién nacida hasta que, cansado de andar de un lado para otro, determinó huir él solo. Antes se despidió de su mujer y le dijo: «Juliana, tú nunca has intervenido en política. No te harán daño». Le dejó cincuenta pesetas, le dio un beso y se fue. Acabaría escapando por la carretera de Almería.
Manuel fue uno de los seiscientos mil soldados que perdieron la guerra. Desde Valencia regresó a su pueblo natal. Tenía treinta y cuatro años. El 17 de abril de 1939, dieciséis días después de haberse emitido el famoso parte de guerra que daba por concluidas las operaciones militares, Cortés apareció por sorpresa en la casa de su padre. Sabía que si lo cogían lo meterían en la cárcel, si es que no lo fusilaban. Allí permaneció escondido dos años en un zulo. Por las noches salía a estirar las piernas y los brazos agarrotados. Su único vicio consistía en fumar. Su mujer, asustada, le regañaba, no fuese que lo descubrieran por el humo.
Esta alquiló una casa en el número 5 de la calle Capitán Cortés. Debajo de la escalera había una alacena que años atrás había servido, paradojas del destino, para ocultar una imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Tras la alacena abrió un boquete que venía a parar justo al hueco de la escalera. La obra la tuvieron que hacer una semana santa, pues la pared daba a la casa de la vecina. Como esta era muy piadosa y no se perdía una procesión ni los oficios, aprovecharon esos días para ampliar el hueco de la alacena, entre el ruido de los tambores que amortiguaban los de la obra. En este segundo escondite, más amplio que el anterior, permaneció oculto otros diez años. Solo sabían de su paradero su mujer Juliana y su hija María. Durante estos primeros años, la casa fue registrada en varias ocasiones. Los guardias, al ver la talla religiosa, cerraban la alacena y no seguían buscando. Fueron años muy duros. Juliana sacó adelante a su familia trabajando de recovera: todos los días iba andando hasta Málaga para vender sus propios huevos.
En 1951 compraron una vivienda en la misma calle. Manuel la cruzó disfrazado de anciana. En esta casa, en la segunda planta, tras un armario, habilitaron una pequeña habitación sin ventana. Aquí el topo de Mijas podía estar más cómodo: escuchaba la radio muy bajita, leía Diario Sur y liaba esparto para ayudar a sostener la economía familiar. Aunque este periodo también estuvo lleno de sinsabores. Se tenía que arrancar él mismo los dientes que le dolían: los movía y, a los cuatro o cinco días, los extraía de un golpe con los dedos, sin necesidad de tenazas ni nada. Así se sacó nueve o diez dientes.
Cuando padecía alguna enfermedad, Juliana iba al médico y simulaba los mismos síntomas de la dolencia de su marido para conseguir de esta manera las medicinas. En cierta ocasión le llegó a decir: «Si me muero, no digáis nada y me enterráis en el patio». Aunque el peor momento fue el de la boda de su hija, en 1960, a la que no pudo asistir. Precisamente, su yerno Silvestre se enteró de su existencia en el viaje de novios.
El 28 de marzo de 1969, cuando escuchaba por la radio el parte de las diez de la noche, se enteró de que Fraga, ministro de Información, anunciaba que Franco perdonaba todos los delitos cometidos en la guerra. Para cerciorarse de que esta noticia era verdadera esperó a leerla en el BOE, que había conseguido gracias a un portero del ayuntamiento. Le acompañó hasta Málaga el alcalde de Mijas, Miguel González Berral, y se presentó en el cuartel de la Guardia Civil del pasillo de Natera. El teniente coronel al mando le dijo: «Es usted libre».
Unos días más tarde aparecieron por Mijas el reportero Juan Mayorga y el fotógrafo Salvador Salas, ambos de SUR. Encontraron al exalcalde en el bar tomando una copa y unos boquerones fritos con amigos y familiares. Al topo de Mijas se le había olvidado incluso andar por la calle. Hasta entonces, su nieta había pensado que era como un padre y a la vez un fantasma que siempre estaba en casa y del que no se podía decir nada a nadie. A los sesenta y cuatro años, se le inscribió en el registro civil de Mijas como «recién nacido».
Tras treinta años escondido, nunca renegó de la democracia ni de su pasado político. Fue fundador del PSOE local y lo presidió hasta su fallecimiento en 1991.
El topo de Mijas en el cine y la literatura
Aunque hay quien asegura que la Guardia Civil de Mijas conocía el escondite del exalcalde y se hicieron los tontos, la historia de una persona que permaneció treinta años escondido no deja de ser sorprendente. Tanto que, tan solo dos años después, se estrenaba una película que contaba su aventura: 'El hombre oculto'. En 1977, Manuel Leguineche y Jesús Torbado recogieron su historia en su ensayo 'Los topos'. Manuel Cortés ya había sido el protagonista, en 1972, del libro del historiador Ronald Fraser, titulado 'Escondido'. Sus peripecias han sido narradas en varios documentales y en la película 'La trinchera infinita' (2019), protagonizada por Antonio de la Torre. Es muy posible que Ricardo Mazo, el profesor de literatura protagonista de Los girasoles ciegos, esté inspirado en el topo de Mijas. Aquel también se escondía en una habitación disimulada tras un armario. Hoy existe una réplica del último escondite en el que estuvo oculto Manuel Cortés en el Museo Histórico Etnológico de Mijas. El edificio que lo alberga fue, curiosamente, el del antiguo Ayuntamiento, donde nuestro protagonista ejerció como alcalde en los últimos años de la II República.
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