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Cambió la bata de laboratorio en Madrid por el uniforme de policía en Málaga. El inspector Matías Calcerrada, con sus conocimientos de química forense, ha impulsado un método para detectar falsedades en documentos que normalmente pasarían desapercibidas hasta para el ojo más experimentado. Ya no hay engaño que valga.
Con este sistema, a través de la microscopía óptima y la tecnología 'inkjet', tiene lugar un análisis informático comparativo que confronta los impresos que son objetos de investigación con otros de carácter verdadero. Y en ese proceso del cotejo quedan al descubierto hasta las manchas más diminutas. También aquellas que resultan imperceptibles para la vista.
Para ello se toman multitud de microfotografías a aquellos documentos que, por un motivo u otro, han levantado las sospechas de los investigadores. «Estas microfotografías están compuestas por una serie de patrones impresos, y el programa lo que hace es diferenciar y discriminar estos archivos con las muestras auténticas», resume Calcerrada.
Así, el análisis de los impresos ya no depende únicamente de la pericia del examinador, por muchos años de trayectoria que tenga a sus espaldas. «Habitualmente este proceso tendría una parte subjetiva bastante grande, por muy experto que sea el perito; pero este método permite analizar los documentos de forma cuantitativa y con mayor fiabilidad», expone el agente.
No cabe duda alguna sobre su fiabilidad. «El resultado es matemático», incide el inspector.
Trata de seres y terrorismo
Aunque este sistema se centre principalmente en delitos de falsedad documental, resulta de gran utilidad para investigaciones que tienen que ver con otras causas, como puede ser la trata de seres humanos, el tráfico de personas en situación ilegal o, incluso, aquellas que están relacionadas con el terrorismo.
«Los malos que cometen delitos de estas naturalezas se aprovechan de los flujos migratorios y se apoyan de forma muy recurrente en documentos falsificados para introducir a sus víctimas o a los propios autores en países de la Unión Europea», detalla el agente.
Los pasaportes, contratos, nóminas o certificados manipulados son algunos de los documentos que, con este programa, son rápidamente descubiertos. La falsedad de este tipo de archivos es, además, más frecuente de lo que cabría pensar.
En Málaga han tenido lugar recientemente distintas operaciones del Cuerpo Nacional de Policía para desarticular bandas especializadas en dar apariencia de legalidad a documentos que habían sido adulterados.
El pasado mes de agosto, sin ir más lejos, 15 personas fueron detenidas por dedicarse a facilitar tarjetas fraudulentas de residencia a ciudadanos chinos a través de una gestoría.
A los sospechosos se les imputan, entre otros, delitos contra los extranjeros, organización criminal o blanqueo de capitales. De ahí que el potencial y la importancia del sistema impulsado por el inspector Calcerrada sea innegable. Precisamente por eso su trabajo fue reconocido con el accésit en los Premios de Investigación de la Fundación de la Policía Española.
Fueron muchas las horas invertidas en esta aplicación. Solo en la fase experimental pasó trabajando cerca de un año y medio. «Ha sido un trabajo que requería muchísima dedicación, porque eran muchísimas las muestras que había que analizar», comenta el agente.
Para crear esta herramienta, detalla, utilizó como base un software gratuito y, usándolo como marco de partida, desarrolló la aplicación centrada en análisis de documentos.
«De momento sirve para la tarea de discriminación, pero el proyecto continúa en fase de desarrollo para que tenga más utilidades, como determinar cuál el origen exacto de una impresión», adelanta el agente.
De la ingeniería a la policía
El policía se dio cuenta de que su vocación era atrapar a los malos cuando, en vez del uniforme azul, vestía una bata de laboratorio. La suya es una carrera marcada por el esfuerzo y la constancia. Al finalizar la etapa escolar decidió comenzar Ingeniería Técnica Industrial. Una vez aprobadas todas las asignaturas, dio el salto a la química.
Primero vino un máster en esta materia y luego un doctorado. «Fue entonces, mientras me doctoraba, cuando me introduje en el mundo de la química forense, analizando tintas de documentos, drogas, explosivos... y me di cuenta de que me llamaba bastante la atención», recuerda el funcionario.
En aquel momento tomó la determinación de que, en cuanto terminase la tesis, comenzaría a prepararse para opositar al Cuerpo Nacional de Policía. «Llevaba mucho tiempo dedicándome a estudiar pero yo sabía que ese esfuerzo merecería la pena», subraya el agente.
Tras muchos días encerrado delante de los apuntes, con salidas contadas y con sesiones de entrenamientos intensivas, obtuvo su plaza con 28 años. No ha pasado tanto desde entonces. Ahora tiene 32 y la Comisaría Provincial de Málaga ha sido su primer destino.
Y a pesar de los pocos años que lleva en el cuerpo, su faceta investigadora ya le ha llevado a cercar a los falsificadores. Por mucho ingenio o imaginación que le echen, los malos ahora lo tienen más complicado que nunca si pretenden colársela a la Policía Nacional.
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