Un centenario olvidado: Málaga y el desembarco de Alhucemas
Elías de Mateo
Historiador
Miércoles, 10 de septiembre 2025, 00:07
Entre finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, las grandes potencias europeas deciden repartirse África. Es el momento culminante del colonialismo. ... En aquellos años, el sultanato de Marruecos se encontraba sumido en una situación de caos.
Las divisiones internas entre los sucesivos sultanes, Abd al-Aziz y Abd al-Hafid con las tribus que no acataban su autoridad favorecieron la injerencia extranjera. En la Conferencia de Algeciras (1906) se reconoció, con el apoyo del Reino Unido, el derecho de Francia y España a ejercer un «protectorado» sobre Marruecos en detrimento de las pretensiones alemanas. En 1912, por el Tratado de Fez, y por otro convenio franco-español, se establecieron los sendos protectorados.
El control del territorio adjudicado a España en el norte resultó especialmente difícil. Las kábilas del Rif solo reconocían la autoridad religiosa del sultán. Para 1920, España no había conseguido dominar efectivamente su zona del protectorado, especialmente en torno a Melilla, pese a un importante despliegue militar.
Al año siguiente, el general Fernández Silvestre trató de conquistar por tierra la Bahía de Alhucemas, centro de la resistencia rifeña. Pero la debilidad de las líneas de comunicación españolas, lo agreste del terreno, la falta de preparación de muchas unidades militares, equipos y armamento deficientes y la traición de las tribus indígenas que, aparentemente, se habían sometido y habían conservado sus armas, propiciaran el llamado Desastre de Annual entre el 22 de julio y los primeros días de agosto de 1921.
En pocos días, los rifeños se encontraron a las puertas de Melilla que estuvo a punto de ser conquistada. Murieron 13.000 soldados españoles, muchos de los cuales fueron torturados y masacrados cuando ya se habían rendido. Además, los rifeños retuvieron 357 prisioneros españoles entre militares y civiles, incluyendo algunas mujeres y niños.
El desembarco de Alhucemas, una operación militar innovadora
Con notable esfuerzo y gran número de bajas, durante los últimos meses de 1921 y al año siguiente, el peligro se alejó de Melilla. Pero el norte de África seguía siendo una sangría para el país, tanto en lo humano como en lo económico. El informe Picasso puso de manifiesto las negligencias y la incompetencia que se enseñoreaban de la guerra en África. Además, los rifeños tenían un líder muy capaz, Abd el-Krim, que llegó a proclamar, en septiembre de 1921, la República del Rif, que controlaba un territorio de 30.000 km² con capital en Axdir.
Cuando Primo de Rivera se hizo con el poder, en septiembre de 1923, su primera intención fue abandonar Marruecos. Pero las presiones de los militares que habían combatido en África, junto a los compromisos internacionales de España y el hecho de que Abd el-Krim, envalentonado, decidió atacar la zona francesa en abril de 1925, cambiaron radicalmente la situación.
Francia, que hasta entonces no había ayudado a España en sus apuros en Marruecos, decidió cambiar de opinión ante el temor a una sublevación generalizada en su zona. En la Conferencia de Madrid, de acordó la coordinación y el apoyo mutuo entre ambos países.
Primo de Rivera decidió atacar el hasta entonces núcleo inexpugnable de los rifeños: la zona de Alhucemas donde se asentaba a la tribu de Beni Urriaguel a la que pertenecía Abd el Krim, y Axdir, donde este había establecido su cuartel general. El plan de ataque fue planeado por el general de Estado Mayor Francisco Gómez-Jordana, inspirándose en el fracasado desembarco franco-británico de 1915 en Galípoli, en los Dardanelos, pero corrigiendo sus errores. La operación consistía en el desembarco de 18.000 soldados españoles (finalmente fueron 13.000) en la bahía de Alhucemas con el apoyo de las flotas española y francesa y de la aviación.
El caudillo rifeño, conocedor de las intenciones franco-españolas, había reunido 11.000 hombres, además de 14 cañones de 70 y 75 mm operados por mercenarios alemanes y turcos, numerosas ametralladoras, además de minar la zona.
