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E. C.
Jueves, 7 de enero 2016, 21:21
Con los labios morados y las manos rígidas del frío que había pasado en alta mar. Así llegó a Lesbos, en Grecia, el pequeño Najib, un bebé sirio de seis meses, al que su padre dejó solo en una barcaza llena de refugiados, junto con los 800 euros que costaba el pasaje y sin ningún familiar.
Esta triste historia la recoge el diario El Mundo, que cuenta cómo Yabrán, otro migrante que iba en la lancha, explicó lo sucedido: «Un hombre sirio llegó a la barca con un bebé en brazos. Se acercó a una mujer que ya estaba sentada con el chaleco salvavidas puesto. Ella era siria también. Intercambiaron unas palabras. La mujer negaba con la cabeza, rehusaba, pero al final cedió. El hombre puso a su hijo en los brazos de aquella mujer desconocida, le tocó la cabecita y se marchó...».
Muchos se preguntarán por qué un hombre decide abandonar a su bebé a su suerte en el mar Egeo. Probablemente le esté acercando a una muerte cercana, pero también, y quizás aquí esté la respuesta, le esté salvando de una muerte inminente en Siria. Por tanto, se tratará de una cuestión, por desgracia, de probabilidades. En Siria le espera una muerte segura. En la travesía por el mar hay posibilidad de salir con vida.
Como Moisés
Al pequeño Najib ya le comparan con Moisés, ya que, según recoge el Antiguo Testamento, su madre le arrojó en una cesta a un río para librarle de la matanza del faraón.
A Moisés le recogió una princesa y a Najib los voluntarios de las ONG Remar y Mensajeros de la Paz, que ahora centran sus labores en encontrar a la familia del niño.
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