NO NACEMOS VÍCTIMAS
EL FOCO ·
Señora vicepresidenta Calvo, quizás nos vendría mejor que se fijara bien en las mujeres que han llegado a lo más alto de sus carreras científicas o tecnológicas sin cuotasEstimada señora vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. Lamento comprobar que, pese a los muertos por el Covid, los rebrotes y los confinamientos, usted ha vuelto ... a su agenda feminista victimista. Si fuera feminista a secas, o sea, como el 99% de los españoles que creemos en la igualdad de hombres y mujeres en derechos, libertades, oportunidades y obligaciones, no tendría ningún problema, que conste. Se hubiera escandalizado un poco con el nuevo puesto de Begoña Gómez, mujer de su jefe, en la Universidad Complutense para lo que claramente ha pesado su condición de 'señora de', coletilla que hace muchos años las mujeres de este país ya no usamos. Pero no. Usted ha vuelto a señalarnos como víctimas necesitadas de un apoyo extra y ya ofende. En España. En Irán o en Arabia Saudí es muy necesario señalar a las víctimas de una opresión salvaje de mujeres que se niegan a seguir los postulados de ayatolás y de jeques.
El mismo día que este país, por ejemplo, debería estar preparando una complicada logística para la distribución de una vacuna que requiere estar a bajísima temperatura, usted asistía a las jornadas de 'Ciencia e innovación con perspectiva de género: claves para avanzar', en un Ministerio de Ciencia que no consiguió que se abrieran los laboratorios universitarios como en Alemania para hacer PCR desde el primer momento. Allí lanzó este tipo de proclamas: «La igualdad es el elemento nuclear sobre el que tiene que seguir desarrollándose la democracia sin ningún tipo de ambages». Eso está perfectamente consagrado en el artículo 14 de la Constitución, ese texto que usted quiso modificar con lenguaje inclusivo sin éxito y con el que muchas mujeres nos identificamos como libres e iguales a los hombres, todos personas. Ignoro si, rodeada de científicas, se volvió a mostrar asombrada de la fuerza con la que el coronavirus ha golpeado a ciudades que están 'en línea recta', como Nueva York, Madrid, Teherán y Pekín. En un tuit posterior, el ministro Duque salía en una foto con cuatro mujeres, las que dirigen «cuatro de los siete organismos públicos de investigación», los más prestigiosos. Pero nunca es suficiente, hay que seguir alimentando el agravio y la división.
Mire, señora vicepresidenta, quizás nos vendría mejor que se fijara bien en las mujeres que han llegado a lo más alto de sus carreras científicas o tecnológicas sin cuotas y seguramente tras arduas negociaciones en sus familias. Ahí está Belén Garijo, por ejemplo. Le sonará. Es la médico española que dirige Merck, el gigante farmacéutico. Para llegar ahí ha vivido en varios países y ha visto a sus dos hijas mucho menos que su marido. El acuerdo sobre cómo organizar la vida doméstica de esa pareja habrá sido, sin duda, clave para Garijo y no han tenido que echar mano de ninguna guía de observatorio, como tampoco le hizo falta a Marie Curie, dos premios Nobel de ciencia, con dos hijas a las que cuidaron a menudo sus suegros. Esta semana, en vez de dos premios Nobel, hemos celebrado en un telediario de TVE que, por primera vez, serán dos mujeres las que den las campanadas en Nochevieja. Qué grandes pasos damos las mujeres con su Gobierno.
Lástima para tantas chicas que se han perdido en usted un referente en Derecho Constitucional. Les ha fallado
Marie Curie investigó junto a su marido, al igual que hizo una de sus hijas, Irene, también ganadora del Nobel en 1935. Feminista, es difícil imaginar a Irene Curie apoyar, como ha ocurrido en el foro del otro día, realizar un estudio de la precariedad laboral de la carrera científica de las investigadoras. ¿Y los investigadores? ¿Lo tienen mejor? ¿No piensan cómo pueden sentirse ellos? Y suelen trabajar codo con codo. Oslem Tureci, como Curie, investiga con su marido UÄŸur Åžahin, fundadores ambos de BioNTech, la empresa alemana que, en alianza con Pfizer, pueden traernos la primera vacuna eficaz contra el maldito virus. Si lo consiguen, habrán ido más rápido que la de AstraZéneca, liderada por Sarah Gilbert, científica en Oxford, madre de trillizos a los que cuidó su marido para que ella siguiera con su exitosa carrera. No se puede tener todo y ellas lo saben. Las mujeres que no quieran esos sacrificios no son menos feministas. Son libres.
Usted, de la que no han aflorado sospechas sobre su tesis doctoral, a diferencia de su jefe, ha podido estos meses demostrar sus dotes legislativas modificando leyes que hicieran innecesario el estado de alarma. Ha sido incapaz. Lástima para tantas chicas que se han perdido en usted un referente en Derecho Constitucional. Les ha fallado.
A principios de febrero se hizo público que usted presidiría «el Comité de Coordinación Interministerial que haría frente, si fuera necesario, a un hipotético escenario de mayor complejidad en la gestión del coronavirus». Sus éxitos fueron dramáticos: al principio, ni se pudo coordinar una tabla de Excel. Un mes después estaba en la manifestación del 8M, donde había pancartas que decían que el machismo mataba más que el coronavirus. No ha pedido disculpas todavía. Podría hacerlo con perspectiva de género: a las miles de viudas y huérfanas de padre por una enfermedad mucho más letal con los hombres que con las mujeres.
No, las mujeres no nacemos víctimas de una conspiración heteropatriarcal en España, señora Calvo. Pero ustedes han convertido a todos los españoles, con independencia de su género, en víctimas de una incompetencia que no admite género de dudas.
Reciba un saludo desde una Málaga siempre agradecida por el impulso que dio al Museo Picasso, ese señor que, con el ambiente que las suyas han ayudado a crear, sería calificado ahora de «macho alfa». Menos mal que su nuera, Christine, no le puso peros a la herencia.
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