Todo el despliegue se realizó desde Ceuta y Melilla. Finalmente, el 8 de septiembre las fuerzas españolas decidieron desembarcar en el extremo de la bahía, en la playa de Ixdain y la Cebadilla tras un intenso bombardeo desde los buques españoles y franceses y de la aviación. El mando supremo se lo reservó personalmente Primo de Rivera, mientras que el de las fuerzas de desembarco estuvo en manos del general Sanjurjo. Se utilizaron 24 barcazas de desembarco K veteranas de Galípoli adquiridas a los británicos, además de carros de combate Renault FT-17 y Schneider CA1.
Participaron, entre otras unidades, 3 banderas de La Legión, 9 tabores de Regulares, los Batallones de África 3 y 8; 2 harkas de Fuerzas Indígenas, fuerzas indígenas de la Mehal'la; 1 compañía de carros de combate; 2 baterías de obuses de 105 mm y 4 de 75 mm; 1 unidad de ingenieros, 2 de intendencia y 2 de Sanidad, además de 1 Batallón Expedicionario de Infantería de Marina. Todas ellas a los mandos de los generales Leopoldo Saro Marín y Emilio Fernández Pérez, y de los coroneles Francisco Franco, Emilio Esteban Infantes, Manuel Goded y Adolfo Vara de Rey.
Abd el-Krim pensaba que el ejército español no era capaz de atacar en Alhucemas a la vez que estaba defendiendo Tetuán, por lo que lanzó el día 3 un ataque sobre esta ciudad, fracasando. Por su parte, el ejército francés, inició su ofensiva el día 10 de septiembre, obligando a Abd el-Krim a dividir sus fuerzas.
El día 22 de septiembre se reanudó la ofensiva en Alhucemas, conquistando los españoles Axdir el 2 de octubre, viéndose obligado Abd el-Krim a huir. En mayo de 1926, se entregó a los franceses, mientras todo el territorio del protectorado español era controlado militarmente y pacificado definitivamente.
El desembarco de Alhucemas fue la primera operación anfibia exitosa de la historia con el concurso combinado de unidades terrestres, marítimas y aéreas e inspiradora del desembarco aliado en Normandía.
España incrementó su prestigio internacional. Por su parte, nuestras Fuerzas Armadas demostraron su capacidad de combate y su modernidad.
Las repercusiones en Málaga
En nuestra ciudad aún estaban muy recientes los recuerdos del Desastre de Annual. Entonces el comportamiento y la acogida hacia los soldados heridos y enfermos resultó ejemplar. Ahora la situación era distinta. El desembarco y la campaña de Alhucemas se había concebido teniendo a Ceuta y a Melilla como puntos de partida y ciudades de retaguardia. Málaga quedó en un segundo plano.
Como en toda España, la prensa se ocupó extensa y pormenorizadamente de lo que sucedía en la costa marroquí a partir del día 8. Málaga contaba entonces con tres diarios: El Cronista, Diario de Málaga y La Unión Mercantil, además de dos revistas gráficas: La Unión Ilustrada y Vida Gráfica. Todas estas publicaciones recogieron en sus páginas el día a día de la campaña.
Pero los malagueños de entonces contaron con el privilegio de poder leer lo que ofrecía La Unión Mercantil y La Unión Ilustrada. La potencia económica de la empresa de la familia Creixel, junto a su compromiso con la presencia de España en Marruecos, hizo que sus lectores pudieran encontrar en las páginas del primero de los medios citados hasta cuatro secciones dedicadas al desembarco y al desarrollo de la campaña. En la primera y segunda páginas aparecía la sección «Por tierras africanas», donde el corresponsal del periódico, Arístides de Campomanes, relataba diariamente una crónica desde el propio frente de batalla, a veces con entrevistas a los mandos militares. Ya en la quinta página, en la sección «Francia y España en Marruecos», se recogían las noticias de agencia y las recibidas por teléfono y telégrafo. Por supuesto, en la sección local tenían cabida lo que ocurría en la ciudad relacionado con la guerra. Y en la página octava, en «Informaciones de Marruecos», noticias varias del conflicto y de otros aspectos de la vida al otro lado del Estrecho.
