La naturaleza no habla, picha
Iba a ponerme en la cola de Doña Manolita y solo quedan las colas del hambre. Por momentos, a Madrid da gusto verla. Cómo susurra ... la M-40 la melodía lejana de las civilizaciones. Es un sonido mejor que el del mar. Hubo un tiempo de silencio y de vacío, y en la rotonda loca solo rugían los motores de los coches de muertos y las sirenas mudas de azul espanto. Porque hace no mucho, en España iban las ambulancias calladas. A qué ponerles música, si en la calle no había más que perros, enterradores y el Tito Enrique cuando sacaba la bolsa de latas vacías de los bajos de Argüelles haciendo ruido a propósito para demostrarse que estaba vivo. Ahora se habla de Kamala y de la vacuna. Al ARN mensajero, rider de la primavera, le voy a escribir un poema en la puerta del baño del bar Cuando Esto Pase, si es que pasa y si es que quedan bares. Voy al 2021 con la ilusión de los enamorados cuando caminan hacia la primera cita. Sonrío hasta pensando en las cosas del Gobierno. Cómo me gustó el viaje de Iglesias a Bolivia, con el himno cambembo, el trance de pachamama del galapagarato, el desbarajuste y la representación final de España como lo que siempre sospechamos que fue: otra cosa bananera del Foro de Sao Paulo.
Nos acusan los nuevos curillas de que saldremos de esta sin haber aprendido nada. ¡Qué bien! Ojalá. Guardo la esperanza de que el coronavirus deje el mundo como estaba. A mí, el mundo me gustaba mucho. Dicen sin rubor que la naturaleza nos ha enviado un mensaje que no escuchamos. ¡La naturaleza no habla, picha! La naturaleza no dice nada. No es nadie. Nosotros somos la naturaleza: el rider, la vieja, el niño, el borracho, la puta, el soldado y Santiago naciendo en Rosario (Argentina) a orillas del Paraná y del Metropolitano emocional de la nostalgia de sus padres, tan lejos de Madrid. La naturaleza es el ministro de Sanidad y el ejecutivo de la farmacéutica de la viagra, malvado icono del capitalismo que, mira por dónde, va a terminar salvándonos el pellejo. Esos son la vida que se abre paso, y no los ciervos en las gasolineras.
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