El raperillo de Tormes
En el siglo XVI por Cuaresma se pasaban a las putas al otro lado del Tormes y ahora pasamos a los raperos. A una parte ... de la juventud le parece intolerable que se meta en la cárcel a Pablo Hasel, tenebroso juglar. Se acogió a sagrado en la universidad de Lleida, y esperaba la llegada de la pasma con una bolsa de deporte con cosas para el talego porque cuando te apalea el Estado siempre hay que llevar una muda nueva. Yo encuentro cierta heroicidad en ir con lo puesto, a la cárcel o a cubrir un atentado. En mis tiempos de enviado espacial juraba que no era una buena cobertura si no tenías que lavar los gayumbos en el lavabo del hotel.
Hasel pretende pedir con total libertad que pongan una bomba en el coche de Patxi López, y quizás haya que proteger ese derecho en favor de las canciones, por malas que sean. Es tan difícil dibujar la raya entre lo miserable y lo punible que lo mejor será no dibujarla. Se entiende muchísimo mejor la cuestión del Rivadulla, raperillo de Tormes si en sus conciertos se coreara que ojalá una bomba en el coche de Irene Montero, no haría tanta gracia, ni firmarían un manifiesto en su defensa quince mil intelectuales de mi-Españita-abajofirmante. En cambio, si el gachó es un artista de izquierdas, se engrasa la maquinaria tan efectiva de la fábula del poeta engrilletado por el poder que inspira a la juventud a reventar Cataluña un martes por la noche en defensa de la no violencia del artista.
Que uno hable de la juventud es señal de que ya no está en ella. Claro que ahora también los jóvenes hablan de la juventud en tercera persona y reclaman una insatisfacción eterna ante la injusticia de no conseguir lo que merecen. Les parece poco tener la vida por delante y levantarse sin que les duelan las rodillas. El rollo de la juventud idealista es una filfa. Por lo general, con el tiempo la gente se va haciendo más sabia aunque para algunos no hay remedio. Decir que la edad me ha hecho más listo sería decir mucho, pero sí que creo que me hizo menos tonto, lo suficiente como para no tragarme el cuento del raperillo Rivadulla.
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