Soto de Ferraz
La cárcel es una sombra en la sombra. Oscuridad de soledad y silencio. La derrota con forma de barrote. Ábalos y Koldo en Soto del ... Real, con el Peugeot 405 aparcado en la puerta de Ferraz.
El miedo se ha apoderado de Moncloa. Ha entrado en pánico. La nueva situación procesal del que fuera número dos del PSOE y su fornido asesor, es desde hoy la principal amenaza para el Gobierno. Tienen miedo a que hagan un Aldama, y en vez de seguir con el club de lectura que Santos Cerdán dejó en la cárcel, se dediquen a cantar a dúo. El último aizkolari socialista, en palabras de Pedro Sánchez, junto al defensor de su moción de censura, tendrán tiempo suficiente para planificar su estrategia de defensa conjunta. De ellos depende en buena medida que se esclarezca toda la verdad en torno al lodazal de corrupción en el seno del sanchismo. La imagen de la entrada en prisión de Ábalos, junto con la de Santos Cerdán de este pasado verano, son la mejor metáfora de una legislatura atrapada por los escándalos de corrupción.
El Gobierno y el PSOE llevan semanas intentando aislar al presidente de una trama que creció precisamente al amparo de sus decisiones. Se insiste en que todo fueron desvíos individuales, pero la ficción se derrumba sola, ya que la red de corrupción sólo se expandió porque Sánchez entregó a Cerdán el control territorial y dio a Ábalos un poder sin contrapesos en el partido y en el ministerio clave. Si esos abusos fueron posibles, fue por una arquitectura política muy bien definida y compartida por los protagonistas.
La corrupción que desborda al PSOE no es un episodio lateral. Es la auténtica razón de la parálisis que asfixia al país. Nada avanza porque todo está contaminado. La mayoría que daba aire a Sánchez se está agotando y el Gobierno camina con la brújula desimantada, pendiente de cada revelación que brota de los tribunales o de cada acusación que lanzan quienes un día fueron piezas leales de su maquinaria. La ficción de la inocencia presidencial, como la de un líder que pasaba por allí, ya solo la mantiene el periodismo militante. Nos repiten hasta la náusea que se trata de lobos solitarios, de decisiones personales, de comportamientos imprevisibles. Con un Gobierno incapaz de gobernar y cada vez más dependiente de su relato victimista para esquivar la ineludible responsabilidad política del presidente, España vive uno de sus periodos políticos más oscuros.
Soto de Ferraz es hoy el kilómetro cero de la corrupción que ha devorado la legislatura. El punto donde se cruzan las decisiones que llevaron a unos a los tribunales y a otros a esconderse detrás del relato.
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