El sueño del general Gutiérrez de la Concha
SI en algún momento se pudo considerar a San Pedro Alcántara como un pueblo dormitorio con respecto a Marbella, esa concepción forma parte del pasado. ... Las señas de identidad sampedreñas afianzan y consolidan la singularidad de la antigua colonia agrícola, surgida de un sueño del primer marqués del Duero, general Manuel Gutiérrez de la Concha y que supuso un enriquecimiento para el término de Marbella. Conocer al detalle, siempre susceptible de ampliación, la historia de San Pedro requiere de la lectura atenta de las obras de quienes han investigado en su pasado: el pionero fue don Fernando Alcalá Marín. Vinieron después la doctora Lucía Prieto Borrego y definitivamente el doctor José Luis Casado Bellagarza, cuya tesis se centra en la historia de San Pedro. Gracias a Casado conocemos los orígenes y la evolución que habla de mucho trabajo y de especial predilección por la fiesta, plasmada en la feria de octubre, donde, desde tiempos muy tempranos no faltó la intervención de banda de música propia y los festejos taurinos, tan queridos y reclamados en todo el término municipal, en contraste con la sensibilidad actual (y las decisiones políticas) que ha llevado a la exclusión de la tauromaquia. El marqués se ocupó del bienestar material de sus colonos, pero también de la «salud espiritual» y muy pronto levantó un templo en honor del patrón, desde donde, ya en el siglo XIX, se fomentaría la procesión de la imagen de San Pedro y en el XX el surgimiento de una Hermandad de Pasión, bajo la advocación de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Para adentrarse en la historia de la Semana Santa sampedreña es imprescindible el libro escrito por José Castellano Alarcón. Hablar de la Colonia obliga también a hacerlo de los cortijos, como Cancelada y Cortes, en los términos municipales de Estepona y Benahavís, convertidos hoy en núcleos urbanos. También El Alcornocal, Los Gamonales y Guadalmina, esta última denominación vinculada al inicio del golf y el turismo en general en la Costa. Prioridad se concedió a la construcción de presas que garantizasen la necesidad del riego y para facilitar las comunicaciones, carriles como el Barronal y el Potril. Dentro de los muchos avatares que sufriría la Colonia, se inscribe el proceso de parcelación y venta que se produce desde comienzos de la década de los veinte a final de la década de los años cuarenta. En 1945 el Ayuntamiento compró la Fuente Nueva y los depósitos contenedores de la calle Bahía. De igual forma la Villa de San Luis, sede de la Tenencia de Alcaldía. A principios de los cuarenta el templo de San Pedro se desvincula de la iglesia de Santa María de la Encarnación y se erige en parroquia. Coincide temporalmente con la instalación del alumbrado público y la puesta en funcionamiento de otros servicios públicos como la recogida de basuras y la limpieza de las calles. En los cincuenta el Ayuntamiento recepciona el cementerio. Debido a que la calle Marqués del Duero (calle de «Enmedio») formaba parte de la travesía de la carretera hacia Ronda, es pavimentada con cargo a los presupuestos del Ministerio de Obras Públicas. Para la pavimentación el resto de las calles hubo que esperar a los años sesenta, al igual que la mejora de las comunicaciones telefónicas, al instalarse una central con cuarenta teléfonos y 3 líneas de conexión con la central de Marbella. Las malas condiciones en comunicación telefónica del término de Marbella en general, había sido frecuentemente denunciado por Edgar Neville, quien pasaba largas temporadas en la ciudad y enviaba artículos a periódicos de Madrid. Algo tendría que ver su insistencia en la instalación de una central automática. En la reciente historia de San Pedro Alcántara, rara vez se recuerda la fecha del 21 de septiembre de 1984, día en el que el Pleno del Ayuntamiento conoció el Decreto de Autonomía Administrativa, gracias al cual los sampedreños dejaron de tener la necesidad de desplazarse a Marbella para solventar gestiones en el Ayuntamiento. Comenzaba además el desarrollo de una serie de infraestructuras imprescindibles en materia viaria, sanitaria, educativa, deportiva, etc. Sin duda no eran suficientes, pero marcaban un antes y un después. Una cifra muy indicativa es la que nos desvela que en 1984 en la villa de San Luis trabajaban tres funcionarios y cuatro años más tarde lo hacían dieciocho. Por delante aparecían una serie de retos, algunos aún en fase de consecución.
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