LOS POBRES CONTAMINAN EN VUELOS 'LOW COST'
EL FOCO ·
Querer que sólo puedan viajar los ricos por el bien del clima y sus modelos matemáticos es una opción, pero convendría que lo dijeran así, sin eufemismosTodavía recuerdo con cierta verguenza ajena comentarios de almas cándidas durante el confinamiento sobre la ausencia de ruidos, la limpieza de la atmósfera, lo ideales ... que eran los delfines acercándose a los puertos, qué monos los jabalíes bajando por las calles del Limonar. Qué idílico era el mundo desde una casa buena con zona ajardinada y vistas, encerrados con nuestra conexión a internet, las mejores series de Netflix y de HBO y esas tablas de gimnasia para hacer con las amigas en la distancia. En España apenas existieron críticas a ese confinamiento superestricto porque nos sentíamos muy solidarios esquivando al bicho de la manera más radical, aunque, claro, los había que no tenían más remedio que salir a currar a la calle: los trabajadores que nos reponían en los supermercados los yogures con bífidus activo, los que nos los cobraban y repartían; los camioneros, que ahora faltan, recogiendo la mercancía que algunos siguieron recolectando en el campo, porque la verdura y la fruta no se congelan todavía en rama.
Con aquellas admiraciones por el mundo encerrado vinieron reflexiones sobre la supuesta adicción occidental a volar por dos euros a cualquier sitio, sin darnos cuenta de lo que contaminaban nuestras excursiones internacionales de fin de semana. Antes de la pandemia ya no los había explicado la niña Greta desplazándose a EEUU en un catamarán muy costoso, patrocinado por esas marcas que hacen ahora de su virtud moral y climática su principal estrategia de marketing. A buen seguro que el asunto saldrá en la cumbre del clima en Glasgow, la cita a la que casi todos llegarán en avión, menos los chinos, que han dicho que con ellos no se cuente, que andan ocupados haciendo cuentas con sus centrales de carbón y nucleares, especies energéticas en extinción en Occidente.
Minusvaloramos, por frecuentes y simplones, la política de memes, capaz de sintetizar con risas imágenes que desprecian a los políticos. No nos cabe en la cabeza cómo Vox ha podido iniciar una cruzada contra la Agenda 2030 y sus nobles ideales pero es que puede ocurrir que haya gente un pelo harta de que unos señores que vuelan en jets privados le digan que sus esperas para embarcar en un vuelo 'low cost' de maletilla de dimensiones ajustadas es una asquerosidad contaminante. Con lo bien que se vuela sin horarios, sin estrés, sin compartir filas con gente que se queda en calcetines pestosos, en un vuelo particular, de los que aterrizan en Málaga al lado del Museo de la Aviación.
Obviamos que las emisiones de carbono nos han traído hasta nuestro progreso y por eso no engañamos a los chinos
El momento dulce que vive esta provincia se debe mucho a todos esos vuelos que están a punto de coger velocidad prepandemia en un aeropuerto que Vicente Granados, uno de los impulsores del primer plan estratégico de la ciudad, siempre alababa, por la posibilidad de llegada y, también, de salida. Pero arrecian las críticas desde el sector hard core del apocalipsis climático a los vuelos de bajo coste y se lanza un plan para recuperar los trenes litera por toda Europa. Los snobs con más posibles encogen la nariz en un gesto de asco hablando del horror de las despedidas de solteros que no vienen, o eso parece, de excursiones pictóricas y sí pintorescas.
Que cada cual use los vuelos como quiera. El mismo avión puede llevar a una panda de borrachos ordinarios con ganas de juerga que a una familia deseosa de disfrutar de monumentos y de buena gastronomía. Pero esos vuelos han hecho posible que millones de personas conozcan otros lugares, puedan ir a visitar as familiares en el extranjero, se vayan a estudiar a universidades foráneas sabiendo que hay billetes para volver varias veces en el curso. A todos ellos, a nosotros, a los que nos hemos peleado con buscadores de vuelos 'low cost' en internet, nos están pidiendo que nos conformemos con los documentales del canal Viajar y dejemos de ser contaminantes. Nos lo dicen los que no han pisado una cola de embarque de Ryanair desde hace siglos, con sus vuelos privados rumbo a la cumbre anual en Davos, donde los millonarios del mundo nos dicen cómo debemos ser buenos.
Esos cónclaves donde se sacan un abanico de eufemismos para referirse a los pobres: vulnerables, sin recursos, desfavorecidos. Pobres. A los que no se les ha explicado que las políticas molonas verdes se reflejan en la factura de la luz, por ejemplo. Pero no son tontos y, en Francia, se empezaron a revolver con chalecos amarillos. Alguno atará cabos y se revolverá contra esa clase política y académica que decide sobre sus vidas creyendo que todo es tan aséptico como un modelo de clima en un gráfico donde no viene reflejada ni la subida de la luz, ni el precio de las pechugas ni lo que cuesta llenar de diesel la furgoneta de reparto. Algunos, en el mismo Glasgow de la gran cumbre del clima, ya hablan de Personas Non Gretas. Los mismos que ven a los famosos en Instagram disfrutar de vacaciones en esos hoteles de lujo en las Maldivas, que ya debían llevar unos años hundidas, de ser ciertas las predicciones sobre la subida del nivel del mar de hace lustros. Los mismos años de aquel documental de Al Gore sobre el clima, 'Una verdad incómoda', y ahora resulta que lo incómodo es ver fábricas parando su producción porque no pueden asumir una energía por las nubes. Una verdad incómoda también es que dependemos del gas de Argelia y de Putin, porque fuimos superecologistas cerrando centrales nucleares.
Obviamos que las emisiones de carbono nos han traído hasta aquí, hasta nuestro progreso y por eso no engañamos a los chinos. Los primeros industriales que montaron chimeneas fueron aquellos burgueses del XIX que se permitieron salir de paseo por Europa en viajes que duraban meses y de los que se traían baúles llenos de compras. Las emisiones y la ingeniería hicieron posible que los obreros de entonces, de aquellas fábricas, sean ahora una clase media que se puede escapar unos días desde Málaga a visitar palacios en Viena.
Querer que sólo puedan viajar los ricos por el bien del clima y sus modelos matemáticos es una opción, pero convendría que lo dijeran así, sin eufemismos, a las claras. A ver qué pasa. Si protestan, les llamarán negacionistas.
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