La rica repudiada

La mujer fatal de Hollande ya no es pelirroja. Se ha teñido de rubio con tonos chocolate. El nuevo look es obra del estilista Guillaume Sergenti, que opera a pocas manzanas del palacio del Elíseo. «Le aconsejé un cambio de color que iba mejor con su nueva vida porque antes era demasiado clásica», ha explicado en la revista Gala. Se inclinó por un rubio muy dorado y recortó el cabello diez centímetros para dar mayor dinamismo al peinado. A los observadores perversos les recuerda la melena de la Gayet.

También ha bajado peso. Siempre que puede se pasea por las calles de París con su bicicleta modelo Gitane. En el apartamento del distrito 15 heredado en el reparto de bienes por la ruptura suele ejercitarse en una bici fija elíptica. Además se machaca tres veces a la semana con sesiones de 45 minutos de aquabiking, la moda de dar pedales dentro de la piscina. Para el vestuario ha optado por las creaciones de la diseñadora Sophie Albou, fundadora de la marca Paul&Joe.

La rutilante cincuentona luce el renovado palmito en las fiestas frecuentadas por el todo París. A una gala de Amnistía Internacional acudió del brazo de un atractivo acompañante. Pero no era el nuevo dueño de su corazón como se rumoreó en los mentideros cardíacos. Se trataba del notario Jean-Marie Guibert, un buen amigo a cuya boda en setiembre asistirá como testigo. Libre y liberada, la pareja por un día de Alain Delon todavía no ha rehecho su vida sentimental.

La autora de Gracias por ese momento, diario íntimo de su desengaño amoroso, ha ganado cerca de dos millones de euros gracias a los 800.000 ejemplares vendidos de la fría venganza, un éxito editorial mayor en Francia incluso que Cincuenta sombras de Grey. El fenómeno superventas se ha prolongado con la publicación en mayo de la edición de bolsillo del despechado ajuste de cuentas sin una pizca de arrepentimiento por el mayúsculo escándalo causado en la corte hollandesa. «Volvería a escribir hoy el libro línea a línea, palabra a palabra. No lamento nada», confesó la vengadora reincidente.

El ministro de Finanzas y gran amigo de Hollande, Michel Sapin, criticó la vuelta a las andadas rencorosas. «Creo que es un error pero es su elección y nadie puede quitar a nadie la posibilidad de hablar», declaró. Trierweiler replicó con un tuit envenenado, especialidad de la casa. «Eh, Michel, en el siglo XXI las mujeres tienen derecho a expresarse, incluso los 3,5 millones de parados», escribió en su cuenta, en la que tiene 320.000 seguidores. El mensaje iba acompañado con una fotografía de Sapin ridiculizado con la cabeza cubierta de serpentinas en una fiesta privada.

«Voy a destruirte»

Valérie de Senneville, la exmujer del ministro, había sufrido las iras de su antigua amiga meses antes en un sarao parisiense. Al descubrirla en una esquina del Banana Café, la abofeteó, arañó y tiró del pelo al grito de «Voy a destruirte a ti y a tu gran cerdo de Sapin». Cuando acudió en auxilio de la agredida la periodista Nathalie Mercier, otra traidora, le soltó: «Tú, gorda, pírate, que ya has tenido que echarte a los pies de esa puta de Gayet». Al día siguiente colgó en Twitter una foto abrazada muy ufana a una drag queen de la fiesta.

También fue sonoro el bofetón que propinó al intrépido que le pidió burlón en una terraza «noticias de François». «Se puso completamente histérica», relató un testigo.

Durante los últimos meses Trierweiler ha paseado su alma caritativa por países como Vietnam, Serbia, Bosnia o Japón. Madrina del Socorro Popular, en mayo acogió en Disneylandia a 700 niños desfavorecidos a los que se ayuda a viajar de vacaciones. En agosto se ha citado con 70.000 chavales y sus familias a los pies de la torre Eiffel con motivo del 70º aniversario de la asociación. En las redes sociales son constantes sus recordatorios sobre la suerte de las 200 adolescentes nigerianas cautivas del grupo islamista Boko Haram.

Claude y Erico, dos vagabundos de su barrio, cuentan maravillas de la amiga de los pobres. Les ha regalado una tienda de campaña de dos plazas y les da de comer caliente. «El otro día nos preparó conejo a la mostaza como para cuatro. Nos lo comimos todo. La tienda duró dos días, nos la quitaron los rumanos», relataron. Porca miseria.