Carolina Marín: «Ahora, para mí ganar ya es la posibilidad de coger una raqueta»

«En el vestuario seguí rompiendo a llorar y le dije a Fernando (su entrenador) que no podía más», desveló Carolina Marín, que a día de hoy insiste en que «fue una locura rechazar la silla de ruedas» que le ofrecieron tras sufrir su grave lesión, al decidir abandonar el pabellón por su propio pie. «Ahí vi a una mujer luchadora, con capacidad de resiliencia», proclamó la tres veces campeona del mundo y campeona olímpica, en Río 2016.

«Para mí, ser referente es una responsabilidad, pero lo llevo con muchísimo orgullo. Ser ejemplo de niños y niñas tiene mucho valor, por abrir puertas y barreras en un deporte que nadie conocía en España y conseguirlo a través de muchísimo esfuerzo, trabajo, constancia, disciplina y muchas renuncias. Yo he tenido que renunciar a muchas cosas, cumpleaños, bodas, bautizos... pero volvería a repetir», aseguró quien, bajo el lema de 'Puedo porque pienso que puedo', continúa peleando por recuperar su mejor nivel y disputar el próximo año el Mundial de bádminton en su ciudad natal.

Carolina Marín admite que, más allá de medallas, títulos y victorias, «los valores que se muestran a la sociedad se quedan para toda la vida». «Me dan las gracias porque los valores son lo que de verdad importan. Me lo dicen por la calle y tienen toda la razón. Las medallas son preciosas, pero son momentos efímeros», afirmó la deportista andaluza durante el summit organizado por Vocento y Mujerhoy.

También admitió que no podrá olvidar «el momento de compartir con la gente el Premio Princesa de Asturias de los Deportes» que recibió el pasado mes de octubre. «Es de esos otros momentos, cuando la gente valora, de lo que más orgullosa me puedo sentir. Cuando me dieron el galardón mi madre también pensaba en lo orgullosa que está de la hija que tiene», apuntó, en alusión a las lágrimas que no pudo reprimir su progenitora en el Teatro Campoamor de Oviedo mientras ella recogía el galardón de manos de la princesa Leonor.

Carolina Marín, que el pasado domingo cumplió 32 años, estará «eternamente agradecida» a sus padres por haberla dado la oportunidad de irse a Madrid «con 14 añitos», para dedicarse al bádminton. «Yo siempre he tenido a la familia en la distancia. Es mi entrenador quien me pone los pies en la tierra. Llevamos 18 años entrenando junto y es mi padre, mi consejero, y mi hombro donde llorar y reírnos. Es como una relación de pareja y cuando él me transmite un mensaje positivo, funciona», aseguró.

«Yo soy muy dura conmigo misma y muy crítica, y mi entrenador, que es más duro que yo, me dice que me tengo que dar cariño, porque quiero ser tan perfecta que es imposible», lamenta Carolina, para quien «la excelencia es rendir al máximo de lo que se pueda» y reclama a los aficionados «que entiendan y valoren todo lo que hay detrás de un deportista». «Es muy fácil criticar sentado en el sofá viendo la televisión, pero no es un camino de rosas, sino de muchas espinas y hay que superar muchas cosas para ser la mejor en tu deporte. Antes que deportistas somos personas», recuerda Carolina.