La frase que precedió al tiroteo de Humilladero: «Ya está, se acabó el problema»
El fallecido, que se llamaba Adrián y tenía 36 años, era considerado muy conflictivo y pertenecía a una familia, los Mocha, marcada por la tragedia
El hombre abatido a tiros el martes en Humilladero se llamaba Adrián, tenía 36 años y una fama de problemático conocida por todo el pueblo. Lo definen como un tipo pendenciero que andaba amenazando a cualquiera con el que se cruzara. Cuentan incluso que la semana pasada decenas de vecinos se plantaron en la puerta de su casa para que dejara de amedrentar a la gente. Y que el sábado la Guardia Civil tuvo que ir hasta allí por un altercado con su madre, que era la que más lo sufría.
Por eso la teoría más compartida es que los presuntos autores de su muerte, un padre y dos de sus hijos que viven a un par de calles, y que ahora duermen en los calabozos, dijeron hasta aquí. «Ya está, se acabó el problema», asegura un testigo que les escuchó decir, como preludio a los tres disparos que quebraron la quietud de la tarde. Los investigadores de la Guardia Civil no descartan otras hipótesis.
El barrio de la Realenga, donde ocurrieron los hechos, no es conflictivo. Es, curiosamente, un territorio compartido por dos pueblos de la comarca de Antequera: una parte de la barriada está en Fuente de Piedra y la otra, en Humilladero. Los detenidos viven en el primer municipio. Adrián, el de los Mocha, una familia marcada por la tragedia que ha protagonizado, como víctimas o victimarios, los últimos renglones de la crónica negra del lugar, en el segundo.
Adrián era sobrino de Carmen, la mujer que el verano de 2023 falleció tras sufrir un fuerte traumatismo craneal en un caso que el Gobierno catalogó como violencia de género. Antes de morir, Carmen delató a su pareja, a la que había denunciado por malos tratos, aunque el sospechoso quedó en libertad ante la dificultad para atribuir el óbito a las lesiones que presuntamente él le ocasionó.
Un año antes, en 2022, un hijo de Carmen, primo de Adrián, fue detenido por la muerte de Antonio Bautista, un jubilado de Humilladero al que dos personas asaltaron en su casa para robarle -como venían haciendo a primeros de cada mes, cuando sacaba la paga del banco- y al que acabaron matando tras golpearle con un azadón en la cabeza.
Antonio Bautista caminó 300 metros pese al traumatismo en el cráneo hasta llegar, moribundo, a la casa de su prima. Antes de caer desplomado, delató a su agresor, igual que haría Carmen un año más tarde con su pareja. La mujer, que se ganaba la vida echando jornales, dejó este mundo con dos de sus hijos en la cárcel. El tercero murió años antes.
Los hilos invisibles de la tragedia que anuda esta historia conducen hasta Adrián, un hombre demasiado joven que acabó, cuentan en el pueblo, atrapado en el mundo de las drogas. Su hermano Francisco, que lleva una vida completamente distinta -es camarero en una cafetería de Torremolinos-, reconoce su carácter conflictivo. Y la madre, hermana de Carmen, era quien trataba de sostenerlo y enderezarlo.
En el barrio de la Realenga, y en Humilladero en general, es difícil encontrar a alguien que no viera venir que Adrián acabaría teniendo problemas. «Que este muchacho iba a acabar muerto así o en circunstancias no naturales no le habría extrañado a nadie. Lo que más ha extrañado en el pueblo es quien lo ha hecho», comenta un vecino.
Los tres detenidos por el crimen, que se entregaron en el cuartel la misma noche del martes, son un padre y dos hijos de una familia grande considerada «normal y corriente» tanto en Humilladero como en Fuente de Piedra. La mayoría son jornaleros que viven de la aceituna, igual que Adrián, que se sacaba unos cuartos echando peonadas en el campo. Nadie alcanza aún a comprender por qué se subieron a un coche armados con una escopeta y, presuntamente, descerrajaron tres tiros contra él.
El mismo día de autos, Adrián estuvo en el Ayuntamiento para pedir que le dejaran hacer una llamada. No era algo extraño. A primera hora la tarde, hubo un primer incidente que su madre intentó apaciguar diciéndole a todo el mundo que su hijo se iba a meter en casa y no iba a molestar a nadie más. Según testigos, la mujer salió a la calzada a calmar los ánimos y fue atropellada por un coche, aunque aún no se sabe si guarda relación con lo que sucedió después o fue algo fortuito.
Acto seguido, se presentó otro automóvil del que bajaron unos hombres, se supone que los ahora detenidos. Tampoco está claro aún si utilizaron una o dos escopetas. Lo que sí se sabe es que emplearon postas, como demuestran los impactos que han dejado en la fachada de la vivienda. Adrián fue alcanzado de lleno y murió allí mismo.
La madre del finado fue trasladada al hospital. Presenta múltiples lesiones: un golpe en la cabeza, la clavícula rota, lesiones en la columna... Al parecer, también resultó herida por el impacto de las postas. Permanece estable bajo los cuidados de los médicos y de su hijo Francisco.
Fuentes próximas a la investigación se muestran cautas respecto al móvil del suceso, que en la barriada atribuyen a conflictos vecinales, y no descartan, por la gravedad de los hechos, que pueda estar relacionado con algún otro asunto. Al caso aún le quedan algunas líneas por ser escritas.
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