Ahora que el canal HBO está emitiendo varios capítulos sobre la vida del que fuese alcalde de Marbella, Jesús Gil, se han podido recordar, entre ... otras cosas, algunas imágenes bastante llamativas sobre la celebración de los plenos municipales en el salón de sesiones del Ayuntamiento. Aquellas reuniones de la corporación tenían de todo menos tedio, que ya se encargaban algunos de que el público asistente no se aburriera.
Como en casi todo lo que tenía que ver con la vida municipal se imponía la «ostentórea» voz del alcalde por encima de los demás, dejando escaso margen para los concejales. Ni siquiera solían hablar los suyos, pero mucho menos permitía que la oposición pudiese desarrollar sus planteamientos, sobre todo cuando la edil socialista Isabel García Marcos tomaba la palabra. Si no le gustaba el discurso, que era lo habitual, la cortaba y punto, bien apoyado por su fiel Pedro Román y jaleado por el público, al que se le permitía todo siempre que fuese a favor del primer mandatario. Después, la llegada de Julián Muñoz y el componente Pantoja no mejoró mucho las cosas.
Los plenos se convirtieron durante unos años en un espectáculo gratuito al que acudía un numeroso grupo de espectadores (casi siempre los mismos) con tiempo suficiente para coger sitio y dar respaldo a su ídolo político, con escasos disidentes en la sala. Entrar y salir de ella suponía un riesgo, sobre todo para los periodistas que tenían que pasar entre la multitud. Parte de ese público puede reconocerse hoy en las imágenes, aunque no sabemos si a alguno le dará cierto rubor.
En otros ayuntamientos, y antes de Gil, tambíen se registraron en su momento algunos episodios peculiares en consonancia con la situación política que crearon algunos grupos. En el ayuntamiento de Estepona, por ejemplo, en la década de los ochenta, el público intentaba entrar en un pequeño salón en el que se sucedían las mociones de censura en busca de una alcaldía que se disputaban, principalmente, Antonio Murcia, Manuel Sánchez Bracho y Miguel Castro, cuyos seguidores se manifestaban con cierta vehemencia y la tensión alcanzó niveles máximos.
En la actualidad, afortunadamente, y excepto casos puntuales y excepcionales, las cosas han cambiado y las disputas políticas municipales transcurren por cauces más civilizados (toquemos madera) y enfocándose más a la gestión y menos al espectáculo.
En el lado contrario también hay que contabilizar algunos casos curiosos, sobre todo al comienzo de la actividad democrática. En 1978 dio la vuelta a España una noticia de la agencia Efe que se producía en el Ayuntamiento de Marbella: presidía la sesión plenaria el entonces primer teniente de alcalde Francisco Palma que en determinado momento no tuvo más remedio que interrumpir el pleno porque «los ronquidos del único espectador no dejaban oir los debates y distraían la atención de los ediles» y eso a pesar de que (como recoge el libro `El espíritu del 79´ de García Conde) se trataban asuntos como la dimisión del teniente de alcalde de San Pedro Alcántara, el premio de novela o la cesión de terrenos para los colegios.
Por aquellos años también ocurrió en Mijas, siendo alcalde el socialista Antonio Maldonado, que los plenos se celebraban sin ningún interés por parte de los ciudadanos y el salón municipal siempre se encontraba casi vacío. Esta situación hizo que, a instancias del alcalde, llegaran a un acuerdo las diferentes fuerzas políticas para protagonizar un día una discusión más acalorada de lo normal con el objeto de llamar la atención. Los escasos asistentes en esa ocasión no tardaron mucho en extender por el pueblo la noticia, que se salía de lo habitual, y los políticos locales consiguieron que al siguiente pleno la gente acudiera en masa. Y es que cuando quieren se entienden.
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