Violencia obstétrica o ponernos a parir
EL FOCO ·
Es cierto que hay mujeres que no les gusta parir en un ambiente de quirófano, con un exceso de personal sanitario y consideran que se practican demasiadas cesáreasHubo un tiempo, no tan lejano, en el que muchas mujeres soñaban con poder parir en un hospital. En la España rural de los años ... 50, por ejemplo. Las había entonces, privilegiadas, que lo hacían en pequeñas maternidades o que se desplazaban con tiempo para que les atendiera su ginecólogo y matrona cuando llegara el parto. Por lo que sea, una de mis abuelas marchó a Granada desde Málaga en la posguerra para tener a cuatro de sus seis hijos, alguno nacido en un parto gemelar, atendida por uno de los ginecólogos de la época. Le daba tranquilidad. Mientras y durante varias décadas más, muchas mujeres parían en sus casas. La mayoría, sin problemas y otras, con peor suerte, ponían en riesgo su vida y la de sus hijos. Fue la medicalización del parto lo que hizo que la fortuna dejara de ser un factor para salvar la vida del recién nacido y de la madre. Hace dos años, la OMS establecía que, a diario, morían 300 mujeres en el mundo en complicaciones de partos. Nadie sale con pancartas a hablar de ellas. Al día, recuerden.
Curiosamente, la ONU, que tiene que prestar atención a situaciones dramáticas en muchos países, también se dedica a promover las ideas del feminismo pijo occidental, así que está siendo punta de lanza también en la denuncia de lo que se ha dado en llamar 'violencia obstétrica', o la excesiva medicalización del parto, con muchas cesáreas y episiotomías. Así va el prestigio de los organismos internacionales.
Por supuesto, en España, la izquierda más pija, en el Gobierno, rama Podemos, se ha prestado a ser la abanderada de la lucha contra el exceso de cesáreas y de episiotomías y el Ministerio de Igualdad ha introducido el concepto en la futura reforma de la ley 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo. La Organización Médica Colegial ha pedido que se elimine el término de violencia, pero ni caso. También distintas asociaciones de ginecología. Qué sabrán los médicos comparado con asociaciones que se llaman El Parto es Nuestro.
Hace dos años, la OMS establecía que, a diario, morían 300 mujeres en el mundo en complicaciones de parto
Es un ejemplo más de apropiación totalitaria: empiezan con la nación -«Los catalanes», excluyendo lo que piensa una mitad-, siguen con el género -«Las mujeres...»- y ahora es el parto. Que es suyo. Entero. Ellas deciden cómo debemos parir todas. A su gusto. A algunas nos empieza a cansar este nuevo machismo de las que piensan por todas nosotras al creer que razonamos igual. Debe de ser que en el colegio nos enseñaron mal y pensamos con los ovarios y el útero y no con el cerebro.
Es cierto que hay mujeres que no les gusta parir en un ambiente de quirófano, con un exceso de personal sanitario y consideran que se practican demasiadas cesáreas.A su disposición tienen ya hospitales donde el ambiente es distinto. A mí también me puede parecer que se realizan demasiadas operaciones de aumento de pecho y que muchas mujeres no son conscientes de los peligros que corren metiéndose en un quirófano por estética, pero jamás en la vida se me ocurriría legislar mi opinión. Allá cada cual cuando firme un consentimiento informado.
Después de que La Liga de la Leche consiguiera presionar a toda mujer que da a luz para que abomine del biberón (con lo bien que lo dan los padres, en un ejercicio de conciliación rechazado por cierto feminismo), ahora ganan terreno las que creen que es un privilegio de las mujeres parir con dolor y en casa, algo que provocaría la estupefacción de muchas abuelas. Recuerdo un texto de una informática india con residencia en Silicon Valley en el que explicaba las caras de sus familiares en India cuando les contaba lo de moda que estaban los partos naturales.
Me parece fenomenal que las haya que quieran entablar una relación muy profunda con su útero, como escuché un día a una chica en el AVE, pero, por favor, que la oposición no permita que se introduzca en un texto legal el concepto de 'violencia obstétrica', fundamentalmente por dos razones. La primera hace referencia a la seguridad del personal sanitario a la hora de tomar decisiones y, la segunda, a algo mucho más profundo todavía: cuando todo es violencia, nada lo es. No nos podemos permitir caer en la banalidad del mal.
El Gobierno no ha hecho caso a las recomendaciones de la UE sobre el gobierno del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) por considerar que otorgan demasiado poder a los jueces y son corporativistas. Tiene su lógica pues que no dejen opinar a los ginecólogos sobre algo que afecte a los partos, que no son suyos. Tampoco es de las que parimos encantadas en un paritorio medicalizado, incluso pidiendo cesáreas. Somos unas enajenadas que no hemos visto la luz, como las que no comulgamos con ciertos postulados del feminismo victimista.
A este paso, habrá que luchar para que nuestras hijas, a las que dimos a luz con total seguridad y anestesia epidural, puedan seguir haciéndolo y no se sientan malas mujeres por querer eludir la condena de «parirás con dolor». Para ser abuelas a las que nos dejen dar biberones a nuestros nietos recién nacidos.
A algunos les puede parecer poco importante tragar con el término, pero ginecología es una especialidad que ha dejado de ser tan atractiva para los médicos. Es de las especialidades con más denuncias y ya sólo falta que les caiga encima la etiqueta de 'violentos'. Porque violentos son los que practican la violencia, por eso no se debe jugar con el lenguaje. Ni con los partos. Si algunas quieren jugar a ser sus abuelas, sin partos medicalizados, que lo hagan. Que nos dejen a las demás en paz. El parto es suyo, pero no nuestro.
Queda el temor de que esta corriente imponga otras metas: volver a los pañales de tela, perfectos para los objetivos del desarrollo sostenible o a las compresas de algodón lavables. Habrá que intentar, eso sí, que sean de comercio justo y las elaboren mujeres africanas que sueñen con poder parir en un hospital, con sus enfermeras, sus médicos, anestesia y posibilidad de tener una cicatriz de cesárea si se precisara. Esos logros de países ricos que muchas pijas contemporáneas occidentales no valoran.
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