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José Ibarrola
La soledad de los menores

La soledad de los menores

La Tribuna ·

Ser menor de edad, estar solo y en un país extraño, donde no hablas su idioma. ¿Se han llegado a preguntar qué deben pensar y sentir esos niños? La desesperación

mercè rivas

Viernes, 10 de mayo 2019, 01:08

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Las cifras son frías pero los datos nos dicen que el 14% de las personas que llegan a España son menores. Sólo en patera, lo hicieron en 2017 un total de 2.177, cifra muy superior a la del año anterior. Obviamente huyen de sus países de origen por la violencia o la pobreza. Pero no todos los niños o niñas menores de edad que llegan a nuestro país están contabilizados. Muchos dicen tener 18 años sólo para no ser tutelados por la comunidad autónoma que los acoge y para poder quedar en libertad y encontrar algún trabajillo de supervivencia. Los estudios afirman que más del 70% han consensuado con su familia su partida hacia el mal llamado 'primer mundo'.

La mayoría no quiere ni siquiera quedarse en España, bien porque tienen algún familiar por Europa o porque piensan que en el resto de Europa tendrán más posibilidades de trabajar o estudiar. Las niñas suelen ser las que corren más riesgo, ya que las tratas de prostitución trabajan activamente para captarlas, especialmente a las nigerianas, mientras que los niños argelinos y marroquíes prefieren vivir en la calle.

Hay cifras espeluznantes. En los últimos años, más de un centenar de menores pidieron asilo político ya que huían de zonas en conflicto pero sólo lo consiguieron 31. Realmente penoso. Vergüenza nos tendría que dar saber que hay estamentos de Naciones Unidas u organismos en defensa de los derechos humanos que han acusado a España de «prácticas invasivas y poco fiables» de determinar la edad de esos menores y de las 'deportaciones en caliente'. Eso significa que, por una parte, estos chavales quedan desprotegidos y, a la vez, estamos colaborando a que su futuro sea desolador.

«Las instituciones españolas están a cargo de unos 125.000 menores inmigrantes que llegaron al país sin sus familias. Pero una vez que alcanzan la mayoría de edad, el Estado deja de ocuparse de ellos y se ven obligados a enfrentarse solos a un futuro incierto», afirma un estudio realizado en Francia por Radio France Internationale. Recientemente, hemos podido ver y leer en diferentes medios de comunicación cómo miembros de la extrema derecha han atacado centros en donde viven esos menores. Un paso adelante para esa xenofobia y racismo que algunos quieren imponer.

El organismo de Naciones Unidas para la infancia, Unicef, ya ha denunciado que las administraciones han pasado a habilitar centros solo para menores extranjeros, donde faltan mediadores y psicólogos, donde el cuidado de los niños se ha subcontratado, donde hay demoras en tramitar su documentación, trabas para que estudien y trabajen y camas en los suelos de los pasillos. «Se aprecian diferencias entre los chicos marroquíes o argelinos y los subsaharianos. Los últimos han pasado por un periplo más traumático, algunos huyen de guerras y crisis económicas y políticas, pero tienen más adherencia a los proyectos educativos y de integración. Los norteafricanos suelen venir sin un proyecto claro y con expectativas muy a corto plazo que no se cumplen», afirma Carlos Chana de Cruz Roja.

Pero Europa ni se inmuta, quizás deben pensar que en Estados Unidos están igual o peor. El número de menores inmigrantes que se encuentran detenidos en dicho país se ha disparado en el último año hasta cifras sin precedentes. La causa no es un aumento de las llegadas de menores, sino el propio Gobierno, que cada vez pone más trabas a que esos menores salgan del sistema de detención. Y la cárcel no es el lugar donde deben estar estos jóvenes. Los países de acogida, en lugar de detenerlos, deberían escolarizarlos; en lugar de dar palizas, sería mejor que les buscasen familias de acogida. Pero los centros de acogida están a rebosar y la administración es incompetente. Todos hemos podido ver por televisión imágenes impactantes en Estados Unidos. Niños separados de sus padres, encarcelados, desesperados a la espera de que una ONG vaya a sacarles del infierno. ¿Se han llegado a preguntar qué deben pensar y sentir esos niños? La desesperación.

Y por si esto fuera poco, los jueces rechazaron en su día la petición de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU por sus siglas en inglés) y de grupos defensores de los inmigrantes de que los menores tienen derecho a contar con un abogado gratuito dentro del debido proceso como lo prevé la Constitución. Y, por si esto fuera poco, representantes de la administración Trump están siendo cuestionados por miembros del Congreso sobre miles de quejas de abuso sexual contra menores inmigrantes no acompañados.

En la otra punta del mundo nos encontramos con los niños refugiados rohinyas. Representan el 25%. Se encuentran en situación de emergencia. Sufren desamparo, desnutrición, enfermedades. No los olvidemos.

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