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Triana, a la izquierda, junto a su madre, en 2016, en la última sesión del juicio. J. Casares / Efe
Romeo y Triana, amor entre rejas

Romeo y Triana, amor entre rejas

La condenada, junto a su madre, por el asesinato de Isabel Carrasco acusa a Prisiones de impedir su relación con su pareja, un preso rumano

OLAYA SUÁREZ

Martes, 13 de febrero 2018

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A Triana, sobreprotegida, hija única, buena estudiante y con una prometedora carrera profesional en el ámbito de las nuevas tecnologías, la vida le tenía preparada grandes sorpresas. La vida o sus propias decisiones. El último golpe de efecto que ha protagonizado esta leonesa, condenada a 20 años de cárcel por matar a la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco -como cómplice de su madre y de una amiga agente de la Policía Local-, ha sido inscribirse como pareja de hecho con un preso rumano. Lo conoció durante su estancia en la cárcel leonesa de Mansilla de las Mulas, se llama Romeo Chaleru y está condenado por robo con fuerza, miembro de una banda itinerante que durante meses mantuvo en jaque a la Policía por sus múltiples golpes.

Precisamente el padre de Triana, el inspector jefe de la Policía Nacional Pablo Martínez, mando de la Policía Judicial de la Comisaría de Gijón, tiene entre sus cometidos perseguir los delitos que ahora le imputan a su recién estrenado yerno. Dice su entorno que se encuentra hundido por el quiebro que sufrió en su camino hace ya cuatro años, cuando él era jefe de la comisaría de Astorga y su mujer y su hija mataron a tiros a Isabel Carrasco, a la que consideraban un impedimento en la proyección de futuro de Triana. Urdieron un plan para vengar el supuesto freno que ejercía para que Triana pudiese acceder a un puesto laboral público en Castilla y León. «La maté por hacer un bien a la humanidad», dijo sin pestañear Montserrat González en el juicio celebrado en León en febrero de 2016. Fue condenada a 22 años de prisión por el delito de asesinato.

A las dos condenadas las debieron trasladar de la prisión leonesa después de dos años y medio de continuos problemas con funcionarios y el resto de reos. Las constantes quejas por la comida, por la limpieza en su celda y por las condiciones que, en su opinión, no estaban a su altura hicieron que desde Instituciones Penitenciarias optasen por su traslado al centro penitenciario de Valladolid. El cambio al penal de Villanubla supuso un importante varapalo para Triana, de 39 años, que había encontrado el amor en las actividades comunes organizadas con los reclusos del módulo de hombres. Fue entonces cuando decidieron inscribirse en el registro como pareja de hecho con el objetivo de tener derecho a los vis a vis.

Al margen de su estado sentimental, Triana y su madre parece que tampoco encuentran su sitio en la cárcel de Villanubla. Consideran que los funcionarios y la dirección del penal las tienen entre ceja y ceja. Otra nueva sensación de manía persecutoria que les acompaña desde hace años. «Estamos viviendo una auténtica tortura psicológica en este centro, donde nos mandan desde León para poder continuar su encargo. En el año que llevamos en el Centro Penitenciario de Valladolid, la dirección no nos ha dejado hacer ni una sola actividad. Llevamos un año mirando a una pared donde crece musgo», criticó duramente Triana en un comunicado remitido al Ministerio de Interior en el que añade: «No me han autorizado ni a hablar con mi pareja, ni a vernos (a las demás sí y sin aportar ellas acreditación alguna, como yo sí he hecho). De hecho, a él hasta le suelen presionar con que me deje cada dos días desde entonces».

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