«En el convento no entra una novicia desde hace 15 años»
Los monasterios siguen perdiendo fuelle: se han cerrado trece en un año y no llega el relevo. «Hay menos niños y menos fe», dicen las monjas de clausura
«Aquí no entra una novicia desde hace más de quince años», dice con resignación cristiana al otro lado del teléfono Gema Juan (Algemesí, Valencia, ... 55 años), monja de clausura y expriora del monasterio de las Carmelitas Descalzas de la Sagrada Familia de Puzol (Valencia). Gema (en su orden no se cambian el nombre) dejó sus estudios de Farmacia para abrazar la vida contemplativa en 1991, cuando aún no flaqueaban las vocaciones, las celdas se llenaban de jóvenes entusiastas como ella y las hermanas no presentaban las huellas del envejecimiento de hoy. Nada que ver con la actualidad.
Su convento sobrevive gracias a que su comunidad se ha ido fusionando con otras del Carmelo Descalzo. La última integración se produjo en agosto del año pasado cuando cerró el de Godelleta, también en Valencia, y siete monjas se incorporaron al de Puzol. Hoy son 20, todas españolas y la mitad octogenarias. Menores de 50 no hay ninguna (la más joven tiene 54), una tónica que, salvo contadas excepciones, se repite en la mayoría de las clausuras del país.
Es precisamente la avanzada edad de las religiosas, unido a la falta de nuevas vocaciones que impiden el relevo generacional, lo que está empujando al cierre de decenas de monasterios: solo en el último decenio (desde 2015) han sellado sus puertas 137.
Según la información facilitada por la Comisión para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Española (CEE), hasta enero de 2025 -últimos datos oficiales-, el total de abadías operativas ha bajado por vez primera de 700. Son 690 frente a las 703 del año anterior, trece menos y todas ellas de órdenes femeninas. La crisis también se ha notado intramuros. Hasta el pasado enero desempeñaban la vida monástica 7.439 monjas y monjes de clausura, 225 menos que el año anterior y 1.715 menos si nos remontamos a 2015.
En España
690 Monasterios de clausura abiertos
Hasta el pasado enero, había 690 monasterios de clausura, 653 de monjas y 37 de monjes, en España. Estos últimos (apenas un 6% del total) no han variado su número en relación a 2024. Son exactamente los mismos. Sin embargo han cerrado trece monasterios de órdenes femeninas en un año y 137 entre 2015 y 2025.
225 religiosos menos en un año
7.439 Monjas y monjes de clausura
También se ha producido un descenso importante en el número de religiosas. De 7.224 a 7.049 en solo un año (175 menos). En el caso de los monjes, han pasado de 440 a 390 (50 menos). Hasta el pasado enero había 7.439 monjas y monjes de clausura, un descenso de 225 miembros. En diez años, los conventos de clausura han perdido 1.715 monjas y monjes. En 2015 eran 9.154.
En su momento, la llegada de novicias extranjeras ayudó a frenar la 'sangría' poblacional de los monasterios, pero en opinión de Gema Juan, no es la vía para revitalizar los cenobios. «Hay hermanas del extranjero que han venido aquí y viven felizmente, pero ése no es el camino. La Iglesia ha sido muy clara al respecto y no creo que tengamos que buscar fuera el relevo. Es un tema que ha generado mucho sufrimiento, tanto para las personas que vienen de fuera como para las comunidades», sostiene la religiosa, que preside la Federación de Carmelitas de Aragón-Valencia. «Hemos de admitir que estamos en otro momento. Lo mismo que hubo una expansión muy grande después de la Guerra Civil, ahora es otro momento y hay que aceptar la reducción», apunta.
Económicamente, su convento sobrevive gracias a las pensiones de jubilación de las monjas que han cotizado como autónomas (entre 500 y 900 euros al mes) y a lo que obtienen de «pequeños trabajos sueltos» que les surge. Antes elaboraban en sus hornos las sagradas formas para la Eucaristía, pero han dejado de hacerlo porque «aunque sea un producto liviano supone mucho esfuerzo» para una comunidad envejecida. De hecho, y aunque, como en una familia, las hermanas se cuidan entre ellas, tienen dos personas contratadas para ayudar a las monjas más mayores, con un alto nivel de dependencia.
La expriora valenciana atribuye la falta de vocaciones a la menor natalidad. «Necesariamente tiene que haber menos religiosas, sobre todo para una vida tan específica como la nuestra, que no es muy común». Y hace «un poco» de autocrítica: «Necesitamos una renovación para despertar la vocación en otras mujeres. Tenemos que volver a la raíz del Evangelio, al seguimiento de Jesús», esgrime.
«No era su sitio»
En la ciudad de Granada, la hermana María Aurora, también carmelita y exabadesa del convento de San José, situado en el barrio histórico del Realejo, no recuerda la incorporación de ninguna novicia «desde hace al menos diez años». Ahora mismo son seis hermanas, la mayor de 87 años y la más joven de 60, todas ellas españolas.
