Eduardo Tolosana
Este catedrático, experto en gestión y aprovechamientos forestales, advierte de un verano con «alto peligro de ignición» tras una primavera muy húmeda con gran acumulación de vegetación
Eduardo Tolosana (Madrid, 62 años), decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes, confiesa su sorpresa por la furia del incendio de Lleida, que el ... pasado martes abrió la veda de los grandes fuegos del verano, calcinando más de 5.000 hectáreas y matando a dos agricultores. Frente a estos desastres, Tolosana cree indispensable gestionar y aprovechar mejor los recursos forestales, aunque reconoce que se topan con una dificultad: «Falta personal porque es difícil encontrar gente que quiera volverse al medio rural». Catedrático en la Universidad Politécnica de Madrid, el decano de más de tres mil colegiados apremia a los políticos a gastar más en prevención. «En España dedicamos un 60% a la extinción de los incendios forestales y un 40% a la prevención. Y se debería invertir más en este último aspecto».
-¿Le ha sorprendido la virulencia del incendio de Lleida?
-Mucho, sí. Ha sido un incendio inusual que se ha desarrollado en su mayor parte sobre cereal, que no es tanta carga de combustible acumulada en un mismo sitio, pero a cambio es un tipo de combustible muy rápido. Y en presencia de viento esos incendios se mueven muy deprisa. En España no son comunes.
-El incendio de Lleida, calificado de sexta generación, ha liberado una cantidad de energía descomunal…
-Ha liberado una enorme cantidad de energía que se podría medir como la de las bombas atómicas, en kilotones o megatones incluso. Dado el desarrollo vertical que ha tenido (14.000 metros de altura de este pirocumulonimbo, que es como se llaman a las grandes nubes que se forman por las crecientes columnas de aire caliente de los incendios) y la velocidad de avance del frente (28 kilómetros por hora), estamos ante un incendio de una enorme intensidad, que por momentos ha estado absolutamente fuera de capacidad de extinción Y con una cantidad de energía liberada comparable a la de una bomba atómica.
-La principal hipótesis es que este último incendio se desató por una chispa de una cosechadora…
-Hay que hacer dos tipos de llamamiento. Uno a las personas que trabajan con posibles fuentes de ignición para que lleven extintores en sus tractores, lo que en el caso de las máquinas forestales es obligatorio. Y a los agricultores y ganaderos que quieran hacer uso del fuego para gestionar la vegetación, que se les proporcionen medidas de seguridad. Y por otro lado, hay que avisar con mucha intensidad a la gente que vive en urbanizaciones o en casas aisladas o en pueblos rodeados de árboles, que ahí un incendio es particularmente peligroso. Es lo que llamamos interfaz urbana forestal, que es donde se mezclan las edificaciones con las masas arboladas. Es obligatorio que las urbanizaciones tengan planes de autoprotección, pero cuesta porque la gente realmente no es consciente del riesgo que se puede correr y no sabe cómo tienen que comportarse ante uno de estos fenómenos.
-¿Estamos poco concienciados ante ese riesgo?
-Muy poco. El mayor número de víctimas no se produce porque se les queme la casa con ellos dentro, sino que se producen intentando huir o en una evacuación tardía y desordenada. En el caso de urbanizaciones aisladas, debería ser una obligación conjunta de comunidades autónomas, de ayuntamientos y de comunidades de vecinos concienciar, formar y hacer simulacros.
«Alto peligro de ignición»
-¿Viene un verano difícil?
-Dada la primavera húmeda y la proliferación de vegetación que ha habido, tenemos bastantes probabilidades de que sea un verano malo si es más caluroso de lo normal, como parece que se prevé. Si continúan estas olas de calor, hay un alto peligro de ignición.
-¿Toda esa masa forestal acumulada es un polvorín para los incendios?
-Sí. Tenemos dos problemas de fondo. Uno es el abandono del medio rural, pues donde antes se pastaba y se desbrozaba había poca carga de combustible. Ahora esos terrenos están ocupados por matorral y pequeños arbolillos, y ahí se va acumulando el combustible. Y el otro es que hace unas décadas, la gente obtenía leña de los bosques y eso prácticamente ha desaparecido. En España el grado de aprovechamiento sostenible de los recursos forestales -leña, madera, biomasa, corcho, resina…- es muy bajo. Apenas nos llevamos un 30% de la biomasa que crece anualmente y las otras dos terceras partes se acumulan. En Europa la media es del 60%. Y esto es un problema porque es otra forma de acumulación de combustible. Podríamos estar obteniendo materia prima renovable de una forma sostenible y positiva para la biodiversidad y no lo estamos haciendo.
