Diálogo de perros
CRUCE DE VÍAS ·
A los dos nos atrae la pausa y el silencio, pero según ella son actitudes que se relacionan con el aburrimientoLucía confiesa no salir de casa los fines de semana porque le apabulla la riada de gente que hay por el centro de la ciudad. ... Las calles se desbordan y arrastran todo lo que encuentran a su paso, dice. Le corrijo que esto no pasa sólo los fines de semana sino todos los días. Llegamos a la conclusión de que los ferris tienen la culpa. A los dos nos atrae la pausa y el silencio, pero según ella son actitudes que se relacionan con el aburrimiento. El tedio no tiene ningún futuro. Me vienen a la memoria ciudades aburridas y asombrosas. Lucía cuenta que ayer se encontró con Daniel, un amigo común. Lo vio con bastante mal aspecto y se interesó por su estado de salud. Daniel le contestó que estaba bien, pero que apenas salía de casa. ¿Y eso?, le preguntó Lucía. Como sólo me ducho un par de días a la semana tengo la sensación de estar sucio, respondió. ¿Y por qué no te duchas todos los días? Para ahorrar agua y así poder regar las macetas de la terraza sin sentir remordimiento de conciencia. Las plantas necesitan el agua para subsistir. Además, yo soy mayor mientras que a ellas les queda toda la vida por delante. Daniel añadió que únicamente sale de casa para ir al supermercado a la hora que está más vacío. Luego vuelve a encerrarse en el caparazón.
De repente y sin mediar palabra, Lucía y yo nos echamos contra la pared para dejar paso a la vuelta ciclista que transita rodando por el medio de la calle peatonal. Las prisas nunca son buenas consejeras, dice espantada. Reemprendemos el extraño y concurrido paseo por las calles estrechas plagadas de tiendas para turistas que venden lo mismo en medio mundo, igual que pasa con las franquicias que ocupan las calles principales de las grandes ciudades. Una estampida de patinetes vuelve a impulsarnos contra la pared. Vamos a contracorriente, este es nuestro destino. Como Daniel, nosotros también somos viejos y estamos fuera de sitio, afirmo. Lucía me advierte que todavía no ha cumplido los cuarenta. Me habla de la ciudad concéntrica que se vuelve excéntrica. Hay que salir del centro para encontrar algún residuo de la vieja esencia. El centro está tomado por los guiris hasta el punto de convertirnos en extranjeros en nuestra propia ciudad. La ciudad excéntrica se forja en las afueras. El diálogo alcanza un crescendo orquestal, hasta que Lucía vuelve a mencionar el río. Las ventanas de los hoteles miran al río seco que traza la frontera de la ciudad. El aspecto del río evoca esa falta de agua que inmediatamente relacionamos con Daniel. Lucía dice que tiene que llover a cantaros hasta que el río se desborde y la corriente arrastre los escombros. Y entonces, ¿dónde jugarán los perros?, me pregunto.
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