El monasterio, como muchos otros, ha conocido tiempos mejores, con el triple de monjas. Ella también cree que ha influido el descenso de la natalidad, a lo que suma la falta de vivencia en la fe que detecta en «mucha gente». A María Aurora, una monja africana le decía que en España no faltan vocaciones, sino que sobran conventos. «En Granada había 17 y hoy habrá unos trece», resume esta mujer nacida en Puertollano (Ciudad Real), que decidió unirse a la orden creada por Santa Teresa de Jesús y recluirse en el convento de San José cuando tenía 26 años (va camino de los 70) y acababa de terminar los estudios de Medicina.
Al igual que su 'colega' valenciana, María Aurora opina que tras la Guerra Civil hubo un bum de vocaciones, e incluso se construyeron nuevos conventos en los años 50 y 60 del siglo pasado. «Es una situación que nos parecía normal, pero no lo era, estaba sobredimensionada», admite. Y en cuanto a la llegada, más reciente, de aspirantes de África, Latinoamérica o Asia opina que no siempre han reunido las condiciones para la vida de clausura. «Hay novicias que han venido, pero o ellas han renunciado o simplemente éste no era su sitio», dice por su experiencia.
Sólo cuatro hermanas
En Castrojeriz, un precioso pueblo burgalés de obligada parada del Camino de Santiago, sor María Jesús, de 62 años, mantiene viva la llama contemplativa y el mensaje de 'Paz y Bien' de las clarisas entre los muros medievales del monasterio de Santa Clara, del siglo XIV. La priora 'comanda' una comunidad que va camino de cumplir allí los 700 años (están en el monasterio desde 1326). Son 17 hermanas, 10 españolas (entre ellas tres mayores de 90 años y cinco octogenarias) y 7 extranjeras (Paraguay, Chile, República del Congo, Kenia y Tanzania), que han rejuvenecido el convento. La hoy priora fue precisamente la última religiosa nacida en España en entrar al monasterio, hace ya 36 años.
«Cuando yo entré no había hermanas extranjeras», dice sor María Jesús, que observa con tristeza la crisis de vocaciones. «Claro que me da pena, pero es normal por cómo está nuestra sociedad; cada vez se cuenta menos con Dios para hacer proyectos de vida, hay menos niños, menos fe, y sin fe y sin relación con Dios, es difícil escuchar su llamada«.
Pese a todo, sor María Jesús, optimista por naturaleza, cree que las clarisas de Castrojeriz seguirán habitando «por muchos años» el monasterio, y deleitando a quien se acerque hasta el torno con los dulces que, como excelentes reposteras, elaboran en los hornos de Santa Clara, entre ellos los puños de San Francisco, unos deliciosos bizcochitos rellenos de crema que son un pecado para el colesterol.
«Tengo esperanza en que seguiremos aquí, pero el futuro lo dejo en manos de Dios. Nosotras estamos a punto de celebrar los 700 años de permanencia en este monasterio, pero eso no nos da derecho a nada. Dios ha querido que permanezcamos aquí, a pesar de las dificultades, que no han sido pocas, pero con su ayuda se han podido superar. Creo que todavía nuestra forma de vida, inspirada en Santa Clara hace más de 800 años, tiene mucho que decir a nuestro mundo de hoy, un mundo digital donde hay luchas, guerras y demás, y confío en mantenerla muchos años más», apostilla la abadesa.
A casi 800 kilómetros al sur de Castrojeriz, en la malagueña Ronda, la que sigue resistiendo a pesar de la amenaza de cierre es la gibraltareña sor Jennifer, al frente de una pequeña comunidad de solo cuatro carmelitas descalzas de otras cuatro nacionalidades distintas: la hermana Isabel, malagueña de 85 años y con serios problemas de senilidad; sor María José, vietnamita de 45; la hermana Teresa, keniata de 62; y la propia sor Jennifer, de 64, al frente de la tropa y que lleva 40 años en el convento.
Hace justo dos años lanzó un grito de ayuda para evitar el cierre del monasterio, sobre el que pende el documento 'Cor Orans' (Corazones orantes) promulgado por el Vaticano en 2018 y que regula la vida contemplativa femenina. Esta directriz señala que no puede haber menos de cuatro hermanas en los cenobios, y que si sólo hay cuatro deben empezar a hacer las diligencias para unirse a algún monasterio de la federación a la que pertenecen. «Estamos las mismas monjas que hace dos años. ¡No me quites más!», bromea la sor gibraltareña. «Estamos igual y seguimos al día al día y ya está. Hasta que no digan lo contrario pues estamos aquí. Cuando nos digan de cerrar desde el Vaticano o desde donde sea, pues cerraremos, pero un cierre tampoco se hace de la noche a la mañana. Yo siempre digo que una casa se tarda mucho en levantar, y un convento de cien años de vida como éste, más todavía. Así que nada, a trabajar y a seguir haciendo dulces que es lo que nos toca», zanja la monja británica.
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