-¿La tan comentada transición ecológica pasa por el uso de esas materias primas?
-La transición ecológica va a suponer que buena parte del hormigón y del acero que se usan en la construcción se sustituya por madera, y que una parte de los combustibles fósiles se sustituyan por biomasa de origen agrícola y forestal. Los poderes públicos tendrían que potenciar mucho más ese aprovechamiento, siempre con un criterio técnico, porque reduce los riesgos de incendios, genera desarrollo rural y nos ayuda en la transición ecológica.
-¿Y por qué no se hace?
-Tenemos un problema de despoblación. Aunque quisiéramos hacer ya planes de aprovechamiento nos falta personal. Es difícil encontrar gente que quiera volverse del medio urbano al medio rural. Se debería fomentar más trabajar en el monte o en el campo, y eso no se consigue de un año para otro. Hay que potenciar las escuelas de formación profesional y las ingenierías de montes, las forestales y las agronómicas, lo que lleva tiempo e inversión, y ya se sabe que los tiempos de los políticos no son los tiempos del medio rural.
-¿Faltan ingenieros de montes?
-Faltan operarios, maquinistas, agentes medioambientales, ingenieros forestales e ingenieros de montes, que son profesiones con pleno empleo. La ingeniería de montes es una profesión apasionante. Cuidar los recursos naturales, abastecer a la sociedad de recursos renovables y a la vez fomentar la biodiversidad y cuidar los bosques es una maravilla. Pero bueno, somos poco conocidos. A ver si los jóvenes se animan…
Invertir más en prevención
-¿Hay desproporción entre los recursos públicos que se dedican a apagar incendios forestales y a evitarlos?
-En España dedicamos un 60% a la extinción de los incendios forestales y un 40% a la prevención. Y se debería invertir más en esto último. Es verdad que no se puede prevenir en todas partes, pero ahora mismo tenemos programas de simulación y herramientas que nos permiten localizar lo que se llaman zonas estratégicas de gestión, es decir zonas donde hay mucha probabilidad de que se encuentren las trayectorias de varios incendios probables. Si en esas zonas concentramos los trabajos de prevención, creamos áreas de cortafuegos, desbrozamos el matorral, controlamos la vegetación herbácea, tendremos un entorno en el que va a ser fácil frenar, e incluso apagar cualquier incendio.
-A día de hoy, ya en pleno julio, ¿qué podríamos hacer para tratar de llegar a septiembre u octubre con el menor número de fuegos posible o ya vamos tarde?
-Bueno, los bomberos forestales y las cuadrillas contra incendios de las comunidades autónomas no permanecen inactivas. Cuando no están en trabajos de extinción o simulacros, están desbrozando y abriendo líneas de defensa y trabajando en temas de prevención. Lo que se puede hacer es continuar esos trabajos y reforzar la prevención. Pero yo recordaría el tópico de que los incendios del verano se apagan en invierno. Por eso hay que reforzar esos trabajos de prevención en invierno, trabajar en esas zonas estratégicas de gestión y sobre todo fomentar el aprovechamiento sostenible, dirigido por ingenieros de montes, ingenieros forestales y personas técnicamente cualificadas.
-¿Nos tenemos que acostumbrar en España a una nueva era de incendios tan devastadores como los de California o Australia?
-Aquí no hemos tenido ningún incendio como el de Pedrógão Grande, en Portugal, en 2017 que se llevó por delante la vida de más de 60 personas, pero puede ocurrir. Y la única manera de intentar reducir ese riesgo es gestionar el territorio, sea invirtiendo en prevención o haciendo aprovechamientos sostenibles e intentando retomar las actividades agrarias y ganaderas, pero con medios del siglo XXI. Y esa es la vacuna contra el riesgo de los grandes incendios. Los grandes incendios a lo mejor son un 1%, el otro 99% se apagan, sin llegar a tener una dimensión importante. Pero ese 1% es el responsable de quemar más de la mitad de la superficie Y en eso es lo que tenemos que esforzarnos, en que ningún incendio, pequeño o mediano, se convierta en un gran incendio o de sexta generación. Ese es el reto. Y la única manera es la gestión del territorio, la gestión forestal, la gestión agrícola y ganadera. Esa es la receta.
-Habla de incendios de sexta generación, ¿cómo serán los de séptima?
-Ojalá no lleguemos. No existe la definición de séptima generación todavía. Supongo que si algún día nos sorprende un incendio de sexta generación en el que se producen a la vez cuatro pirocumulonimbos en vez de una sola de estas grandes nubes de convección, pues a lo mejor a eso lo llamamos incendio de séptima generación. Pero no quiero ni imaginarlo.
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