Anécdotas de la inauguración de Puerto Banús
José Banús Masdeu (1906-1984) era un acaudalado promotor cuya fortuna se labró –aseguran algunos– gracias a la construcción de la carretera del Valle de ... los Caídos. Fíjense si admiraba a Franco, que se hizo enterrar en el cementerio de Mingorrubio, en El Pardo. Hombre visionario, compró en Marbella los terrenos de la finca El Ángel (unos diez millones de metros cuadrados, por trescientos millones de pesetas) para construir el mayor complejo urbanístico y de ocio hasta entonces conocido en España. El proyecto, que se llamaría Nueva Andalucía, incluía hoteles, campos de golf, promociones inmobiliarias, plaza de toros, salas de fiestas, casino y, como guinda, un puerto deportivo. Su construcción empezó en 1967.
Junto al puerto se levantó un pueblo andaluz, con casas de no más de tres plantas de altura, encaladas de blanco, tejas morunas y puertas y ventanas de madera vieja. Nada de bloques de edificios ni de rascacielos. La inauguración de Puerto Banús tuvo lugar el lunes 23 de mayo de 1970 a las doce del mediodía. Corrió a cargo del flamante ministro de Obras Públicas, Gonzalo Fernández de la Mora, acompañado por el alcalde de Marbella, Francisco Cantos Gallardo y del gobernador civil, Víctor Arroyo. Sorprendentemente Franco, buen amigo del constructor catalán, no asistió.
Bendijo las instalaciones del puerto un personaje que merecería capítulo aparte. Hablamos del arcipreste de Marbella, monseñor Rodrigo Bocanegra, ataviado con su sempiterna sotana. Cuenta Juan de Dios Mellado que «Rodrigo Bocanegra, con el empaque que le daba su oronda figura, esparció agua bendita con el hisopo, miró a don José Banús y le sonrió. Todo estaba atado y bien atado y, además, bendecido, le dijo». A continuación, la comitiva recorrió los muelles del puerto considerado «como uno de los mejores del mundo», afirmaba el periodista de Diario Sur. Es cierto que gozaba de una ubicación privilegiada que lo acabaría convirtiendo en uno de los más exclusivos del Mediterráneo.
En realidad, Puerto Banús llevaba ya un tiempo funcionando antes de su inauguración. Allí estaban atracados algunos yates y un barco de la Armada. Si quieren curiosear cómo era Puerto Banús en 1970, no dejen de ver en Youtube un fresco reportaje, ideal para estos días de canícula. No se pierdan cómo hacían para hablar por teléfono los propietarios de los yates. La gasolina costaba entonces once pesetas el litro.
En el almuerzo en el Club de Golf el ministro, que debía de estar inspirado aquel día, pronunció unas bellas palabras: «Cada año, como aves migratorias, vemos cruzar muchos barcos deportivos. Mi anhelo sería que esas aves migratorias se transformaran en gaviotas sedentarias que anidaran en los pantalanes de nuestro puerto».
Puerto Banús podía acoger a más de novecientas embarcaciones en una superficie abrigada de doce hectáreas y media. Estaba perfectamente preparado para el suministro y abastecimiento de barcos, con toda clase de servicios para sus ocupantes. Solo podían entrar barcos que no superasen los cincuenta metros de eslora. Al poco de inaugurarse, la dinastía saudí compró dos pantalanes que hoy, aseguran, tienen un valor superior al millón de euros.
Ese verano, el 2 de agosto de 1970, se celebró una fastuosa fiesta de inauguración, la mayor que recuerdan los viejos del lugar. Al atardecer, se iluminó la torre de control, sonó el himno nacional y los yates hicieron zumbar sus sirenas. La fiesta se disfrutó en el Hotel del Golf de Nueva Andalucía y contó con mil trescientos invitados, aunque algunas fuentes elevan la cifra hasta los mil setecientos. De la lista se hizo cargo la esposa de José Banús, Pilar Calvo y Sánchez de León, mujer de rompe y rasga, aficionada al lujo y a las joyas. Entre ellos espumaremos los nombres del director de cine Roman Polanski; Hugh Hefner, fundador de Playboy; Aga Khan de Persia; los príncipes Juan Carlos y Sofía o Rainiero de Mónaco y Grace Kelly. Precisamente José Banús abrió el baile con esta última, ante la mirada orgullosa de su querida esposa. La velada estuvo amenizada por Julio Iglesias.
Pronto Puerto Banús se convirtió en el lugar favorito de los ricos que buscaban sol a raudales y buena vida. Ese verano de 1970 atracó el yate Giralda, patroneado por Juan de Borbón. Su presencia siempre fue discreta y respetada por los periodistas. Más tarde llegarían el yate de Cristina de Onassis; el Nabila, con sus famosas griferías de oro, de Adnan Khashoggi; el yate Star, de Rockefeller; o el Ávila, propiedad de los reyes de Bélgica. Y Puerto Banús se llenó de finas boutiques y caros restaurantes que demuestran su clase y señorío.
Hoy, un alquiler diario de un amarre cuesta poco más de dos mil euros. Su precio solo es superado en el Mediterráneo por los puertos deportivos de Marina Grande, en Capri; Porto Cervo, en Cerdeña y Marina di Portofino, todos ellos en Italia.
Otros proyectos pendientes en Málaga
El ministro Fernández de la Mora llegó el domingo a las seis de la tarde en un vuelo de Iberia procedente de Madrid. Nada más aterrizar, visitó las obras de la carretera de las Pedrizas, que ya estaban muy avanzadas. Durmió en el Hotel Málaga Palacio y, al día siguiente, concedió a los periodistas una rueda de prensa en la que se trataron los principales problemas de infraestructuras de las que Málaga adolecía. Estas eran la mejora del ferrocarril entre Málaga y Fuengirola (¡en 1970!), el ensanche de la variante de Torremolinos, la carretera Ronda-Costa del Sol o los problemas de saneamiento de la costa oriental. Mención aparte merecía entonces el proyecto (¿o sueño?) del embovedado del río Guadalmedina a su paso por Málaga. Se llegó a hablar entonces de la construcción de una gran avenida norte-sur que vertebraría la ciudad. En un suelto, el periódico define sin ambages al Guadalmedina como un «cáncer para la ciudad». Todos anhelaban que el nuevo ministro, que había sido nombrado por Franco apenas un mes antes, tomase nota de estas necesidades para su pronta ejecución.
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