Querer hijos: contracultural y rebelde
EL FOCO ·
Menos niños y más mascotas, esa es la conclusión demográfica en un país en el que demasiadas personas en edad fértil han decidido que el futuro no merece albergar a retoños con sus ADNLos que teníamos alguna esperanza en que el confinamiento, al obligarnos a estar más en casa, estrecharía lazos en parejas y eso acabaría en hijos ... a los nueve meses, se nos ha servido el chasco en bandeja fría. Nada. Menos niños y más mascotas, esa es la conclusión demográfica en un país en el que demasiadas personas en edad fértil han decidido que el futuro no merece albergar a retoños con sus ADN. Las consecuencias de estas decisiones se explican con gráficos de pirámides y preocupación por las pensiones. Siempre en términos económicos, necesarios, y apenas afectivos, aunque en unos años hablemosde la epidemia de la soledad, como pasa ya en otros países.
Lo paradójico del asunto es que el Gobierno de Pedro Sánchez ha anunciado con gran fanfarria una estrategia millonaria ante el reto demográfico. Con lenguaje inclusivo, feminista, digital y mucha brecha de género y territorial. Ni una sola vez aparece la palabra 'natalidad'. Querrán llenar los pueblos de hispters de pan de masa madre y mascota de la protectora de animales, pero los niños parecen un engorro que no merece ser fomentado. Además, la corriente 'gretinista', que llora con su líder adolescente Greta Thunberg por el fin del planeta, considera que la Tierra mejora sin tanto humano. Encuentran una autojustificación moral perfecta: se sacrifican por las ballenas, los osos polares y la biodiversidad.
Uno de los aspectos más apasionantes del aprendizaje es la certeza de que se van abriendo cada vez más interrogantes al profundizar hasta acabar en la humildad máxima del sólo sé que no sé nada, motor, a la vez, de querer saber. O así debería ser. Pero medios y políticos superficiales hacen que la cola de personas en el camino de 'respuestas simples' esté cada vez más poblada y la de 'respuestas complejas' sea una aventura cognitiva apenas atractiva para unos valientes.
El pasado viernes, San José, fue el Día del Padre. Cada año habrá menos personas que lo festejen
La respuesta simple entre periodistas y politólogos de despacho y poca calle es que la precariedad laboral entre los jóvenes es el gran freno que impide paritorios llenos. Siendo consciente de que, efectivamente, la incertidumbre no ayuda, lo tajante de esa afirmación hace aguas. ¿Están teniendo más niños en países donde no hay tanto paro juvenil ni precariedad? Pues no. En los países escandinavos, con un Estado del Bienestar potente, la natalidad sigue en caída. ¿Tienen más hijos las parejas de funcionarios españoles? También podríamos estudiar casos de éxito en nuestro país y qué les lleva a determinados grupos a ponerse a los niños por montera y lanzarse con entusiasmo a la tarea de poner mesas con muchos platos. El otro día, Ana Pérez-Bryan, en un magnífico reportaje, contaba cómo habían llevado la pandemia una familia con diez hijos (no hace falta tantos) y un sueldo, el de profesor de instituto del padre. Los progenitores se mostraban gratamente sorprendidos por cómo habían arrimado el hombro todos y por el buen rollo que había reinado en el piso de la carretera de Cádiz. Esa familia se merece un reality en el que expliquen cómo lo hacen. Sin embargo, ahora tenemos 'La Isla de las Tentaciones', donde una chica se lamenta, al ver una escena de una pelea, sobre qué estaría pensando el perro si los viera. Por cierto, el aumento del gasto que requiere ahora el cuidado de una mascota -piensos especializados, chips, medicamentos, ropita- también cuestiona la explicación fácil de que todo el problema es el dinero.
La familia de los diez hijos, ¿se vestirá de marcas, irá de viaje, comerá mucho en restaurantes? No es aventurado pensar que 'no' es la respuesta a las tres opciones. Frente a eso, tenemos tendencias sociales como las que encarna el movimiento Malas Madres y su etiqueta en redes de #YoNoRenuncio. Pues claro que la maternidad y la paternidad es renunciar, faltaría más. Y cualquier decisión adulta y responsable. Cuando hay que repartir tiempo y dinero entre más miembros, hay que elegir qué se hace y qué no.
A esa tendencia se le añade la del hiperparentismo. Nuestra generación está mucho más encima de los niños.Somos la generación biberón de los 70 que damos el pecho que no tuvimos a nuestros hijos muchos más meses, con noches de sueño escaso y días de agotamiento. Hablamos de los deberes escolares en primera persona del plural y supervisamos los juegos hasta que les cambia la voz. Por supuesto, eso incluye tener que llevarlos y recogerlos hasta la misma puerta del colegio. Unos centros escolares que cierran sus puertas mucho antes que cuando los abuelos de ahora eran pequeños. Los que tenían la suerte de ir al colegio en los años 40 y 50, con cartillas de racionamiento, familias numerosas y calcetines cosidos, salían a las siete de la tarde. Increíblemente, cuando las mujeres se incorporan masivamente a trabajar se acorta la jornada escolar. Si hablamos de conciliación, quizás convendría empezar por cuestionar esos horarios que permiten conciliar sólo al personal docente.
En un clima irrespirable de polarización política, necesitamos, entre otros, un Pacto de Toledo en el que se exploren medidas de fomento de natalidad. Hace años, el politólogo Víctor Lapuente, en un libro llamado El Retorno de los Chamanes, explicaba que hay dos tipos de políticas: la de los exploradores y la de los chamanes. Las primeras se someten a evaluaciones, se estudian, se comparan, se ensayan y las segundas son simplemente proclamas con conceptos abstractos que polarizan: Dignidad, Justicia, Libertad. «Significantes vacíos», que dirían los ingenieros sociales de Podemos. Cómo mola polarizar con los trans en vez de ponerse a trabajar porque haya más niños.
El pasado viernes, San José, fue el Día del Padre. Cada año habrá menos personas que lo festejen. No importa mucho. A los que disfrutamos con nuestras familias numerosas nos queda el consuelo, quién lo hubiera dicho, de sentirnos contraculturales y rebeldes.
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