Nos sale mal mimar demasiado
EL FOCO ·
No parece descabellado pensar que la hiperprotección, la hiperatención, la hiperlectura de libros de ayuda haya producido una generación con más problemas mentales que las anterioresHay muchos adolescentes con problemas de salud mental. Hay más intentos de suicido. Más suicidios. Más bulimia, más anorexia. Más que antes. Que antes de ... antes de la pandemia. Que antes en la posguerra, que antes en la Movida, que antes en la crisis del 2008. Va a más, en un país, por otra parte, que es el mayor consumidor de ansiolíticos per cápita del mundo, muy alegres pero muy dopados. Volvamos a los niños. Tienen muchos problemas mentales. Eso dicen los psicólogos y los psiquiatras. Los profesores. Los padres. Eso han dicho los niños que estuvieron esta semana en su papel de alcalde y concejales de un pleno municipal en Málaga. Que querrían un psicólogo en cada centro escolar y una asignatura de bienestar emocional. Tengo amigos filósofos que han torcido el gesto cuando se lo he contado. Claro. Porque ellos se preguntan muchas veces en qué consiste la buena vida y manejan bien los conceptos de responsabilidad, de disfrute de la belleza. Andan luchando para que no se quite la filosofía del curriculum escolar. A lo mejor la solución es que la renombren 'Bienestar emocional'. Pero no, ellos no dijeron eso. Ellos saben que los asuntos suelen ser complejos, que la aproximación a verdades incómodas puede ayudar a analizar problemas y, por eso, como son profesores, no me negaron la paradoja que la crisis más extendida de problemas mentales entre los más jóvenes se produce en la generación más mimada de la historia. Es más, hay quien ve ahí una correlación clara, a más mimos, más fragilidad mental. Y eso, por dejar las cosas claras desde el principio, no significa culpabilizar a los niños, ni siquiera a sus padres. Ya sabemos que el camino al infierno puede estar empedrado con las mejores intenciones.
¿Cuáles son esos hechos de los que, en mi opinión, debe partir un intento de comprensión del fenómeno de la salud mental en los adolescentes? El primordial, es el gigantesco cambio demográfico. La atención de los padres actuales a sus hijos se ha multiplicado por el simple hecho de que las familias son mucho más reducidas. No es lo mismo criar a cuatro, a tres, que a uno o a dos. Por no hablar de seis, ocho, diez, familias no tan raras en la generación de nuestros padres, o sea, en la de los abuelos de los niños frágiles de ahora. Abran ese melón en cualquier conversación de cuarentones y cincuentones y verán la cantidad de anécdotas que surgen. Niños que vivían en la calle, que se destrozaban las rodillas, que iban andando al colegio desde bastante pequeños, a los que sus padres jamás veían jugar los partidos de baloncesto.... Las diferencias son muchas. Con seis hijos no te vas a poner a hacer los deberes con ellos y, créanme, conozco a alguna familia que, pese a eso, logró que todos fueran universitarios. Cuentan que sus padres no pisaron jamás el colegio, si acaso para alguna graduación de COU Ahora estamos graduando a los niños con birretes de doctores cum laude en la guardería y, lejos de dejarles ir solos al colegio, hay padres &ndashy muchas madres&ndash que forman un atasco con sus coches enormes para recoger a infantes en edad de afeitarse en la misma puerta del colegio. Luego ayudarán a sus hijos a matricularse en la universidad o irán con ellos a una revisión de examen de bachillerato. Ojalá más profesores como mi amiga Elvira que, ante esa tesitura, le dijo a una madre: «¿Se está usted dando cuenta de la falta de respeto hacia su hijo? ¿Cree que él no puede apañárselas solo?». Lo que nos lleva al siguiente punto: la responsabilidad.
A los niños les encanta sentirse responsables. Les gusta saber que tienen obligaciones, que se tienen que hacer su cama, meter las cosas en el lavaplatos, recoger el desayuno. Se sienten útiles. Que pueden ir solos andando, que no pasa nada si se les recoge a 500 metros del colegio o si se les manda al supermercado a por un recado. Cada vez nos cuesta más meternos esto en la cabeza. Llegados a este punto, nos vamos al siguiente, el miedo. Porque habrá padres que hablen de secuestros, de abusos, etc... nada extraño viviendo en un mundo donde el alarmismo en los medios de comunicación es la norma. Los hechos no indican que ahora la vida sea más peligrosa para un niño que hace 40 años. Pero se transmite miedo.
Ellos se preguntan muchas veces en qué consiste la buena vida y manejan bien los conceptos de responsabilidad, de disfrute de la belleza
Se va a acabar el mundo, no va a haber trabajos, no te vas a poder comprar una casa y, en la pandemia, como no te pongas la mascarilla o te vacunes vas a matar a tus abuelos o, este verano, cuidado que te van a inyectar algo que hará que puedan abusar de ti. Todo muy ilusionante. Los medios que lanzan esos mensajes ahora son los mismos que se preocupan por la salud mental de los jóvenes.
Es cierto que los jóvenes, más que medios, consumen información por las redes sociales. De todo tipo, también sobre cómo autolesionarse o disimular una bulimia. He ahí otro hecho diferencial generacional, los padres venimos de adolescencias sin esas redes. A la mayoría de los chavales no les ocurre nada malo en ellas e incluso pueden servir para socializar más y mantener amistades durante tiempo: es más fácil seguir en contacto con amigos de campamentos, de deportes, de colegios diferentes. Pero también se sabe que a un porcentaje con tendencias adictivas y con baja autoestima les hace daño, sobre todo a las chicas. Que hay mucho acoso virtual. Por eso, el juez de menores Emilio Calatayud es muy partidario de retrasar al máximo la edad para tener un móvil y poner reglas muy claras para su uso. También aconseja que los ordenadores nunca estén en los dormitorios.
Vamos a los consejos, por cierto. Somos la generación de padres más leída sobre crianza de la historia. A la vista de los resultados, ¿podemos concluir que no nos ha ayudado mucho? ¿Podemos incluso pensar que hemos sido unos soberbios por no seguir los consejos de nuestros padres, que no nos criaron tan mal?
No parece descabellado pensar que la hiperprotección, la hiperatención, la hiperlectura de libros de ayuda haya producido una generación con más problemas mentales que las anteriores. Puede que se arregle con un psicólogo en cada colegio. Me da que es un pelín más complicado.
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