VOTE O ABSTÉNGASE SIN COMPLEJOS
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Esta campaña ha sido realmente buena, más que nada porque sólo ha durado una semana. No se ha hecho interminable. Deberían tomar nota los partidos y fijar por ley que siempre tenga esta duración. Es ridículo mantener los esquemas del 78 cuando la celebración de mítines por toda España era vital para que los votantes supieran de primera mano las propuestas de los candidatos. Ahora ya no es necesario. De hecho, a los mítines, cada vez más modestos, sólo van los convencidos, o sea, los militantes y los cargos públicos de los partidos que tienen que justificarse para no perder su silla. La televisión y las redes sociales son principalmente las nuevas vías de comunicación para convencer al votante. Incluso se envían peticiones de voto a través del teléfono móvil. Lo nunca visto. O sea, que se llega de una manera más directa a los ciudadanos. En las campañas lo importante es no meter la pata, intentar mantener el resultado con el que se llega a los comicios, sobre todo cuando se va líder, o conseguir dar un sorpasso al adversario. Y en esta no ha habido grandes deslices de los candidatos. En el único debate, los líderes fueron bastante conservadores. No hubo un ganador claro. Ni tampoco un perdedor. El único error lo ha cometido el candidato socialista, que se vino arriba en una entrevista en Radio Nacional de España diciendo que los fiscales formaban parte de su particular ejército en el que él da las órdenes. Valiente barbaridad. Más de uno le tuvo que recordar eso de la independencia del Ministerio Público y tal, que sólo está sujeto al principio de legalidad. Tuvo que rectificar y culpar al cansancio de la metedura de pata. Alguien se lo habrá creído, aunque la verdad es que no parece que este asunto llegue al grueso de los votantes. En Málaga, la campaña ha transcurrido sin pena ni gloria. Ha sido una reiteración de mensajes lanzados a diario en los argumentarios de los partidos. Daba igual si se estaba en Málaga o en Murcia. Se escuchaba exactamente lo mismo. Se llega a las elecciones sin tener una idea clara por parte de cada formación sobre cuáles son sus proyectos vitales para la provincia. No se ha hablado prácticamente nada del tren a Marbella, que sigue condenada a ser la ciudad de más de 100.000 habitantes de España sin tener un servicio ferroviario. Tampoco se tiene claro qué va a pasar desde el Gobierno central con el auditorio de Málaga, gran ciudad del país que no cuenta con una infraestructura de este tipo. O qué se va a hacer para solventar el problema de la falta de agua en los cultivos malagueños, que están lastrando su desarrollo, sobre todo, en el ámbito de los subtropicales. Quizá han optado por silenciar estas promesas porque en el fondo ya nadie se las cree. Tendría que analizarse por qué ocurre esto. En las últimas convocatorias ni siquiera se envían ya de forma masiva a los domicilios aquellos programas electorales mastodónticos, que en la mayoría de las veces acababa en el cubo de basura sin abrirse. Ahora se ha optado por lanzar mensajes emocionales, para que la gente vote con las tripas y no con la cabeza. Son las nuevas estrategias que recorren el mundo, desde Estados Unidos hasta Francia o Brasil pasando por el Reino Unido con su fatídico 'Brexit'. Ellos ya han hecho su trabajo. Y la papeleta la tenemos ahora nosotros. Ha llegado la hora de decidir a quién quiere dar su apoyo. Si tiene decidido votar es muy recomendable no dejarse llevar por las encuestas, más que nada porque a veces fallan de manera estrepitosa o porque en algunos casos están claramente manipuladas. No hay nada escrito. No sería la primera vez que los resultados dejan a más de uno o más de una helado. Vote sin complejos al partido que le apetezca. También tiene la posibilidad de ajustar cuentas con la clase política. Y si la manera de hacerlo es abstenerse, pues hágalo. En libertad. Es su momento. No se sienta mal. Hay una corriente que quiere imponer el axioma de que si no se vota después no hay derecho a quejarse. ¿Dónde está escrito eso? Que no olvide nadie un pequeño detalle: votar es un derecho, no una obligación. Y nadie puede inhabilitarlo para criticar en el momento que considere y contra quien considere lo que le venga en gana. Sean libres. Estamos en España.
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