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La serpiente y el recién nacido

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Lunes, 10 de diciembre 2018, 00:06

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Hubo una vez un tiempo en el que la creación con todos sus seres, incluido el ser humano, vivía un otoño revitalizador de libertad e igualdad. Por aquel entonces vivir significaba decidir constantemente lo que se iba a ser. Se llevaban bien la mujer y el hombre con todos los animales creados, incluida la serpiente.

En la vida tienes unos cuantos sitios, o quizá solo uno, donde ocurre algo; y después están todos los demás sitios. Quizá eso no se le olvide a los protagonistas de nuestra historia: en el Edén apareció una serpiente ante los ojos de la mujer y le preguntó: «¿Dios os ha dicho que no comáis de ninguno de los árboles del huerto?» La mujer corrigió a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del huerto. Solo nos ha prohibido bajo pena de muerte comer o tocar el fruto del árbol que está en medio del huerto». Fue entonces cuando le brilló un ojo a la serpiente y miró a la mujer que estaba completamente desnuda. La descubrió bella, una vocación para las manos, para los labios un destino. Fue entonces cuando le dijo la serpiente a la mujer: «No moriréis. Lo que pasa es que Dios sabe que en el momento en que comáis se abrirán vuestros ojos y seréis como Dios. Conocedores del bien y del mal. Él no quiere rival. Y vosotros podéis ser competidores suyos. Compartir su sabiduría, podéis ser dioses». La mujer la miró en silencio, giró la cabeza buscando el árbol. Lo encontró con la mirada, se acercó a él, y pensó que el árbol era bueno para comer, hermoso de ver y deseable tanto o más que su compañero: podrían adquirir sabiduría. Así que tomó de su fruto y comió. Hizo caso a la serpiente. Y luego se lo dio al hombre que estaba junto a ella. Él miró el fruto, la miró a ella, ella asintió con la cabeza y él comió. Mordió la manzana como Blancanieves. Entonces, el hombre y la mujer, se dieron cuenta que estaban desnudos, que nada cubría sus cuerpos, porque como dijo alguien alguna vez todos somos muy fuertes hasta que nos damos cuenta de que alguien se ha convertido en nuestra debilidad sin saber cómo. Y cuentan que por eso, muchos siglos después de otra mujer nacería un niño capaz de revertir el sentido de la historia y el deseo.

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