Escapar. Al final, siempre te cogen. Pueden pasar años. Está resultando verdad eso que el mundo es un pañuelo. Ya no hay donde esconderse. Quizá ... en algún bosque de Borneo pero ¿quién quiere estar allí si no eres un orangután, un pepino de mar o una babosa? Para los humanos, las condiciones de vida son difíciles y es mucho mejor estar en Archidona aunque no haya piscina climatizada como dicen las malas lenguas. Me dirá alguien que también se puede estar tan ricamente en Europa cerquita de donde a Napoleón le dieron la del pulpo pero ésa es otra cuestión, inexplicable pero distinta. Ahora hemos podido celebrar que en una localidad vecina le han finalmente echado el guante a un ciudadano que estaba haciendo un doctorado sobre el arte de escabullirse. Dicen que publicaba en las famosas redes sociales sus consejos sobre cómo escurrir el bulto. Tendrá que mejorarlos en una próxima edición porque el sistema le ha funcionado regular no más. Llevaba dos años huido según me explican. Dos años en los que no habrá gozado demasiado si con sentido de la realidad podía pensar que en cualquier momento se acababa lo que se daba. Decía Churchill que era muy demócrata cuando estaba en el gobierno lo que le sucedía intermitentemente que lo mejor que tenía ese sistema es que cuando te tocaban la puerta a las seis de la mañana podías estar seguro que era el lechero. Pues un fugado no goza de esa garantía porque los que le visitan a horas intempestivas pueden estar animados de otras intenciones. Y seguro que lo estarán. Si se les ocurre programarse para media mañana, por ejemplo, irán en vano porque el fulano estará en el campo de golf.
Hace años veíamos en televisión una serie sobre un médico al que le acusaban de haber matado a su mujer. Todos sabíamos que era inocente y que el malo era un cojo, un manco o un tuerto, no recuerdo. Pero la policía no se enteraba y perseguía encarnizadamente al pobre. Tampoco tengo claro en qué terminaba la cosa pero lo que sí, es que el fugitivo, que le daba nombre a la película, lo pasaba fatal. Claro es que no se limitaba a escabullirse sino que, a su vez, perseguía al verdadero responsable del asesinato, con la esperanza de presentarlo a la justicia y quedar libre. En Marbella hubo un concejal que era muy simpático y popular. Dicen que se contagió con el mal ambiente y aprovechó su condición de munícipe para trabajar no sólo para los demás sino para él mismo. Cuando la cosa se puso fea, puso pies en polvorosa y se trasladó lejos, a una de esas ciudades enormes del interior que antes eran recoletos pueblecitos y hoy son grandes urbes, llenas de coches y de habitantes. El hombre se instaló allí, formó una familia con una natural del país, una señora estupenda, por cierto, mejorando lo presente, contribuyó al crecimiento demográfico y se olvidó o pretendió olvidarse de nosotros. Pues el rayo que no cesa lo encontró entre tantísima gente que vive por allí y le complicó las cosas. Se entregó a las autoridades y le perdí la pista porque la noticia ha desaparecido de las primeras páginas que son las únicas que alcanzo a leer en este mundo de vorágine que vivimos en el que se escribe tantísimo. Le deseo suerte porque me caía bien y en el pecado ha llevado la penitencia. Como el tiempo todo lo cura es muy probable que la prescripción obre en su favor. Esa bendita institución que tanto contribuye a la seguridad jurídica y que te permite tirar papeles y descansar sabiendo que nadie te vendrá a preguntar sobre lo que hiciste en tu adolescencia o en tu juventud. Bueno, salvo que hayas exterminado a un pueblo completo o hayas estado a cargo de un campo de concentración. En esos casos el paso del tiempo no sirva para nada. Tu única solución es morirte, método que emplearon varios de los gerifaltes que no hace mucho hicieron maldades sin límite. Cuando los pillaron al fin no se acordaban de nada porque estaban ya listos de papeles. Hubo uno sí que se lo llevaron raudo sin extradiciones ni zarandajas y como era tan malísimo, nadie movió un dedo para recordar aquello de los derechos humanos, el juicio justo, la tutela judicial efectiva ni nada que se le parezca. Lo juzgaron públicamente y podemos recordar unas gafas de marco negro y unos auriculares con los cuales trataba de seguir el desarrollo de lo que estaba pasando.
Bueno, tampoco hay prescripción si has blanqueado dinero.
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