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Quiso hacerlo durante su primer embarazo, pero las restricciones que impuso la pandemia la privó de ese recuerdo. Ahora, a tres semanas de que nazca ... su hija, Maite Ruiz se somete a una sesión de body painting, con la que le ha sorprendido la familia. Allí, en un local para celebraciones, al que ha acudido engañada esperando conocer una nueva pastelería, le espera pincel en mano Lucía Chamorro, una creadora que utiliza el cuerpo como lienzo.
Esta asturiana, que aterrizó en la ciudad hace 13 años tras enamorarse de un malagueño, aparcó su profesión de educadora infantil para dedicarse en cuerpo y alma al maquillaje. «Lo que empezó como un juego, pintándole las caritas a los niños con purpurina, se ha convertido en mi oficio», confiesa esta maquilladora profesional que no encuentra hueco en su agenda para cuadrar tantas citas. Ha pasado de cinco o seis peticiones al mes a más de 30. Su trabajo de temporada en un hotel de la costa realizando tatuajes semipermanentes con aerógrafo a los turistas, lo compagina con esta otra pasión, que le ha llevado a ser reconocida con distintos premios.
El belly painting es el arte de pintar dibujos sobre la piel, en este caso sobre la barriga de las mujeres embarazadas, normalmente con temáticas relacionadas con este momento o sus gustos personales. Dice Chamorro que es un auténtico «boom» por esta moda, a la que se rinden las mujeres gestantes para después disfrutar haciéndose fotos. ¿Su precio? Unos 60 euros.
Maite, apasionada de los personajes de la factoría Disney, se acomoda en una silla mientras Lucía esboza lo que más tarde será una gran Minnie. Es un motivo muy solicitado en las cada vez más de moda 'baby shower', fiestas sorpresa que amigas y familiares organizan a la futura madre para hacerle entrega de los regalos. «Suelen también pedirme que les pinte a su mascota o algo relacionado con sus aficiones o profesiones», precisa.
El proceso suele ser el mismo. Tras un primer contacto, donde le detallan qué quieren que les pinte en su barriga, esta maquilladora avanza el dibujo en su estudio para que cuando llegue el momento solo tenga que reproducirlo y no perder demasiado tiempo. No es un lienzo cualquiera, hay que jugar con el volumen y, por tanto, una buena composición es importante. Normalmente, las sesiones duran entre 30 y 45 minutos, tiempo suficiente para que la experiencia trascienda la actividad de pintar y se convierta en un cúmulo de sensaciones para la madre y la artista. «Mira, no deja de moverse mientras paso el pincel por la barriga. Es estimulante para el bebé y reconfortante para la madre», indica la maquilladora.
En el caso de Maite, la sesión apenas se ha prolongado media hora. «Se me ha pasado volando», indica esta joven mientras se pasea por el local luciendo su llamativa barriga y posa para las fotos que le reclaman amigas y familiares. «Es el recuerdo que quise tener de mi primer hijo, pero que al final no pude tener», lamenta esta joven, que sale de cuentas el próximo 17 de mayo.
Pero si el tiempo es importante para que la embarazada no se resienta, también lo es el tipo de producto que se utiliza. Lucía trabaja siempre con pinturas antialérgicas, libres de gluten y no testadas en animales para evitar cualquier reacción en la embarazada, a quien se le aplica un fijador al término de la sesión para que el dibujo permanezca inalterable hasta su lavado con agua y jabón.
Esta maquilladora aconseja llevar a cabo esta experiencia a partir de la semana 30, «cuando la madre ya está gordita, pero no se siente incómoda», aclara. «Todavía nadie se me ha puesto de parto en el transcurso de una sesión, aunque, en una ocasión, por muy poco; dio a luz al día siguiente», recuerda Lucía.
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