Siempre nos quedará Vilanova i la Geltrú
Esquerra apoyará los Presupuestos a cambio de que en una parte las películas de Netflix y el resto de plataformas se hable en catalán. Cataluña ... le retuerce el brazo a Hollywood, pensarán. Imponer el doblaje se le ocurrió antes a Franco y por eso cuando yo era un niño y en casa veíamos las películas de guerra, mi padre se quejaba de que cuando en 'Tora!, Tora!, Tora!' el comandante Mitsuo Fuchida ordenaba el ataque de las fuerzas japonesas sobre Pearl Harbor hablaba como un corredor de seguros de Murcia.
También obligarán a que la producción de las grandes plataformas se ruede en catalán. Me estoy imaginando ahora una serie sobre capillitas sevillanos en ampurdanés en la que a la Esperanza Macarena -estrella de la mañana- la gente por la calle Feria le gritara «¡Maca, maca, maca!», que en catalán significa «guapa, guapa, guapa». Imagino las tentaciones de hacer los diálogos más comprensibles al votante nacionalista y de meter alguna morcilla por la que en la escena final de 'Casablanca' terminen diciendo «siempre nos quedará Vilanova i la Geltrú», y Elsa se suba en un vagón de Rodalíes.
En los países en los que se subtitulaban las películas en lugar de doblarlas, el nivel de inglés de la población era francamente mejor. Lo responsable hubiera sido limitar el doblaje. El doblaje generalizado sirve en el intento de borrar culturas distintas o al menos hacerlas lejanas, inalcanzables y aún más extranjeras pretendiendo que nadie puede entender aquellos idiomas y por lo tanto no merece la pena siquiera escucharlos. La lengua aquí se utiliza como empalizada ante otros mundos en los que se hablan otras lenguas, universos en los que el ciudadano se sentirá torpe, perdido, ajeno y forastero. Con los años uno entiende que cualquiera viendo series en inglés subtituladas al castellano es capaz de ir a Nueva York y pedirse una pizza, pero no importa, pues el nacionalismo necesita dibujar lo que está más allá de sus fronteras como un hostil y desabrido donde un ciudadano a punto de orinarse encima no es capaz de encontrar el servicio en un pub de Londres porque nadie le entiende y, en ese momento, alcanza el absoluto nacionalista de que como en su pueblo no se está en ninguna parte.
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