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Un fotograma de 'Mamá es boba'.
Santiago Lorenzo, de cineasta maldito a escritor de moda

Santiago Lorenzo, de cineasta maldito a escritor de moda

«Desconfío de lo épico, de lo mitomaníaco, de lo fantástico y de lo romántico», asegura el autor de 'Los asquerosos'

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Martes, 26 de marzo 2019

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A veces, menos mal, ocurren fenómenos inexplicables en el panorama cultural. Por fortuna, hay quien resiste ahora y siempre al invasor y logra colarse por una rendija en la lista de la compra del consumidor medio. Asoma su talento desde las trincheras del arte, como un turista underground en territorio mainstream (que sabe fagocitar tendencias subterráneas cuando le conviene). El caso de Santiago Lorenzo (Portugalete, 1964) es el más reciente. Cineasta maldito, ha saltado a la palestra gracias al éxito comercial de un libro de su cosecha, 'Los asquerosos', editado por Blackie Books, que no es el primero, tras 'Los millones', 'Los huerfanitos', 'Las ganas' y '9 chismes'. El mercado editorial lo ha acogido mejor que el negocio cinematográfico, probablemente por casualidad, tras una década publicando su divertida prosa en papel con el beneplácito de fervientes admiradores de su obra que ahora son legión. Tras fundar en 1992 la productora El Lápiz de la Factoría, firmar piezas como 'Manualidades', 'Tiberiades' o 'Café del Norte' y hacerse con algún Goya, fracasó en la taquilla con 'Un buen día lo tiene cualquiera', su segundo largometraje. Entonces decidió dejar Madrid, ciudad que lo acogió por estudios y donde se afincó para dedicarse a contar películas: estudió Imagen y Guión en la Complutense y Dirección Escénica en la RESAD. Dejó la farándula atrás para refugiarse en una aldea perdida de Segovia, de cuyo nombre no quiere acordarse en público para que nadie la encuentre. Son poco más de una decena de vecinos en el lugar. En su retiro, ha escrito con devoción y libertad. El ejercicio de la escritura, el lápiz y el papel, el ordenador y el word, solo ante la hoja en blanco, lo ha llevado mejor que dedicarse al séptimo arte, impredecible y devorador.

Le encanta inventarse palabras -lo que Umbral definía como «follar con el lenguaje»-, para desconcertar al lector y recordarnos que tenemos un rico idioma que, lejos de aprovechar, estamos mermando. En 'Los asquerosos', que lleva vendidos más de 50.000 ejemplares y diez ediciones, ha popularizado 'mochufa', término inventado por el genio de Portugalete que alude a esas personas que se lo creen todo sin cuestionar nada, que viven una vida gris y rutinaria, domingueros de manual: «La gentuza del orto que traga prensa rosa, población carencial que busca mal». Santiago se aleja de las nuevas tecnologías, prefiere dedicarse a sus cosas, exiliado en el campo tras vivir en la urbe. El costumbrismo le pone, la cotidianeidad le inspira, el humor agridulce, porque tras toda existencia hay cosas que contar, historias que se salen de lo normal, aunque no lo parezca. Hay una aventura en cada esquina. Salir a comprar el pan puede ser una odisea. En cada casa hay una epopeya.

El escritor y cineasta Santiago Lorenzo.
El escritor y cineasta Santiago Lorenzo. Cecilia Díaz

