Reflexiones sobre el PGOU
NUEVAS variaciones sobre un mismo tema, el PGOU de Marbella, vuelven a inquietar al ciudadano ante tanta confusión como se ha generado desde que en ... 2015 el Tribunal Supremo anulara el realizado por el equipo de González Fustegueras. En esta ocasión ha sido, nada menos, que el Tribunal Administrativo de Recursos Contractuales del propio ayuntamiento quien ha revocado la nueva adjudicación por encontrar en ella ciertas anomalías, lo que hace suponer que el tan esperado Plan General parece gafado desde sus inicios. Ante esta tesitura, cabría preguntarse si estos aparentes fracasos ocultan los acostumbrados intereses particulares que desoyen las voces de quienes no los comparten.
Ahora que el proyecto retorna a su punto de partida, considero necesario traer a colación algunas puntualizaciones que se hicieron en su día y no fueron tenidas en cuenta.
Cuando Fustegueras asumió la responsabilidad de redactar su PGOU, el derogado, contactó con agrupaciones ciudadanas con el fin de recoger en el mismo los aspectos más destacados de la ciudad. Una de ellas fue Cilniana, quien le facilitó cuantas publicaciones consideró de interés para la inclusión de aquellos yacimientos, edificios y canalizaciones que, a su entender, deberían protegerse. Pese a la buena disposición que unos y otros demostraron en aquellas conversaciones, el documento final tenía, a criterio de Cilniana, lagunas que se podían salvar, para lo cual presentó las alegaciones pertinentes, muchas de las cuales fueron desestimadas.
El primer error estribaba en el propio texto, pues no se ajustaba a lo establecido en el artículo 31 de la Ley de Patrimonio de Andalucía sobre la elaboración de un Catálogo y Carta Arqueológica, «instrumentos imprescindibles para salvaguardar aquellos elementos patrimoniales que, por su condición histórica o etnográfica, no pueden desaparecer de nuestro paisaje», alegaba Cilniana al considerar que la Carta pondría freno a futuras actitudes especulativas y «conservar el escaso patrimonio que aún se mantiene».
Un segundo error era consecuencia de arrastrar informaciones antiguas y desfasadas, como ocurre con la torre de la Mar -destruida en el siglo XVII- y la del Real de Zaragoza, derribada en la década de los sesenta del siglo pasado. Dos atalayas inexistentes que aparecen sistemáticamente en las relaciones patrimoniales. Por ello, se recomendaba su exclusión como baluartes defensivos de la costa y que las áreas de su entorno fueran declaradas zonas de protección arqueológica.
Es cierto que en el PGOU se protegieron edificios y yacimientos ya conocidos y algunos otros de escasa notoriedad. Sin embargo, quedaron fuera los más modestos, aunque igualmente interesantes, que debieron tenerse en cuenta. Son los acueductos y canales de La Florida, residuos de las antiguas conducciones de agua a la ciudad; los restos del canal del Trapiche del Prado desde su arranque en Puente de Palo; una casa de labor en Puerto Rico Alto, único ejemplar del patrimonio rústico de la zona según manifestaron los técnicos de Cilniana; o el molino de Puerto Rico Bajo, que mantiene milagrosamente su atarjea y demás instalaciones características que, desde muy antiguo, formaron parte de la industria para la molturación de los cereales de Marbella y de los que aún se conservan algunos ejemplares en las orillas del Río Real y Arroyo de Guadalpín. Testigos de un tiempo no muy lejano, estos molinos presentan un avanzado estado de ruina, siendo necesario aplicarles una protección integral.
Asimismo, se pidió «dada la cotización que el suelo adquiere en la zona», se protegieran los pozos artesanos y las conducciones de agua de La Virginia que, aunque aún no han sido investigados, resultan muy valiosos para una futura historia del agua en esta ciudad. En otro sentido, se sugería la conservación de la calera del Río Real, testimonio escasamente apreciado pese a su importancia etnográfica y medioambiental.
Es posible que muchas personas no conozcan estos lugares; que tampoco valoren el hecho de que los parques, palmerales y jardines que nos rodean necesiten ser protegidos; o que se mantengan los edificios significativos para que no desaparezcan como el de Radio Nacional, en cuya demolición se menospreció la opinión popular. Pero también precisan una protección integral los centros históricos de Marbella -antigua medina musulmana- y San Pedro que, aunque muy mutilado, conserva la trama urbana típica de una colonia; o el complejo de El Ingenio, testigo de una brillante etapa industrial con edificios históricos como la Alcoholera, almacenes, casas de labor y viviendas populares.
Este es sólo un breve muestrario de los elementos patrimoniales que, a juicio de Cilniana, debieron incluirse en el PGOU de 2010 y que hoy saco a colación por si, en un ejercicio de coherencia y respeto al pasado histórico de Marbella, los nuevos redactores consideran factible su inclusión en ese Catálogo y Carta Arqueológica que deberán elaborar para que, de una vez por todas, nuestro Patrimonio obtenga el reconocimiento y la protección que merece.
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