Soberanía del consumidor
El enemigo de la empresa no es la regulación
En el debate economía/derechos humanos, es inmoral y falso establecer una barrera entre ambas esferas, donde la vida e integridad de los más débiles ... sea algo secundario. Necesitamos prosperidad económica para crear y mantener el empleo, así como bienestar en una sociedad culta, plural y libre, con sistemas de protección social que pongan coto a la pobreza y a la exclusión. Para todo lo anterior, las empresas en sus más variadas modalidades (autónomos, sociedades, grandes, pequeñas) son imprescindibles ya que en última instancia son las que generan empleo y, no nos olvidemos, hechos imponibles para la recaudación tributaria que mantenga los servicios públicos.
Algunos líderes políticos y empresariales consideran que los enemigos de las empresas son el exceso de regulaciones y la llamada 'burocracia'. Como jurista, tengo como oficio el estudio e interpretación de las normas en el caso concreto, y por eso soy consciente que nuestro ordenamiento jurídico es manifiestamente mejorable, que a veces se legisla mucho y mal y que no se puede negar que existen trámites y exigencias que deben cambiar o incluso desaparecer. Pero dicho lo anterior, a los empresarios serios les conviene la seguridad jurídica que ofrecen las normas bien redactadas (muchas o pocas) así como los controles que de la aplicación de las mismas hagan las administraciones públicas. He conocido (y sufrido) en mis años mozos a orondos delincuentes que quisieron eliminar controles y aplicar sus 'técnicas' de empresas a lo público cuando lo único que buscaban era saquear lo que es de todos. La ausencia o insuficiencia de normas y controles no benefician al buen empresario, al contrario, son el paraíso terrenal de los golfos que tiran el nombre de la empresa por los lodos de la corrupción y el ventajismo ajeno a la sana competencia. Es decir, el primer deber es cumplir con las normas y así jugar con las mismas reglas del juego, con el interés público como paradigma.
Pero en la época de la transición de la responsabilidad social empresarial hacia la sostenibilidad empresarial, es inmoral mirar para otro lado ante crímenes brutales, como el genocidio contra el pueblo palestino. Hay que impulsar las iniciativas parlamentarias, como la reciente toma en consideración de la proposición de ley para establecer un embargo al comercio de armas y material de defensa a Israel. Pero también podemos ayudar con nuestras decisiones cotidianas: es la hora de la valentía y de retratarse. Como destinatarios de bienes y servicios (que lo somos todos) e incluso los que puedan y quieran, en su papel de potenciales inversores, tenemos la oportunidad de premiar a aquellas empresas que arrimen el hombro en estos momentos, no solo creando riqueza y pagando religiosamente los impuestos y los salarios (sus principales obligaciones), además, comprometiéndose con el empleo estable y digno de sus trabajadores y con un mundo más justo, sostenible y donde se respeten los derechos humanos. En muchos ámbitos contratar con uno u otro es libre, ejerzamos esa soberanía.
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