Y en Vida Gráfica y en la Unión Ilustrada, imágenes de los combates y fotografías de los principales mandos. Especialmente espectaculares resultaron las fotos obtenidas desde los aviones españoles. También mapas detallados.
Afianzada la cabeza de playa por las tropas españolas, tanto el Ayuntamiento como la Diputación se apresuraron a enviar sendos telegramas de felicitación al Rey y a Primo de Rivera.
La conquista de Axdir, donde tenía su cuartel general Abd el-Krim el 1 de octubre, dio lugar a varias celebraciones. Según la prensa, «muchas casas aparecieron con colgaduras y en los edificios oficiales ondeó la bandera nacional. Antes de las doce comenzaron a repicar las campanas de la Catedral y de las parroquias en señal de júbilo. Y desde las once, las bandas de música de los regimientos Borbón, Álava y la Municipal recorrieron las calles tocando alegres pasodobles».
El alcalde, doctor Gálvez Guinachero emitió un bando donde se decía:
«¡Malagueños¡
El ejército español que lucha en los campos de África en defensa de honor nacional, acaba de obtener un nuevo y resonante triunfo con la toma del poblado de Axdir, que se consideraba inexpugnable, dando una prueba más de su valor y heroísmo. Al objeto de exteriorizar la satisfacción inmensa que esta noticia ha de producir, estima vuestro alcalde cumplir uno de sus más ineludibles deberes invitando al vecindario a poner colgaduras en los balcones de sus casas, demostrando, de este modo su regocijo y reconocido patriotismo. ¡Viva España¡ ¡Viva el Rey¡ ¡Viva el Ejército¡«
Se organizó también el reparto de 4.000 panes a los pobres de la ciudad, un Te-Deum en la Catedral y un banquete a las autoridades en el Hotel Regina.
Desde el punto de vista religioso, además de lo ya señalado, tuvo lugar en el Santuario de la Victoria, ante la Patrona, desde el 8 de octubre, un Triduo de acción de gracias por el triunfo de las armas españolas predicado por el R. P. Hilario Orzanco, de la Compañía de la Misión, director nacional de las Asociaciones de la Milagrosa.
Como ocurrió en 1921, Málaga se convirtió en lugar de acogida de soldados heridos y enfermos, pero en mucho menor número que entonces. Fueron casi 200. Desde el día 10 de septiembre, y a bordo de los barcos-hospitales «Barceló», «Andalucía» y «Villareal» comenzaron a llegar.
Siempre los recibían las autoridades civiles, militares y religiosas. Luego eran traslados desde el puerto en las ambulancias de la Cruz Roja, Sanidad Militar y Parque Sanitario Municipal al Hospital Militar, antiguo convento de los Mínimos junto al santuario de la Victoria, al Hospital Civil y al Hospital Reina Victoria habilitado por la Cruz Roja en el palacete «Villa Feliciana» del Limonar. Como ocurrió en 1921, los malagueños los visitaban y les regalaban tabaco. También eran objeto de entrevistas que luego se publicaban en la prensa. Cuando se recuperaban partían en trenes especiales con destino a sus hogares.
Nuestra ciudad tuvo también entonces sus héroes. En combate fallecieron los tenientes de Regulares Francisco Segalerva Ruiz, el 12 de septiembre y Francisco Huelin Gómez, el día 21. Al primero se le concedió la Medalla Militar Individual a título póstumo. El traslado de su cadáver a Málaga y su solemne entierró, el día 4 de octubre, constituyó una multitudinaria manifestación de luto.
Desde el punto de vista logístico cabe señalar que Málaga suministró mediante buques-tanque el agua necesaria para las tropas desembarcadas.
Y será precisamente el pintor malagueño José Moreno Carbonero quién inmortalizará esta gran victoria en 1929. En ella, con su maestría habitual, concibe una composición muy arriesgada con Primo de Rivera y Sanjurjo sobre la cubierta del torpedero 22 dirigiendo la operación mientras a derecha e izquierda aparecen las lanchas de desembarco con regulares y legionarios lanzando vítores. Y, al fondo, la costa de Alhucemas y numerosos aviones españoles que hostigan al enemigo. Donación del autor al Museo del Prado, en la actualidad esta obra se encuentra expuesta en el Museo del Ejército en Toledo.
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