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Familiares de los marineros del Villa de Pitanxo esperan noticias en Marín. Pablo Cobos
«Ahora solo nos queda rezar, poco más podemos hacer»

«Ahora solo nos queda rezar, poco más podemos hacer»

Angustia en Marín. Familiares y vecinos de la tripulación del Villa de Pitanxo buscan respuestas y consuelo a las puertas de la armadora Nores

Javier Arias Lomo

Marín (Pontevedra)

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Martes, 15 de febrero 2022, 16:38

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La armadora Nores, en la localidad pontevedresa de Marín, se distingue al primer golpe de vista. Allí se agolpaban este martes un puñado de periodistas; primero media docena, entrada la tarde docena y media. De vez en cuando algún vecino preguntaba por novedades, si se sabía algo más de la suerte que había corrido el grupo de pescadores de los que todos hablaban en esta población de 24.000 vecinos. Diez muertos es el trágico balance. Tres supervivientes. El resto, desaparecidos. Era el último parte de una guerra que cogió a la tripulación del Villa de Pitanxo a más de 3.700 kilómetros de casa. El enemigo había sido más fuerte y se tragó al pesquero sin tregua.

«Aquí tampoco nos dicen nada. No dan mucha información», contaba Elizabeth Rodríguez, desencajada. No encuentra respuestas para tantos interrogantes. Anhelaba escuchar que su sobrino Jonathan Calderón, de 39 años y padre de dos hijos, estaba en la lista de supervivientes. Pero nada. «Solo nos queda rezar, no podemos hacer nada más», decía resignada. Se emociona. Recordaba que la vida de su sobrino es la mar: «desde que llegó a España -hace dos décadas, desde Perú- siempre ha estado en un barco».

Joshua también se dejó caer por la armadora. Mejor ahí la espera que en casa. Es de Ghana. Escuchó la noticia y no tardó en recordar que en el Villa de Pitanxo viajaban varios compatriotas, amigos. «Tengo cuatro amigos de Ghana en el barco, viven entre Marín y Pontevedra, tienen familia e hijos -contaba-. Uno de ellos es Samuel, que lleva 15 años viviendo aquí, en Marín, y tiene cinco hijos». «Hay mucha confusión. Puede que haya familias que si no han visto la tele tampoco sepan ni siquiera lo ocurrido», añadía.

Incertidumbre y tristeza en las calles de Marín.
Incertidumbre y tristeza en las calles de Marín. Pablo cobos

Manuel saludaba allí a Joshua y a otro compatriota ghanés. Relataba que viene desde Pontevedra y que su preocupación por lo ocurrido es máxima. «Acabo de estar en la casa de una de las mujeres de uno de la tripulación. Imagina cómo estaba, no tiene ninguna información», relataba antes de ir a ver a otra de las familias que aguardan noticias sobre el paradero de uno de los marineros.

El tercer integrante de la conversación mostraba una foto en su móvil de Eukutu, con quien recuerda que estuvo hablando este lunes. «Cuando no sabes qué va a pasar hablas de cosas normales», decía con la mirada perdida.

Muy poca información

La información llegaba a cuentagotas. Poca, muy poca. «Solo queremos nombres. Somos gente de mar, sabemos lo que ocurre cuando alguien se cae a esas aguas», decía Carlos Ordóñez, un pescador hoy en tierra firme y tío de William Arévalo Pérez, casado y con dos niños, quien hace 20 días se echó a la mar en el Villa de Pitanxo. «En este oficio somos todos familia o conocidos. Es una tragedia horrible», lamentaba mientras sonaba su móvil. Su rostro palidece, responde, se recompone y suelta un «nada, seguimos igual. A esperar. A rezar».

Este martes era un día lluvioso, lúgubre, y en Marín no abundan las palabras. Hablan más los silencios. «Lo peor es esta espera, la incertidumbre», decían dos mujeres de mediana edad en la improvisada conversación que inician con los periodistas. «¿A vosotros tampoco os dicen nada?», preguntaban. «Yo también pasé dos años en esta empresa armadora», recuerda con los ojos lagrimosos otro vecino.

«Para un pueblo como el nuestro... -lamentaba- Algunos son de aquí, otros de Cangas... No recuerdo un accidente de tráfico marítimo de tal magnitud...». A María Ramallo, alcaldesa de Marín, se le entrecortaba ayer la voz: «A este dolor se añade la incertidumbre. Nos piden datos, pero tenemos lo que tenemos. Me consta que la casa armadora no tiene más información que la que ya se ha dado. Los fallecidos no están identificados. Solo podemos esperar». La subdelegada del Gobierno, Maica Larriba -quien acudió a la sede de Nores-, admitió con tristeza que «los ánimos no pueden más que estar por los suelos». «Es una gran tragedia», insistía.

Ibrahim Baali es marroquí y lleva años viviendo en Marín. Se quedó a las puertas de embarcar. Sabe que ha salvado su vida, pero su rostro es de pérdida. «Ahí están mis amigos», decía, confiado en poder volver a abrazar a alguno de ellos más pronto que tarde.

Una veintena de familias mantenían la respiración. Saben que la esperanza no hay que perderla, pero el paso de las horas aumenta la angustia. En Cangas, dos familias se sentían privilegiadas: la del patrón, Juan Padín Costas, y la de su sobrino, Eduardo Rial. «Yo, mal que pese, estoy feliz pero el susto no nos lo quitan ni se lo deseo a nadie, porque es muy doloroso», contaba desde Cangas a 'La Voz de Galicia' Sara, la novia de Eduardo, aunque con gran respeto para quienes esperaban aún noticias de Canadá.

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