Empezó explayándose en el mundo del cine, con un Goya en el currículum (produjo 'Caracol, col, col', de Pablo Llorens, Goya al mejor corto de Animación en 1995), faceta que dejó de sopetón para decantarse por escribir, escribir y escribir, huyendo del podrido negocio del medio audiovisual (¿volverá?). Debutó en formato largo con 'Mamá es boba', obra de culto inmediato (a su pesar), incomprendida por extraña, maravillosa por ello. No echa de menos la cámara, «echo de menos a mucho vainas del cine», recalca. «No, desde luego, porque añore su compañía. Si no porque con su comportamiento deplorable te ofrecían todo el tiempo, sin saberlo ellos, historias muy estimables». Ha llovido bastante desde el premiado cortometraje 'Manualidades' (nominado a mejor corto documental en los Goya en 1991), donde ya mostraba interés por individuos excéntricos dentro de un orden. Formalmente se adelantó a la moda del found footage, léase falso documental, e iba de acoso escolar. «A mí el corto que me gusta es 'Bru', el primero que hice», cuenta. «Una cosa en vídeo sobre un sujeto que se construye una familia en un caserón que antes fue Seminario». Confiesa que fue «un poco bobo creyéndome que me iban a dejar jugar en la Federación del Cine. Pero me alegro de haberlo sido, me alegro todos los días de mi vida». Ahora muchos excompañeros de profesión, incluso de su misma generación, lo han descubierto como autor de la mano de 'Los asquerosos', que se promociona como «un thriller estático, una versión de Robinson Crusoe ambientada en la España vacía». En su momento no supieron apreciar la gracia de Lorenzo. La novela le ha resucitado, la literatura le ha devuelto al ruedo de los creadores aceptados por el sistema, algo que se la trae al pairo. Piensa seguir en su planeta particular, en ese pueblo alejado de todo donde también se entrega a la construcción de singulares maquetas que juegan visualmente con el espectador, expuestas en festivales como la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián (en 2001 creó Lana, S. A., taller escenográfico destinado a la realización de decorados para cine y televisión). «Dedico muchísimo más tiempo a las maquetas que a escribir», relata. «Eso de las maquetas sí que es edificante, reconstituyente, educativo y preñante».

Un fotograma de 'Un buen día lo tiene cualquiera'.
Un fotograma de 'Un buen día lo tiene cualquiera'.

Lo absurdo le pone. «Desconfío de lo épico, de lo mitomaníaco, de lo fantástico y de lo romántico», afirma categórico. ¿El escritor nace o se hace? «Nace, nace», responde. «Que siempre se dice que, o se hace, o que las dos cosas. El escritor malo también nace malo. No sé cómo fue mi parto». Defiende que «hay que escribir como te salga, yo creo. Pero si tenemos un idioma como el que tenemos, hay que usarlo». No ha huido de Madrid ni le han echado. «Me he ido, en el ejercicio del deber, para mí sagrado, de vivir justo en el sitio que elijas», sostiene. Piensa en un posible público cuando afronta el texto «para evitarlo. No quiero que toque un libro mío un soplagaitas que siga a Alfonso Rojo o que lea blogs de mamás». No tiene redes sociales. «Yo de eso no sé nada», dice. «Pero obsesión por lo que hacen los demás, para explicarnos qué hacemos nosotros, ha habido siempre, con Silicon Valley y sin él. Ya en la Pompeya conservada en lava y luego recuperada aparecieron grafitis en las paredes, el twitter de la época».

Irremediablemente, le toca opinar sobre un tema candente, los límites del humor, del arte, ¿de la vida? «Los límites del humor tendrían que ser los del talento de los humoristas», reclama con sorna. «Pero son los de la falta de talento de los payasos que han promulgado la Ley Mordaza y los artículos tocantes al derecho al honor y a los delitos de odio. Textos que serán vistos por nuestros nietos como vemos hoy la restricción del voto femenino o el derecho de pernada». La frase «ya nadie lee papel en el metro» está tan manoseada que quizás hay que mirar para otro lado. Algún usuario del metro pasea 'Los asquerosos' con orgullo. «Hace cinco años solía ir en el metro contando los pasajeros que leían en papel y en no papel. Iban muy empatados, mientras que los vendedores de dispositivos móviles juraban que ya nadie iba con libro ni periódico. Ahora no sé cómo estará la cosa. Lo del papel seguirá para adelante. Estoy seguro de que hace un siglo que se inventó un jersey muy cálido, de bajo coste de producción, que cumplía su función sin problemas, fácil de lavar y de buena resistencia. Pero nadie se lo compra, porque necesitas decir quien eres cuando vas por la calle o cuando la gente viene a tu casa. Por medio de un jersey o por medio del libro que llevas debajo de brazo, o los que coleccionas en las estanterías de tu domicilio. Por otro lado, no entiendo que no se lea en el metro. Leyendo, en cualquier soporte, los viajes son decididamente más cortos, sin ningún género de dudas».

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