¿Perdón? ¿ Y por qué?...
La insistencia de la presidenta Claudia Sheinbaum para que España pida perdón a México por lo ocurrido hace cinco siglos es, sencillamente, un despropósito histórico ... y político. No se puede juzgar el siglo XVI con las categorías morales del XXI, ni construir un relato simplista donde unos fueron malvados y otros víctimas. Aquello fue un proceso complejo, duro y, sobre todo, profundamente mestizo. Del encuentro surgió un país que, en 1821, tenía una de las capitales más prósperas del planeta, con una estructura económica, social y cultural muy superior a la de la mayoría de territorios de tres cuartas partes del mundo. Conviene recordar algo que ciertos discursos actuales silencian: España no «conquistó sola» México. Gran parte de los pueblos indígenas se alió con los españoles porque buscaban liberarse de la dominación sangrienta ejercida por las tribus-élites mexicas. Esa realidad está documentada y forma parte del propio ADN histórico del país. Además, el modelo español no se pareció en nada al de otros imperios posteriores. Aquí hubo mestizaje, integración cultural y una legislación -imperfecta, como todas- que reconocía la condición humana de los habitantes originarios. Frente a ello, basta observar lo que sucedió en Norteamérica para comprender la diferencia: allí la opción fue el exterminio sistemático; aquí, la mezcla, la convivencia y la creación de un tejido social común.
Lo que hoy se plantea no es una reflexión histórica rigurosa, sino un movimiento político contemporáneo. Se utiliza el pasado como arma arrojadiza mientras el país real -el México actual- lucha contra problemas profundos: violencia extrema, poder del narcotráfico, instituciones frágiles y un clima de polarización que erosiona la vida democrática. En vez de afrontar de frente esos desafíos, algunos líderes prefieren reescribir el pasado para distraer al presente.
Que el Gobierno español se pliegue a esta narrativa resulta desconcertante. No se trata de negar errores -toda historia los tiene-, sino de defender una visión completa, sin complejos y sin culpabilidades impostadas. La España del siglo XVI actuó conforme a su tiempo; exigir hoy disculpas por procesos históricos irreversibles solo conduce a distorsionar la memoria y alimentar discursos oportunistas. Si queremos construir relaciones en condiciones entre naciones hermanas, el camino no es el perdón teatral, sino el respeto, el rigor histórico y la cooperación real. Por eso, la pregunta: ¿Perdón? ¿Y por qué...?
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