No somos el centro del mundo en cuanto planeta del Sistema Solar donde vivimos los seres humanos, pero sí nos situamos en la centralidad de ... nuestro mundo cotidiano. En ese sentido percibimos como lo mejor nuestro entorno malagueño y marbellero: para muchos (y muchas) no puede haber provincia o ciudad más excelente. Y ello a pesar de las constatables deficiencias que no deben ser ocultadas por ningún tipo de apasionamiento desmedido. Marbella es ciudad que carga con ciertos falsos atributos, rutinarios, recurrentes y repetitivos, que resucitan una y otra vez, por mucho que se desmientan; seguramente porque las voces que lo hacen no gozan de una difusión mundial, ni nacional tampoco. Así que seguiremos diciendo que la aldea o pueblecito de pescadores es una falacia y que tampoco es verdad que los nacidos aquí sean marbelleros y los venidos de otros lugares marbellíes. Continuará siendo una prédica en el desierto. Cuando uno tiene la costumbre (casi un vicio) de hurgar en el pasado, de vez en cuando se encuentra con datos curiosos. De esta manera tuve conocimiento de un extenso artículo del autor catalán Francisco Carreras y Candi, publicado en noviembre de 1933, sobre un asunto de toponimia barcelonesa; en él aparece una interesante alusión filológica y mención de la ciudad de Marbella: «nuestra playa de la Marbella no es Mar Bella (hermosa), ni Mar Vella (vieja), la palabra marvell y marvella, en el siglo XV, se aplicaba como sinónimo de la voz castellana resaca, o apartamiento de las aguas. En Málaga subsiste Marbella con toda su pureza ortográfica, según le falta a menudo en Barcelona». La ciudad, seguramente desconocida para la inmensa mayoría de potenciales lectores, ya estaba en el mapa y era reconocida. Coincidía el citado artículo en el tiempo con una reseña en la prensa de 1933 donde se leía que «el presidente del Consejo de los Ferrocarriles Andaluces ha celebrado una larga conferencia con el ministro de Fomento, tratando del pronto comienzo de las obras del ferrocarril de Málaga a Coín y Marbella, en que hallarán trabajo mil quinientos obreros. El ministro ofreció facilitar la solución de cuantos obstáculos se ofrezcan a fin de comenzar inmediatamente las obras». Nada nuevo bajo el sol y la constatación de que el valor de la palabra de los representantes de la administración era el mismo entonces que ahora, es decir, ninguno. En aquellos años treinta se escuchaba en los ámbitos de la música lírica las composiciones que integraban las «veinte canciones populares españolas», del autor español, nacido en La Habana, Joaquín Nin, padre de la escritora Anaïs Nin. Una de esas composiciones era la «malagueña», difundida por intérpretes de la época, y que más tarde contaría con la versión de referencia de la soprano Victoria de los Ángeles. Esta canción dice: «cuando salí de Marbella hasta el caballo lloraba, que me dejé una doncella que al sol sus rayos quitaba». Interpretada por una panda de verdiales, en los años sesenta y primeros setenta, era usada por Radio Marbella, emisora sindical, como introducción a las noticias locales en el diario hablado «Pregón» que elaboraban Juan Carlos Reina y María Elvira Borrego. En la versión por verdiales la «doncella» se transformaba en «una morena». También la melodía de los verdiales se encontraba presente en una copla titulada 'Canto a Marbella', grabada en 1962 por Lola Flores para la discográfica Columbia. No tuvo demasiado éxito pero anunciaba la intensa vinculación que la artista iba a tener con la ciudad, donde puso en marcha y mantuvo un mítico tablao en Puerto Banús, sobre terrenos cedidos por doña Pilar Calvo y Sánchez de León, esposa de José Banús Masdeu. En este canto Marbella era una «bella sultana», recurrente metáfora al tiempo que `flagrante prosopopeya. Ya sabíamos, por Antonio Molina y su 'Marbella perla del mar', que aquí se producía una «orgía de colores fundida en un crisol» y que en nuestras playas «las caracolas cantaban fandangos y bulerías». También fue para el sello Columbia para el que registró Luisa Ortega la copla de Quintero, León y Quiroga, 'Rosario la de Marbella', con un éxito considerable y que, en la zona, junto con la de Antonio Molina, era solicitada en los programas radiofónicos de 'Discos dedicados'. Marbella ya estaba descubierta y los pioneros de la ciudad turística hacía décadas que habían llegado. Como siempre ocurre, aguardaban periodos de luces y de sombras. Muchas sombras.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión