Vuelven a detener a un miembro de la banda del patinete que tenía prohibido pisar el Centro de Málaga

El último arresto lo llevó a cabo la Policía Local de Málaga y tuvo lugar el pasado abril. Sobre las dos de la madrugada, una patrulla observó al sospechoso, un joven de 22 años y de nacionalidad marroquí, cuando iba por la calle Santa Lucía.

Lo conocían de intervenciones anteriores, por hurtos de teléfonos móviles y diversos objetos en locales de ocio de la zona, así que pusieron el ojo sobre él. Los policías locales, que vigilaban el Centro de la capital vestidos de paisano, se fijaron en que se encontraba en actitud vigilante siguiendo a dos mujeres que se encontraban, aparentemente, en estado de embriaguez.

Al percatarse de la presencia de los agentes, el chico se paró contra una pared y los policías locales procedieron a identificarlo. Fue entonces cuando comprobaron que tenía una orden de alejamiento de 500 metros del Centro, por lo que se le informó de que se iba a proceder a su detención.

En ese momento, cuando se solicitó la presencia de un vehículo con distintivos policiales para proceder a su traslado, el joven emprendió una huida a pie por las calles del Centro. Tras perseguir al sospechoso por las calles Velázquez, Lazcano y sus inmediaciones, finalmente lograron alcanzarlo, de nuevo, en la calle Santa Lucía.

Las fuentes consultadas por este periódico han precisado que el joven ofreció una fuerte resistencia durante su detención. Empleando la fuerza mínima necesaria, los agentes consiguieron reducirlo y proceder a su arresto, tras lo que fue trasladado a dependencias policiales.

Grupo organizado

Se le conoce como la banda del patinete porque algunos de sus miembros utilizaban este medio para desplazarse y, sobre todo, para escapar de los robos que cometen. Es –así lo considera la policía- un grupo organizado integrado por unos 30 jóvenes que estuvo haciendo estragos en el Centro.

A la banda se le atribuye, en gran medida, el aumento de hurtos en el entorno de los bares de copas y las discotecas, aunque también de los negocios de restauración.

El modus operandi era siempre el mismo. Se dividían en grupúsculos y se repartían zonas del Centro –calles concretas– para llevar a cabo «acciones coordinadas». Principalmente, de jueves a domingo. Buscaban los lugares –locales de moda– y momentos –el horario de cierre– donde se produce una mayor concentración de público, lo que les ayuda a pasar inadvertidos.